“Mi viejo decía que «el tiempo lo ecualiza todo”. Gustavo Santaolalla recordó la enseñanza recibida durante un alto en el concierto que brindó junto a su banda el último sábado en el teatro El Círculo, en marco de la gira Desandando el Camino.

La anécdota devenida en certeza se coló cuando el músico recordó las críticas recibidas “en los ’70”, en momentos en los que se le ocurrió cruzar el folclore con progesivo. “Yo quería aportar al rock de mundo desde este lugar del planeta”, dijo. (Y vaya que lo logró)


Tras más de dos horas y media, y con un concierto en dos etapas, se fusionaron con elegancia distintos géneros y una multiplicidad de instrumentos repartidos en un quinteto.

El mismo estuvo integrado por Javier Casalla en violín, armónica y guitarras; Nicolás Rainone en bajo, contrabajo y viola; Pablo González en batería; Andrés Beewsaert en piano y teclados varios; y Barbarita Palacios, en guitarra, ukelele y percusión, entre otros créditos.

Tras una introducción, el setlist abrió con (valga la redundancia) con “Abre tu mente”. Las referencias a Arco Iris siguieron con “¿Quién es esa chica?” –con una superlativa intervención de Casalla– “Y una flor” –en la voz de Palacios–, “Camino” –que marcó el ingreso de González– y “Hoy te miré” –en una versión que fue del susurro al wah wah–.

Tras esa primera seguidilla, la tramoya sonora desplegada hasta el momento anticipaba el resto de la velada: canciones capaces de hilvanar folk, rock (and roll y progesivo), blues, jazz, folclore, tango, milonga y country.

Todo fue posible gracias al ropaje pensado para cada tema, con gran variedad de instrumentos que fueron del clavicordio a las campanas tubulares y del ukelele a la flauta. El valor es de la y los instrumentistas que rodearon al ex Soluna. El crédito es de Santaolalla, del músico que puso en escena esa misma inteligencia y pericia que demostró a la hora de producir a numerosos artistas.

El disfrute arriba y abajo del escenario continuó con “Zamba” y “Quiero llegar”. Este último, que precedió a “Canción de cuna para el niño astronauta” y “Río de penas” subió los decibeles al plano del rock and roll (a tal punto que Beewsaert se “arrancó” el retorno). Y tuvo su rebote en un público variopinto.

gustavo santaolalla

“Somos nuestra propia banda soporte”, explicó el dos veces ganador al Oscar por las bandas de sonido de Babel y Secreto en la montaña, en un juego de palabras que sirvió para anunciar el cierre de la primera etap. y el comienzo de un intervalo que rondó los 20 minutos.

En la continuidad del murmullo del auditorio, la segunda etapa inició con una versión a capela de “El cardón”, de León Gieco, seguida por “No existe fuerza en el mundo”.

Tanto Gieco como Mercedes Sosa y Milton Nascimento (al momento de “Río de penas”) fueron citados en el concierto por Santaolalla quien también recordó al poeta rosarino Fabricio Simeoni en la dedicatoria de “Vecinos” (cuya letra reza “dentro tuyo van, algún inquilino, un viejo... vecino”),

El recorrido posterior incluyó algunas producciones más recientes, como fragmentos de las bandas de sonido de las películas Secreto y Diarios de motocicleta (“Ronroco”, del disco “De Ushuaia…) y el tema principal del videojuego The last of us, con canciones de los ’90, como “Todo vale”.

Las versiones de “Paraíso sideral” –a la altura del calificativo–, “Mañana campestre”, y “De Ushuaia a La Quiaca” se llevaron los gestos de admiración de este segundo segmento que cerró con “Ando rodando”.

A esta altura, el “Raconto” prometido (título de su último disco) guardaba para los bises tres momentos: la baguala “No sé que tienen mis penas” (otra vez Gieco) con un Santaolalla de pie y frente al telón, acompañado sólo por una caja; una remozada versión de “Sudamérica” y “Pa' bailar”, de Bajofondo.

Esas tres canciones completaron la lista de temas de un concierto que empezó a las 9.15 y se extendió hasta cerca de la medianoche.Tres expresiones sonoras que marcaron el final de un “road show” a través del tiempo y los géneros.

Esa intención de “aportar al rock del mundo desde este lugar del planeta” sellaba un nuevo capítulo en un concierto capaz de ecualizarlo todo.