Javier Cigno
Yo vi a dos futbolistas que están transitando los últimos pasos de sus exitosas carreras aunque con diferentes presentes: Juan Román Riquelme y Juan Sebastian Verón, dos grandes del fútbol argentino y mundial que están despidiendose de distintas maneras, uno con la calidad intacta y el otro con más pena que gloria.
El de Boca es tan crack, que aún estando lejos de su nivel, se las arregla para ser determinante en el campo. Ayer, por caso, bastaron dos pinceladas suyas para servirle la victoria a su equipo.
El del Pincha, que alguna vez se retiró a tiempo y con honores pero se arrepintió y volvió, hoy anda deambulando por la cancha, fuera de forma, sólo juega por portación de apellido y entró en la delgada y triste línea en que el fútbol está cerca de retirarlo a él.
Riquelme y Verón, otrora dos crácks hoy con presentes parecidos pero distintos, uno busca dar la vuelta mientras que el otro... parece ya estar de vuelta.
Pablo Montenegro
Yo vi a dos jugadores que con un par de movimientos mostraron su pertenencia a la raza de goleadores. Uno, de calidad comprobada 302 veces; el otro, habiendo dado el sábado su primer paso en la elite y prometiendo muchos goles por venir.
El primero es David Trezeguet, que en la resolución del centro de Cáceres que acabó en su gol de palomita exhibió los años enteros de lustre a la clase y la categoría que Dios le dio. Sin vacilar, con el timming justo, se zambulló mirando la pelota con los ojos abiertos y martilló para que el arquero vuele solo por obligación.
El segundo es Walter Acuña, atacante de Central que venimos viendo en Reserva y que se cansó de hacer goles en inferiores. El pibito entró con desfachatez pero con gran sentido del puesto. Y en sus tres primeras intervenciones se tuteó con el gol: en una reventó el palo tras un enganche hacia adentro; en otra desairó a la defensa y mandó un centro de la muerte que nadie recibió; y en la tercera se acomodó magistralmente para recibir un pase-gol de Ferrari que terminó tapando Rulli.
Los dos, con los años de carrera que los separan y suerte dispar, hicieron el sábado lo que dice el manual del buen delantero. Un libro imaginario que bien podría haber escrito Trezeguet y del que el pibe Acuña parece estar estudiando con ganas.
Lalo Falcioni
Yo vi a los referentes de Newell´s rebelarse contra la impaciencia que volvió al Coloso, después de mucho tiempo, el sábado a la noche en el partido contra San Lorenzo. Gabriel Heinze se fue al vestuario encendido como una brasa, pidiéndole a la gente que aplauda y reconozca el esfuerzo del equipo. Un rato antes, Maximiliano Rodríguez trató de calmar los murmullos de la platea haciendo la inequívoca seña de las palmas hacia abajo. Y Lucas Bernardi, cuando se retiró en el final del partido, agachó la cabeza sin prestarle demasiada atención a los aplausos de la gente, que en buena parte estaban dirigidos al ingreso del Mudo Villalba.
Particularmente creo que los jugadores no tienen licencia para manejar como a marionetas las emociones de los hinchas, sin siquiera pretender meterme en ese temerario terreno cuyo símbolo alegórico debiera ser una veleta.
Pero también creo que si Newell´s llegó a un momento de gloria como pocas veces en su historia con este estilo de juego, precisamente este es el momento en el que no debe cambiarlo ni negociarlo. Para la Lepra, tres, cuatro, diez, mil pases atrás, al final siempre fueron un gran paso hacia adelante. Eso, su gente, ya debería tenerlo aprendido como el camino de su casa al Coloso.
Pablo Paván
Yo vi, advertí, tres momentos de la vorágine que abraza al Newell’s de Berti. Uno fue en cancha, durante el juego y lo protagonizó el público. El "Mudo-Mudo" que bajó de las tribunas del Bielsa no tuvo como destinatario al propio Villalba, fue un canto popular, un pedido al entrenador, una muestra gratis del consenso que existe en la opinión pública leprosa.
