Damián Schwarzstein

El triunfo de Cristina Kirchner, cuestionado por algunos sectores pero amplio, es un premio al gobierno por sus logros económicos –el crecimiento y la recuperación del empleo, fundamentalmente– y un castigo a la oposición por no haber podido construir una alternativa creíble que aprovechara las debilidades de la gestión kirchnerista: los escándalos de corrupción que se destaparon en los últimos tiempos y la inflación como efecto no deseado del modelo “productivista”.

Esa atomización, que le facilitó al kirchnerismo su continuidad en el poder, podrá aprovecharla Cristina en la gestión, ya que allanará el control oficialista en ambas cámaras legislativas, donde será clara mayoría.

Difícil será el desafío de la primera dama que, en un hecho histórico, se convertirá sin escalas en presidenta. Tendrá, sí o sí, que hacerse cargo de las tareas pendientes que el kirchnerismo pateó para adelante para que no se convirtieran en palos en la rueda de su maquinaria electoral. El aumento de las tarifas de los servicios públicos es el más antipático de ellos. ¿Cómo hacer para que no se conviertan en nuevo motor de la inflación? La inflación es, justamente, una verdadera piedra en los zapatos del oficialismo, que a su vez debe hacer frente a otro de los costados flacos que no supo resolver en estos últimos años: la crisis energética. Sí, es todo un intríngulis cuya resolución ya no podrá esperar hasta la próxima elección.

¿Qué papel tendrá el presidente saliente Néstor Kirchner? Seguramente no se quedará en Olivos esperando cada noche la llegada de Cristina. ¿Será su función definir un armado político –con base justicialista– que acompañe a la primera dama y prepare el terreno para la continuidad en 2011, por ahora con candidato incierto?

¿Y Daniel Scioli? El vicepresidente, con su fenomenal cosecha en provincia de Buenos Aires, fue motor fundamental del triunfo de la primera dama: tanto que aunque se sabe que no es justamente amor lo que los une, fue reconocido especialmente por el matromonio presidencial en los festejos en el Hotel Intercontinental. El ex motonauta, por el respaldo que obtuvo y por proyección, aparece como candidato natural para un recambio dentro del oficialismo. Pero para 2011 falta mucho: ¿lo dejará el kirchnerismo asomar la cabeza?

Para Elisa Carrió el sabor es agridulce. Si bien no cumplió su objetivo de llegar al ballottage, su elección coloca a la Coalición Cívica como segunda fuerza y se consolida como principal figura de la oposición, con una representación más que considerable de su sector en el Congreso. El problema de Lilita –que mucho le debe a sus aliados socialistas por la buena performance en Rosario y Santa Fe– es su techo: parece condenada por la sociedad al lugar de líder opositora, no de gobierno, sensación que se fortalece luego de su reticencia a admitir la derrota.

Distinta es la situación de quien aparece como el otro referente antikirchnerista para los próximos cuatro años: Mauricio Macri. El sí tendrá responsabilidades de gobierno en la ciudad de Buenos Aires, que bien se puede convertir en trampolín para la pelea nacional. Claro que este domingo retrocedió un casillero: pagó caro sus titubeos y su partido no consiguió ni siquiera una banca en el Senado por el distrito en el que será oficialismo.

El otro referente ¿opositor? sobre el que se posarán los ojos en los años que vienen es Hermes Binner. Una buena gestión hará que el gobernador electo de Santa Fe gane terreno dentro de la centroizquierda. Aunque acaso, justamente para que le vaya bien, necesite estar más cerca que nunca de un kirchnerismo con el que siempre hizo buenas migas y más lejos aún de Elisa Carrió, a quien anticipó que votaría porque entre presidente y vice no se puede cortar boleta.