Nacho Negri/Opinión
“Quién sale conmigo”, se escuchó a lo lejos. A los pocos segundos apareció, me extendió la mano y salimos juntos a la cancha. Te juro que se me salía el corazón. Nunca había entrado a una cancha y mucho menos antes de un partido. Quería correr para matar los nervios, pero ese Newell’s del Loco Bielsa salía a la cancha tranquilo y a paso firme, esa misma tranquilidad que pone nervioso a cualquier rival que se ponga en frente. Al Tata le sentaba muy bien esa calma, porque así jugaba, así dirige y así vive. Llevaba la cinta de capitán y, como muestra de ese liderazgo, salía siempre encabezando la fila india. Eso me dio una gran ventaja sobre el resto de las mascotitas que salieron con los otros jugadores porque pude ver los papelitos en el aire desde los cuatro costados. El resto, los que venían atrás, solo tuvieron que conformarse con pisarlos.
No se puede explicar lo que significa ver esa cortina blanca interminable. Para él era algo de todos los días. Solo tenía que levantar las manos para agradecerle a la gente y empezar a poner como con la mano, pelotas de gol a sus compañeros. Yo quede paralizado con las manos en jarra.
Al otro día, salgo del Colegio San José y en el kiosco de Roca y Salta veo la foto de ese preciso momento en la Tapa de El Gráfico. Por aquel entonces, para que un equipo del interior salga en la tapa de El Gráfico, tenía que lograr una hazaña realmente importante, cosa que ese Newell’s lograba de manera corriente. “La Moda Newell’s” fue el título que eligió Aldo Proietto, editor por aquel entonces de la revista, quien me confesó pocas semanas después de haberle enviado una carta de agradecimiento, que para titular jugó con mi postura y el momento que atravesaba ese Newell’s inolvidable.
Pasó el tiempo y quería volver a verlo. Unos años después, abría su escuelita de fútbol, justo frente al colegio, por calle Salta. Las canchitas de Fútbol 5 se llamaban “pressing”, una palabra que se puso de moda cuando Bielsa hacía marcar a los delanteros y volantes ofensivos, haciéndoles entender que eran ellos los primeros defensores. El Tata, con toda la chapa que tenía por aquel entonces, aceptó con grandeza lo que le pedía este joven revolucionario DT y se puso el overol.
Un día entré y ahí estaba sentado con unos amigos. Lo miré y lo primero que me salió fue decirle “vos saliste en la tapa de El Gráfico conmigo”, el Tata estalló de la risa porque, por la manera que se lo dije, parecía que él era la mascota que salió de aquel túnel. Con la humildad y simpatía que lo caracteriza, me abrazó y me dijo si me quería anotar en la escuela. Te juro que no pude aprender mucho (hay cosas genéticas contra las que no se pueden luchar, cuando sos malo, sos malo) pero me divertí muchísimo. Una vez cada tanto, el Tata se metía en una de las canchitas y jugaba con nosotros. Era muy loco ver como los vecinos de los edificios linderos, asomaban sus cabezas para verlo corriendo entre sus alumnos. No había competencia, jugábamos todos juntos para divertirnos, sin presiones, sin padres gritando afuera. El Tata, por aquél entonces, ya entendía que esa presión a una temprana edad podía jugar muy en contra y que la mejor manera de acompañar la educación de esos chicos, era que la escuelita sea una excusa más para hacer deporte y divertirse.
Pasaron muchos años. La tiranía con aires de bingo lo hizo partir por la puerta de atrás y desde afuera, siempre manifestó estar muy lejos de “esas formas” de dirigir al club, muy distinta a sus principios. “Vamos por veredas diferentes”, repetía en cada nota que le hacían.
Nunca me voy a olvidar una noche de viernes, el Tata jugaba contra Central en Arroyito para Lanús. Hay veces que el destino te pone a prueba y te tienta para saber qué clase de tipo sos. Esa noche lo putearon lindo y la revancha la tuvo haciendo un gol, algo que no era muy habitual. Cualquier mortal, se hubiera desbordado en el festejo, corriendo con las manos en las orejas, gritando a los cuatro vientos. El tipo solo levantó el brazo y agachó la cabeza, dejando en offside a todos los que lo habían insultado. Eso me quedó grabado para entender que solo con los actos se respalda lo que uno predica fuera de la cancha.
Comenzó su carrera de DT como la de cualquier persona que busca avanzar peldaño a peldaño. Aprendiendo primero al lado de los mejores, para luego dar el gran paso y estar preparado para los grandes desafíos: Brown de Arrecifes, Platense, Instituto, Libertad, Cerro Porteño, Colón y vuelta a Libertad. En Paraguay es un prócer porque a esa selección la puso entre los mejores 8 del mundo en el mundial de Sudáfrica, un pergamino que le permitió ser tentado por otras selecciones, pero el tipo se dejó llevar por su compromiso y su corazón. La selección de Colombia era muy tentadora, pero ese Newell’s herido tiraba mucho más. Por este lado, la mascotita de rulos, se transformó en un calvo periodista que tenía como objetivo entrevistarlo.
Después de varios intentos de poder tener un mano a mano fuera de las habituales conferencias de presan, llegó el momento. El nexo fue la tapa y ahí le cayó la ficha. “Cómo andás tanto tiempo”, fue lo primero que me dijo. Acto seguido, le regalé uno de los últimos ejemplares que me quedan de esa revista. “Que jóvenes que éramos”, recordó.
Posteriormente, una de las entrevistas que más me costó hacer, porque me sentía como ese mismo día que salí a la cancha. El era el mismo de siempre, la misma calma, esa mezcla de grandeza con aires de barrio y una memoria envidiable para recordar cada partido de esa campaña del 92.
A Newell`s le dejó un campeonato y, principalmente, un refrescada de identidad y pertenencia, por si eso fuera poco. A mi me dejó la certeza de que la coherencia, el sentido común, el respeto, la seriedad y la humidad, son valores que te pueden llevar a lugares impensados, como por ejemplo, a dirigir el mejor equipo del mundo con el mejor jugador de todos los tiempos. O, por ejemplo, a cumplir el sueño de cualquier DT argentino, estando al frente de la selección nacional.
Le llegó su momento, más merecido que nunca. No se si saldrá campeón del mundo o se irá como el Loco Bielsa en primera ronda. Lo que si pueda garantizar, por lo poco que lo conozco, es que todos los valores resaltados en esta columna, van a ser sin dudas, el patrimonio de esta nueva selección con la marca del Tata.


