La derrota de Chicago en la votación del Comité Olímpico Internacional (COI) para escoger la sede de los Juegos Olímpicos de 2016 sembró de caras de desolación el centro de esta ciudad, donde se congregaron miles de ciudadanos con ganas de fiesta. La baza de Chicago, que partía como favorita, se esfumó en la primera votación.

Ni las malas previsiones meteorológicas, ni el hecho de que fuera un día laborable impidieron que los chicagüenses acudieran a mostrar su apoyo a la candidatura de su ciudad para albergar los Juegos en 2016, pero este encuentro, que empezó con música, vídeos y regalos, terminó en disgusto.

Los nervios y la tensión fueron apoderándose de los presentes en la plaza Daley, en el centro de negocios de Chicago, según avanzaba la mañana y poco a poco, cuando comenzó la votación, las conversaciones y las bromas dejaron paso a un silencio en el que parecía mascarse el drama.

Con la mirada puesta en la pantalla gigante dispuesta por los organizadores del evento para seguir la votación del COI en Copenhague, miles de ciudadanos vieron como el sueño olímpico se desvanecía en un instante ante sus ojos.

Rabia, impotencia y algunas lágrimas, especialmente en los rostros de los voluntarios y miembros de la organización de la candidatura, contrastaban con las imágenes de júbilo de las ciudades que continuaban en liza que llegaban al corazón de Chicago por televisión.

Acto seguido, muchos de los presentes pusieron rumbo hacia sus quehaceres diarios sin esperar a conocer las reacciones oficiales en la rueda de prensa posterior en Dinamarca y que también será emitida por la pantalla gigante.

Tras el anuncio inesperado de que Barack Obama viajaría a Copenhague para tratar de convencer a los miembros del COI sobre la idoneidad de la candidatura de la urbe estadounidense, Chicago se había convertido en gran favorito junto a Río de Janeiro para celebrar los Juegos de 2016.

Este hecho había incrementado las expectativas y el optimismo que, aunque contenido, se había contagiado entre los residentes de la ciudad, quienes comprobaron para su tristeza que la baza de Obama no surtió efecto.