“Recuperar el fútbol como juego, prevenir el maltrato infantil y juvenil y como consecuencia, eliminar la violencia en las canchas”, son los objetivos que persigue Ricardo Héctor Castello, un hombre que pisó las canchas desde su temprana adolescencia, como jugador y también como entrenador de niños jugadores.
“El proyecto pretende evitar el maltrato en las divisiones infantiles. La idea es que los chicos vayan a jugar y no a recibir presiones. Tenemos que retener a los chicos en los clubes porque se están yendo”, sostuvo el autor de la iniciativa en contacto con Rosario3.com. Para lograrlo, propone “la instalación de una oficina en la que se canalicen los maltratos, que debería pertenecer a la órbita estatal. Además, ese centro serviría para que se realicen cuidados y revisión a los chicos porque hay terribles problemas de salud”, explicó.
Otra de las propuestas de Castello es “usar las estructuras de los clubes para que los chicos reciban comida. Hay chicos que no comen y tienen una mala alimentación. Es una forma en la que se genera la violencia desde abajo”, analizó.
Niño, deja ya de joder con la pelota
Mientras que para los niños el fútbol es un juego, para los padres es un negocio, una meta, una revancha de la vida para sus propias frustraciones. Así lo entiende Ricardo Castello, quien precisó: “En los 70’ el fútbol comienza a ser un trabajo mejor remunerado, los padres y familiares no sólo acompañan a los chicos sino que ordenan, presionan y agreden” y agregó: “Los dirigentes, técnicos y representantes seleccionan y exigen e forma desmedida a los niños, que terminan siendo el blanco de todas las ansiedades, los traumas y las frustraciones de los adultos”
Para Castello no es raro ver cómo un padre arrastra de los pelos a su hijo por “fallarle” en la cancha. “Un elevado porcentaje de padres ven en sus hijos a los responsables de cumplir un proyecto de vida donde ellos fracasaron total o parcialmente y este es uno de los problemas más graves e importantes que afectan al fútbol infantil”, apuntó.
“Estoy cansado de que los pibes dejen de jugar porque en los clubes se degrada a las personas. Lo que sucede en Newell’s y Central no es casual. Los chicos sufren mucho. En invierno juegan a las ocho de la mañana con tres grados bajo cero y en verano bajo el rayo del sol con 35 grados. No es un trabajo sino un maltrato”, subrayó.
Volver al potrero
El sueño de Castello es “volver a llevar a los clubes rosarinos a los primeros lugares en las competencias nacionales, con figuras destacadas que deben aparecer en forma continua, para insertarse internacionalmente, y de esta manera lograr nuevas fuentes de ingresos genuinos para los clubes”
Y para ello, siente que es “es fundamental que los clubes deportivos cumplan la función social que muchos gobiernos de turno han decidido anular” y remarcó: “El dirigente que olvida que los clubes barriales han sido creados para la contención y el desarrollo de niños y jóvenes, está traicionando los objetivos para lo cual fueron fundados. Los que destruyen clubes infantiles barriales, responden a intereses sucios y nefastos y pierden clientes para sus oscuros negocios”, terminó.