Parecido al "David-David" que apoya la inclusión de Trezeguet y le contesta a los hinchas de River que el francés -por más que en Núñez también coreen su nombre- tiene puesta la roja y negra.
El otro instante que capturé fue el gesto de Heinze una vez finalizado el juego. El Gringo le pidió insistentemente a la gente que aplauda, que reconozca, que tenga memoria del pasado reciente de su club, pero aún más, del no tan lejano tiempo en donde las victorias eran esquivas. Al fin y al cabo, buscó crédito en una noche de pocos avales aunque enmarcada en un proceso de alta cotización.
La tercera arista la entregó Bernardi en diálogo con los colegas de ‘Despertate’, el programa que conduce Gonzalo Bonadeo en TyC Sports. Lucas, como casi siempre que habla, dijo. Tocó muchos temas y entre ellos, marcó que Sabella entrena a una selección y por ende, no puede armar un equipo para quedar bien con todos, sino que debe llamar a los mejores y Maxi está entre ellos.
De pedidos, broncas y sinceramientos. El triángulo que se encaja en el Parque Independencia, no admite ser el de las Bermudas. Nada puede perderse. Más bien, todo debe afirmarse. Es hora de ponerse los pantalones largos.
Omar Denoya
Yo vi a Newell´s ser superado por San Lorenzo. Me atrevo a decir que es lo único cierto. Como en ese banco frente al río Charles del relato borgeano, yo los ví, juntos, en el Coloso. La misma nobleza, una intención de prevalecer a partir de virtudes propias, sin especulaciones, con la pelota como objetivo primario, hasta parecen compartir cierta generosidad por esto de producir muchas situaciones para convertir un porcentaje mínimo.
Con los matices propios de los diferentes estadíos en los que se encuentran. La misma idea, siempre ponderable, con los errores propios de quien quiere atraparla antes del tiempo indicado y las limitaciones de quien parece mirarla de lejos añorando un brío perdido.
Sobran pruebas que los emparentan, no así para demostrar que uno es el futuro y "el otro" ( a propósito del relato borgeano) el pasado. Si así fuese, conviene recordar aquéllo de Churchill de que "el éxito no dura para siempre y el final no es el fracaso: lo que cuenta es el valor de seguir adelante...". Vale por si esas canas vistas el sábado denotaran envejecimiento, además de la reconocida sabiduría.
Juan Pablo Gervatti
Yo vi el inicio del final. Sí señores, el comienzo de los 100 metros libres del torneo mas importante del fútbol doméstico. Tan solo cuatro fechas con todos los condimentos propios de un cierre para alquilar balcones, con doce unidades en juego y un único puntero con nombre y apellido propio como es hoy, Newells Old Boys.
Que lejos está de ese equipo casi imbatible de las primeras once fechas pero que sostiene ese liderazgo en base a la adrenalina de juego sostenido que lo llevó a rozar los 30 puntos sobre los 45 ya disputados. Por detrás, encolumnar y reconocer el juego impuesto por Pizzi en San Lorenzo, el esfuerzo de Bianchi por salvar el año en el mundo Boca, Arsenal lejos del ideal pero con certezas de que con poco puede alcanzar el todo y un poquito más atrás Lanús con el sello y la convicción de un técnico joven que afianza una idea que deja fecha a fecha mucho por analizar.
El 2013 marca a esta altura que no habrá campeón récord en puntos ni tampoco un vencedor anticipado, pero sí advierte que el final será voraz, intenso y destructor. Claro que lo hecho, hecho está: las cartas están sobre la mesa y no hay arma secreta ni mano negra, hasta el momento, que pueda torcer el destino de un campeonato que nos mantiene, a quince fechas del comienzo, paralizados como en aquel primer momento.

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