Volver a empezar. Esa es la idea que aparece cuando el agua baja y al interior de las casas la huella húmeda del nivel que alcanzó la crecida no se borra aunque pasen los días. De la misma forma que esa marca queda adentro del hogar, una señal similar no se despega de la psiquis de quienes vivieron la tragedia de la inundación.

"Se trata de catástrofes y como tal dejan secuelas de todo tipo. Hay materiales por pérdidas y como consecuencia de ellos también psicológicas", explica el psicólogo Osvaldo Cósares, que es docente de la Universidad Nacional de Rosario y fue miembro del equipo de profesionales que durante las inundaciones de 2003 en Santa Fe.

Para el especialista las marcas que quedan en las personas que vivieron una catástrofe como la de la inundación  tienen que ver con pérdidas materiales pero también simbólicas. Desde la esperanza hasta los recuerdos se sumergen en el agua que crece hasta desaparecer. "En el caso de Santa Fe la gente lamentaba la pérdida de los retratos y de las fotografías. Aunque suene extraño esos recuerdos son parte de la identidad, de la historia de las personas y por eso cuando ya no se los tiene se afronta un duelo", aseguró el psicólogo.

En el años 2003 Cóceres viajó con un equipo de trabajo a Santa Fe a realizar primero el reconocimiento de la situación y ver cómo estaba la gente. "Uno mismo se impacta por la magnitud de los acontecimientos y lo principal es poder estar con la gente ayudando en la inmediatez de la circunstancia. Hay que tratar de ser sostén para ayudar a elaborar la situación", señaló.

Pero el profesional aseguró que aunque se trate de catástrofes que en apariencia son naturales siempre hay un trasfondo que hace más compleja la cuestión. "La de Santa Fe como muchas otras inundaciones incluso las de acá esconden obras inconclusas. En algunos casos hay directamente impericia y una gran corruptela que a los dañados les da aún más importencia", manifestó Cóceres.

En este sentido, el profesional recomendó "ubicar la catástrofe por un lado y las responsabilidades por otro, sin esperar la dádiva".

Aunque a quien no vive la tragedia de la inundación le cuesta creer cómo aún en el límite del agua la gente no quiere salir de sus casas, el especialista se muestra comprensivo. "Es muy común frente al peligro que se avecina que exista resistencia a dejar el lugar que sin duda está cargado de muchas cosas. Incluso el que que vive en situaciones más precarias esta más afectado por eso. No quiere dejar su casa porque es lo único que tiene y teme que le saquen lo poco que le queda y que tanto le costó obtener", analizó.

Por último, el especialista aseguró que aún en la adversidad hay que evaluar la circunstancia para seguir adelante. "El camino es luchar por recuperar aquello que nos fue quitado por la naturaleza o por la mano del hombre pero sin sentirnos responsables ni con culpa", dijo. Y añadió: "Hay que resolverlo con los afectos, con los pares,  con los que sufrieron lo mismo. Es complejo pero posible".