El incremento en las dos últimas décadas de adolescentes con comportamientos agresivos desató la alarma social y despertó el interés científico por conocer los factores de riesgo que la desencadenan. En parte "porque la presencia de episodios de violencia en la adolescencia puede denotar no sólo la existencia de dichos trastornos sino problemas serios en el desarrollo de la personalidad, que pueden derivar en la aparición de trastornos psicológicos más graves", como refleja un artículo publicado por el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.

Por este motivo, los expertos están reclamando la puesta en marcha de intervenciones tempranas dirigidas a la modificación de la conducta violenta y agresiva en el marco del Día de la Salud Mental que se celebró el 10 de octubre.

Científicos de la Facultad de Psicología de la UNED realizaron "una investigación sobre los hábitos de crianza percibidos en los hijos y cómo estos predicen la conducta agresiva".

El estudio se llevó a cabo con 1.107 participantes con edades comprendidas entre los ocho y los 17 años. Entre los resultados destaca que los niveles de agresión son superiores en los chicos que en las chicas. En cuanto a los factores que mejor predecían las conductas violentas destaca "la hostilidad materna o paterna, seguido de la falta de comunicación con los hijos y un bajo control de los mismos", según destaca la investigación.

Para los expertos, la "actuación preventiva debe centrarse en la mejora de la comunicación y en el afecto de los padres... La mejora de los hábitos de crianza es la clave en el proceso de prevención de la agresividad en niños y jóvenes".

La misma opinión expresa el psicólogo Benito de la Iglesia que defiende como parte del camino de la prevención de las conductas agresivas, "la mejora de la competencia educativa de los padres, la comunicación y el apoyo entre los miembros de la familia, el diálogo y el respeto entre unos y otros, las habilidades parentales y la dedicación de tiempo a los hijos".

Pero también cree en la existencia de otras ´claves´ preventivas como "la mejora de la calidad de la enseñanza básica obligatoria. Cuidar la formación inicial y permanente de estos profesionales y abrir los centros escolares al entorno, extendiendo la cultura de la convivencia, transmitiendo valores, normas y modelos basados en el respeto y la tolerancia".

Repara, también, en la necesidad de "ofrecer sistemas sanitarios eficaces y eficientes que cuiden y promuevan la salud física y la mental y desarrollen permanentemente programas de educación para la salud y el bienestar de las personas".

En definitiva, el trabajo conjunto de padres, profesores y profesionales de la salud puede contribuir a reducir la agresividad de los adolescentes, valorando que "ninguno de los factores protectores arriba señalados por sí solo podrá eliminar las conductas violentas", insiste el psicólogo.

Fuente: El mundo