Una serie de videos que retratan hechos de hurtos en el macrocentro de Rosario puso sobre el tapete, sobre todo en redes sociales, a un joven apodado Colo de la Sexta, conocido desde mediados de la década pasada por leer poemas en el predio de la Sibera, de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Fuentes policiales hicieron saber que el muchacho en cuestión, Matías R. (30 años), fue demorado siete veces entre junio y julio, por llevar consigo picaportes metálicos posiblemente robados, aunque probar ello en un proceso judicial no sea tan sencillo.

En todas las ocasiones, el Colo pasó unas horas en los calabozos de las comisarías 1ª y 2ª, hasta que un fiscal le otorgó la libertad, ya sea porque los damnificados no realizaron denuncia alguna; por desconocerse el origen preciso de los elementos secuestrados, o por falta de antecedentes condenatorios, plantearon voceros policiales a Rosario3.

El auge de esta clase de robo en gran parte de la ciudad, que causa perjuicios económicos y agrava el malestar social, sumado a la supuesta inacción de la Justicia, provocó que varios pongan el grito en el cielo en un reclamo que, por supuesto, no se cierne sólo a Matías R., sino contra miles de personas que subsisten con este tipo de delito precario, muchas de ellas con problemas de consumo de drogas duras que provocan un gran deterioro físico y mental, como la cocaína fumada en pipa, de gran circulación en los últimos años.

¿Por qué Matías R. no queda detenido o ni siquiera es imputado de un delito? Si personal policial aprehende a una persona en la calle con una mochila con picaportes u otros elementos y no se puede determinar el origen de las piezas –es decir, si son robadas o hurtadas y de dónde–, ello por sí solo no podría configurar ni hurto, ni robo, ni siquiera un encubrimiento, porque no hay un delito previo, señalaron funcionarios judiciales.

Además, los delitos de hurto, robo simple consumados o en grado de tentativa contemplan penas bajas, por lo que la valoración de una prisión preventiva a menudo no tiene curso en una audiencia imputativa. En tanto, las condenas por este tipo de delitos –sin violencia y uso de armas– son generalmente bajas.

Otro punto que valoran los funcionarios judiciales es el hecho de meter tras las rejas a personas que cometieron delitos de baja lesividad en un contexto de sobrepoblación carcelaria.

En septiembre de 2017 se estrenó en un cine de Rosario “Pasos de un Colorado”, un documental de sobre la vida de Matías R., que hoy puede verse en YouTube. En poco más de una hora, el filme narraba su niñez como uno de los tantos pibes que iba a pedir al predio de La Siberia, entre otras peripecias de su vida difícil, hasta la publicación artesanal de su libro de poemas "Un relato colorado: ella y yo".

Seis años después, la realidad de Matías R. parece haberse agravado, al punto de que sus detenciones, en los últimos meses, superan las 20, según estiman fuentes policiales. Algo falló.

Acaso el escrache que se ganó Matías R. por ser un personaje conocido de sus años como el poeta de la Sexta tape una de las cuestiones de fondo, como ser el control de los antros que reducen los elementos robados. Y el seguimiento por parte de los organismos del Estado de los jóvenes en situación de vulnerabilidad que alguna vez recibieron asistencia y contención, pero siguen a la deriva.

Los operativos policiales y municipales contra chatarrerías fueron promocionados desde las gestiones, pero cuando bajó la marea, todo pareció volver a la normalidad. Mientras, la economía de la marginalidad sigue arrasando con cables, medidores de agua, placas de cementerios y picaportes.