Había dos milagros posibles, pero uno solo podía ser realidad. El del candidato que llegó al balotaje siendo ministro de Economía de un gobierno que defraudó todas las expectativas y cerraba el año con 142% de inflación tropezó en el metro final. En cambio, sucedió el del economista que llegó a presidente con la carrera política más corta de la historia, montado en una ola de hartazgo y bronca tan poderosa que no importaron las idas y vueltas sobre sus ideas económicas, la reivindicación de la dictadura y su concepción de una sociedad de mercado en extremo individualista.

La Argentina de este lunes no se parece en nada al pasado. Será gobernada por una fuerza política marginal de ultraderecha, que en un parpadeo histórico de dos años se coló por las fisuras de un sistema político incapaz de dar respuestas a los problemas reales, pero muy funcional a sus miembros. La “maldita casta” que Milei utilizó como bandera y que sin ponerse colorado este domingo invitó a incorporarse a su gobierno. Una de las novedades de La Libertad Avanza es la incorporación a la vida política de un sector joven, transversal en términos sociales, que los partidos tradicionales no registraban y, evidentemente, tampoco representaban.


Milei al gobierno, Macri al poder

 

Cuando esa fuerza marginal se quedaba sin combustible, en la recta final, entonces salió a escena Mauricio Macri. Puso aparato, fiscalización, arrimó patrocinadores, consejos y los fierros mediáticos. Y sobre todo un piso de sensatez. El Macri que en estos tiempos ambiciona poder más que cargos, el que pone el presidente de Boca o el presidente de la Argentina, estuvo desde el principio detrás del libertario mientras palmeaba la espalda de Patricia Bullrich.

Milei al gobierno, Macri al poder. Buen título para la serie. El macrismo se siente parte de la victoria, con razón, y pretende cobrar en ventanilla. Se abre ahí un hilo de suspenso. ¿Cuánto espacio está dispuesto a ceder el nuevo presidente? ¿Cuántas de sus ideas “más extremas” está dispuesto a negociar? No hay por qué hacer futurismo, pero sí cabe decir que la alianza de última instancia entre Milei y Macri plantó un doble comando que, inevitablemente, tiene reminiscencias con la traumática experiencia Fernández-Fernández.

Vuelta de página

 

El kirchnerismo convirtió al peronismo de estos días en un partido y un gobierno conservador, incapaz de recomponer con parte de la sociedad y de conectar con otra. Que fue despreciada mayoritariamente en las urnas incluso por su electorado histórico. Es notable la diferencia a favor de Milei en mesas de barrios periféricos de Rosario.

Este lunes también para el peronismo empieza una nueva historia. No hay alternativa. El conejo de la galera lo sacó Cristina Fernández en 2019 y cuatro años después se lo cenaron Milei y Macri. El peronismo marcha hacia un reseteo programático, generacional, de liderazgo. Algo de eso Massa se traía entre manos, pero ahora que perdió es una tarea conjunta que deberá realizarse desde el llano. Las gobernaciones de Axel Kicillof y Martín Llaryora están llamados a ser dos faros aglutinadores, aunque no probablemente no los únicos.

 
Los días por venir

 

El escenario de la derrota siempre es amargo, pero más cuando el que pierde es ministro de una economía extremadamente frágil. Por eso Massa habló como candidato vencido, pero también como ministro con fecha de vencimiento. Les tiró la pelota a Milei y al presidente. Al primero le recordó que en adelante la responsabilidad de dar certezas le corresponde a él; y al presidente le pidió que mañana mismo inicie el proceso de transición. Es decir, que comprometa a Milei con la suerte de los días por venir.

Hay por delante 20 días frenéticos y riesgo de vacío de poder. Alguien podrá pensar que siendo un lapso tan corto, la racionalidad se impondrá y el 10 de diciembre llega rápido. Sin embargo no es tan sencillo. En economía y política, a veces las cosas toman una dinámica que, como con las líneas paralelas, no hay forma de que se entrecrucen con la racionalidad.

El ejemplo más a mano es la inercia autodestructiva que tomó el enfrentamiento Fernández- Fernández y que –sequía mediante, caída de reservas. FMI y otras plagas– concluye entregándole la banda a un presidente de ultraderecha que reivindica la dictadura y, camuflado detrás del hartazgo y la bronca social, pone en cuestionamiento los consensos sagrados de la democracia recuperada en 1983. Juntos por el Cambio, también hizo lo propio cuando con su propia música siguió bailando mientras el barco se hundía.

¿Quién gobierna estos 20 días? Lo único que mantenía unidos a Cristina, el presidente y Massa se cortó este domingo. Cristina seguirá en silencio. Para el presidente se terminó la plancha: Massa le tiró la pelota y Milei le avisó que, pase lo que pase, hasta el 10 de diciembre es su responsabilidad.

El escenario de la victoria

 

El presidente electo no dio señales claras de lo que viene desde el escenario de la victoria. Apenas avisó que “no hay lugar para gradualismos” y advirtió sobre la protesta social con una generalidad legalista –“Dentro de la ley todo, fuera de la ley nada”– que nada dice de las complejidades que se cuecen cuando las multitudes enfilan sus pies hacia los centros de representación política.

Tampoco mostró las cartas para la economía, salvo la ratificación de que cumplirá los compromisos financieros del Estado. Veinte días para armar –y negociar– un gabinete es poco. Santiago Caputo y Karina Milei ocuparán lugares claves. Llamó la atención la ausencia de Victoria Villarruel en el escenario principal, donde sí estuvo su hermana. ¿El presidente electo que dice que “el que las hace las paga” hará propia la liberación de los represores de la dictadura que milita la vicepresidenta Villaruel? Con todos los frentes que piensa abrir y las resistencias que prevé, ¿querrá Milei gastar energías en esa batalla?

Federico Stuzenegger parece el nombre más probable para ministro de Economía. Además que comparte ideas económicas con Milei, es respetado por los mercados financieros y como especialista en macroeconomía. Fue el primer presidente del Banco Central de la era Macri, y se tuvo que ir cuando hirió la credibilidad sobre la autonomía de la entidad que tanto pregonaba Juntos por el Cambio.


La calle para hablar de economía

 

Todo está por verse en la era MIlei. Al sillón de Rivadavia lo empujaron la bronca y el hastío social, no las certidumbres de lo que hará y hacia dónde va. Este domingo no evacuó ninguna de las contradicciones que se vieron en su campaña. Sólo habló de que “no es fácil la Argentina que viene”, pero no mencionó la dolarización, ni cómo se traducirá la metáfora de la motosierra que recorta subsidios y presupuestos de salud y educación en la vida de las familias argentinas. 

No habló directamente de medidas económicas, pero habló de la calle, que es como hablar de economía sin mencionarla. Ese “no es fácil la Argentina que viene” refiere a la calle, a las protestas y la resistencia. Ya no es una suposición conspiranoica, sino un aviso concreto. La calle, que fue escenario de páginas tan memorables como dolorosas de la historia argentina, está destinada a ser, una vez más, el tenso teatro de operaciones en el gobierno de Javier Milei. Y ya se sabe que cuando “la inspiración viene desde el cielo”, como dijo el presidente electo, la racionalidad tiene pocas oportunidades.