Investigadoras de la Universidad de Sevilla han determinado, a través de un estudio, que con un análisis de sangre que contemple estas alteraciones se podrían obtener datos “fiables y objetivos” que demuestren que una mujer está siendo maltratada.

El estudio explica que ya era conocido que los niveles de determinados tipos de hormonas se relacionaban con la resiliencia de la víctima, entendida como la capacidad que tiene la mujer maltratada de recuperarse de la violencia que padece.

Por ello, “conseguir monitorizar el estado hormonal de las afectadas puede transformarse en una nueva opción de buenas prácticas en la prevención del maltrato o al menos de la reducción de su reincidencia por parte de la víctima”, subraya.

El objetivo de este trabajo ha sido diseñar un protocolo que permita identificar condiciones fisiológicas que, potencialmente, hagan más vulnerables a las víctimas ante la situación de maltrato”, explica la catedrática María Rosario Pásaro.

Según Pásaro, existen una serie de condicionantes fisiológicos, en concreto niveles sanguíneos hormonales, que garantizan que se genere el fenómeno denominado “apego”; es decir, un vínculo que se establece, por ejemplo, en el reconocimiento mutuo entre la madre y el recién nacido y, en general, refuerza los lazos afectivos familiares. La hormona responsable de estas pautas de conducta y sus correlatos emocionales es la oxitocina.

Más aún, añade, existen diferentes estudios sobre el impacto que los niveles hormonales tienen sobre los estados de ánimo de las personas y su capacidad de relacionarse.

Así, "se han obtenido datos que indican que la hormona oxitocina puede ser la principal encargada del establecimiento y mantenimiento de relaciones sociales sanas y, por tanto, la responsable fisiológica de que la víctima no sea capaz de romper la relación con su agresor, junto a otros motivos de carácter psicológico".

La investigación desvela que cuando el nivel de oxitocina es más alto de lo normal, la capacidad de respuesta de la víctima se haya muy mermada o incluso completamente anulada.

El estudio se ha llevado a cabo a través de la recogida de muestras y elaboración de una historia clínica previa sobre dos grupos de mujeres de edades similares, uno control y otro formado por mujeres voluntarias en diferentes fases de recuperación tras la exposición a maltrato y miembros de la Fundación Ana Bella de Sevilla.

Según Pasaro, la técnica empleada ha permitido detectar la concentración relativa (pg/ml) de los niveles de oxitocina en sangre obteniendo como resultado que se producía un incremento del 16.24% en los niveles circulantes de oxitocina en la población de sujetos experimentales (mujeres que han sufrido maltrato). Este incremento hallado es especialmente significativo, teniendo en cuenta de que todas las mujeres del grupo experimental se encontraban ya en fase de recuperación.

Respecto a las otras hormonas señaladas, estas expertas determinaron que los niveles de cortisol o prolactina se relacionan con los niveles de estrés agudo en los individuos. Sin embargo, sólo muy recientemente se han empezado a realizar estudios para utilizarlos como indicadores de los efectos de la violencia prolongada. La oxitocina, sin embargo, es el mejor candidato para este tipo de estudios ya que se la ha relacionado con el establecimiento y mantenimiento de las unidades familiares y relaciones sociales, en general.

En el estudio destacan que los niveles circulantes de oxitocina están asociados a una percepción generosa de las inter-relaciones sociales y, así mismo, inducen una disminución de los niveles de ansiedad y un aumento de la confianza en los otros individuos, por lo que una alteración de los mismos podrían estar en la base de un proceso de generación de una situación especial de gran vulnerabilidad afectiva. Además, en ese mismo sentido, existen datos que indican que la oxitocina puede ser importante para la inhibición de las regiones del cerebro asociadas a la evaluación del riesgo.

Fuente: SINC – Servicio de Información y Noticias Científicas