Investigadores del Instituto Buck (EE.UU.) presentan en un artículo que se publica en "Cell Reports" una nueva vía potencial para el párkinson, un desorden neurológico incurable y progresivo, que afecta millones de personas, despojándoles de la capacidad de controlar el movimiento. La clave, aseguran los investigadores radica en la eliminación sistémica de astrocitos senescentes. Los resultados en modelo de ratón han sido positivos.

Según abc, las células senescentes, que dejan de dividirse en respuesta al estrés, secretan factores nocivos que causan daño tisular y conducen a la inflamación crónica. «Aunque se ha visto implicada la senescencia en el párkinson y otras enfermedades neurodegenerativas, creemos que es la primera vez que limpiar las células inflamatorias evita que los síntomas se desarrollen en un mamífero vivo», subraya la autora principal del estudio, Julie K. Andersen. «Esperamos que el hecho de que pudiéramos hacer esto en un modelo esporádico, más que genético, del Parkinson, resalte su relevancia como una nueva forma potencial de abordar la forma más prevalente de la enfermedad», añade.

La experta considera que la gran mayoría de la investigación sobre el párkinson se ha centrado en la toxicidad que afecta directamente a las neuronas específicas implicadas en la patología, «pero nadie ha presentado un tratamiento efectivo basado en ese enfoque». «Esta investigación sugiere que los astrocitos senescentes pueden contribuir al desarrollo de la enfermedad y estamos emocionados de explorar esta vía», afirma.

Existe una necesidad desesperada de tratamientos para el párkinson. Se estima que de siete a diez millones de personas viven con la enfermedad en todo el mundo. Además del temblor en reposo y la dificultad para caminar y mantener el equilibrio, el Parkinson también conduce al deterioro cognitivo y la depresión, y los síntomas se vuelven más severos a medida que la enfermedad avanza. Alrededor del 5 por ciento de los casos son provocados por la genética. El resto se cree que es causado por una combinación de factores genéticos y ambientales, como los antecedentes familiares, las mutaciones genéticas, el consumo de agua de pozo y la exposición a pesticidas o metales.