Por Padre Livio Gorza

En los confines de la ciudad de Rosario sobre cuyas tierras cada tarde se recuesta el sol… donde el FERROCARRIL CENTRAL ARGENTINO se detenía unos instantes para saludar y despedirse antes de adentrarse Pampa adentro hacia las sierras mediterráneas, ingleses y argentinos soñaban diseñar un Pueblo que fuese como “el patio de atrás” de la casa, donde mientras los ingleses saboreaban recuerdos paladeando el té con masas los argentinos, sorbo tras sorbo de sus mates, gustaban esperanzas matizadas de buñuelos y pastelitos.

Rosario no quiso desprenderse de las tierras donde soñaban trazar el “Pueblo Fisherton” y las mantuvo como el último barrio del “far west rosarino”. Allá, donde los que anhelaban pasar un día de campo iban a cazar patos en la laguna que reverberaba entre juncos donde ahora se cruzan la salida a Córdoba con la calle Donado.

Pero, “Pueblo” o “Barrio”, quien apoyó el lápiz sobre el trazado del plano del primitivo caserío marcó el punto donde latiría el corazón del nuevo poblado. Es el eje en torno al cual gira el universo. Tiene una punta en el Cielo y apoya la otra en T. Brassey y E. Wilde de Fisherton. Eje esencialmente necesario porque “todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no existiría nada de cuanto existe”.

Comienzo de la comunidad parroquial

Los primeros lugareños levantaron un “Templo” que no pasaba de ser “Capilla”. Aún así participaban del culto divino holgadamente con mucho espacio libre para los futuros fieles. Año tras año, fueron completándose los bancos, luego los pasillos. Más tarde codo a codo y de bote en bote. Durante las últimas décadas un racimo humano cada vez más nutrido, soportando el calor o el frío –¡cuántas veces bajo la lluvia!– participaban de las ceremonias desde el atrio o atisbando por las ventanas.

La Capilla estaba y sigue estando en una isla urbana, circunvalada de calles. La falta de espacio planteaba “qué” hacer para aumentar la capacidad interior. Pero la gran incógnita era “cómo” hacerlo, para encuadrarlo en un barrio con características propias.

Después de años de búsqueda se decidió por la mímesis: conservar no sólo el estilo sino los mismos módulos de la construcción existente, con la misma pendiente de sus techos y las mismas aberturas.

Con el trazado de un crucero adosado a la nave existente se eligió como forma definitiva la letra “TAU”. Desde hace siglos antes de Cristo casi simultáneamente aquellos pueblos fueron sustituyendo los ideogramas y fonogramas silábicos por un número determinado de fonogramas simples, o sea, un verdadero alfabeto. La Tau ocupaba el puesto vigésimo segundo y último de todos los abecedarios. Todas las letras sostenían en su cumbre la Tau, como los templos ostentan en la cima de sus torres la Cruz. Concientemente, o ignorándolo, el Mesías era “el esperado de las naciones”.

Cristo, el Mesías, la Palabra de Dios, resumiría todas las palabras que se pueden componer con el alfabeto en la Tau y verlo a Él hecho una Tau en lo alto de la Cruz para descifrarnos en ella el infinito Amor que Dios nos tiene, entregándonos su vida por nosotros.

El simbolismo de los signos litúrgicos empleados

Quien entre al Templo Cristo Rey se encontrará ante un gran retablo que es un ícono a la Palabra de Dios. Como si todas las letras del mundo se hubiesen agolpado para descifrar la trama del misterio de Dios REVELADO por SU PALABRA. En la urdimbre de sus renglones sabrán encontrar el secreto para encontrarse con la Palabra divina, con Dios hecho hombre: “cuando me hayan levantado en alto descubrirán que SOY YO”. Quien tenga un corazón capaz de asombro el Amor despertará en él la Fe en la Palabra que está en lo más alto de toda palabra crucificada en una Tau.

Mientras se estaba modelando el retablo, la enseñanza del Papa Benedicto XVI a los sacerdotes de su diócesis de Roma, fue como una certificación de lo que se hacía en Cristo Rey: “vivimos en una inflación de palabras, de imágenes… es difícil crear espacio para la palabra y la imagen… debemos abrir nuestro corazón a la Imagen verdadera y a la Palabra verdadera… con mucha reverencia, podemos volver a encontrar un arte cristiano… la educación cristiana tiene la tarea importante de librarnos de las palabras por la Palabra” (diálogo confidencial del Papa con sus sacerdotes el 7 de febrero de 2008. El retablo se modeló desde enero del 2007 a julio del 2009).
Al pie del retablo el ambón no es un mueble sino un ángel en bronce que sostiene la Biblia a quien proclama la Palabra durante la Santa Misa.

En el otro extremo del retablo, como un libro abierto de par en par la imagen en bronce de Cristo crucificado en la Tau, extremadamente inclinado hacia delante, parece querer llegar al corazón de quienes lo contemplan preguntándoles con las palabras bíblicas del “libro de las Lamentaciones”… “ustedes que andan todos los caminos, fíjense si hay dolor como el dolor mío”.

El Centro del Templo, el lugar más sagrado del mismo es el Altar, ara, propiciatorio. Fue diseñado por el mismo Dios quien le encomendó su construcción a Moisés para que sea el lugar de encuentro de Dios con su Pueblo. Los ángeles que Dios mandó colocar sobre el Altar, acá, como Jesús que es Dios hecho hombre llega a nosotros en su Encuentro más íntimo con cada hijo de Dios incorporado a Él, los ángeles están postrados bajo el Altar adorando la presencia divina en extático arrobamiento místico.

Llamado de la comunidad Cristo Rey a la Ciudad

La parroquia Cristo Rey invita a buscar, encontrar y vivir a Dios en su Templo. Revivir su Bautismo junto a una fuente bautismal que mana agua día y noche. Sobre todo, llama a compartir la vida con Cristo vivo y resucitado que espera a cada uno en un Sagrario, “horno ardiente de Caridad” siempre encendido y que junto con el ángel que lo acompaña están totalmente suspendidos en el aire. Como dice Jesús en el Evangelio: “Pan de ángeles bajado del cielo”.

En la cumbrera este del techo la “Bandera del Rey”, hecha veleta, señala a quienes recorren las calles adyacentes la presencia de Jesús en la Eucarístia. Y un anemómetro compuesto por cuatro rosas (como los misterios del Rosario) rotan según el viento las haga girar como María que se dejaba llevar por el Espíritu Santo “que sopla donde quiere”, pero siempre llevándonos hasta los brazos del Padre.

En la cumbrera oeste un gallo en cobre repujado y verdadera joya de orfebrería busca, como veleta también, la orientación de nuestra vida. Nos recuerda que así hizo Jesús con San Pedro, repasar nuestra conciencia cuando oímos su canto para que en medio de la inundación de palabras nos haga atender la Palabra que nos llama.