El principal espacio político de la oposición, Juntos por el Cambio (JxC), está en pleno estado de ebullición.Todo se ha empezado mover en un año electoral pese a la pandemia. La aparición pública del ex presidente Mauricio Macri con la presentación de su libro y su raid por los medios, hasta ahora de Buenos Aires. La pronta reaparición en la escena de María Eugenia Vidal, también con libro propio y con agenda para Rosario en abril.

El discurso confrontativo de Patricia Bullrich para con el gobierno nacional. Las recorridas de Miguel Pichetto por el país. Los radicales haciendo el juego que más le gusta (las internas) y con una idea de liderar con candidato propio. Y, cuando ella quiere, las irrupciones de Lilita Carrió. Mientras tanto, hay un actor que mira y se refugia en la gestión desde donde ha empezado a construir un proyecto que va más allá de la Ciudad de Buenos Aires (CABA) y es su jefe de gobierno, Horacio Rodríguez Larreta. Hay que prestarle atención, incluso con sus silencios.

El dirigente porteño reconoce que de un momento para otro con la pandemia tuvo una centralidad que lo puso en la vidriera nacional. Y mucho más desde el momento en que el presidente Alberto Fernández lo colocó en la vereda de enfrente al podarle los fondos de la coparticipación que tenía la Ciudad. Si bien el desgate que significa gobernar en un momento sanitario como el presente y el pase de factura que le hacen los halcones de su propio espacio por no ser más duro con la gestión del Frente de Todos, Rodríguez Larreta se sostiene por sí mismo.



Lo primero es lo primero. El jefe de Gobierno quiere ser Presidente. Lo edulcora con frases como “tengo vocación de responsabilidades mayores”, pero no lo niega. Ahora bien, ¿cuál es el diagnóstico que hace su equipo? “Que la grieta es un camino que alcanza para ganar una elección pero que no sirve para gobernar”, analiza uno de sus armadores. Es por eso que insisten en que hay que agrandar el espacio que sostiene JxC y salir a buscar los votos que, por ejemplo, no irían a Macri. Creen que más allá de que se puedan imponer en los próximos comicios, no alcanzará para gobernar un país que requiere de ponerse de acuerdo en al menos diez puntos básicos con una oposición que no busque destruir al otro sino construir un proyecto de país sólido en el tiempo.

Los operadores de Larreta ponen como ejemplo el armado político en CABA: juntar al PRO con referentes del radicalismo, socialistas como Roy Cortina, la Coalición Cívica y hasta se jactan de tener el apoyo del republicano José Luis Espert. Sostienen que ese modelo debe proyectarse a nivel país. Pero con una condición y es que “por ensanchar más el espacio no se puede destruir lo que ya se consiguió y que viene casi sin fisuras: Juntos por el Cambio”, aseguran a rajatabla. Por eso las palomas, como los llaman a los moderados del PRO, no ven con malos ojos el discurso radicalizado y de derecha que propone Bullrich ya que es una manera de contener a ese extremo dentro del espacio.

Otra idea que anida en CABA es que el liderazgo que quiere retomar el ex presidente de la Nación puede ser una manera de plantarse este año para poner “freno” a los valores que expresa el kirchnerismo y aguadar al 2023 para constituir en espacio de “alternancia” a la hora de la elección presidencial.

Lo complejo de la bota

 

Y aquí aparece en escena Santa Fe. “Es recompleja la situación en la provincia”, responden. Larreta entiende que hay una oportunidad no sólo de poner freno al gobierno de Omar Perotti, del que realmente se siente desencantado, sino de construir un frente que puede ser una alternativa al justicialismo unido. Eso sí se columpian entre un escenario de victoria que le permitan quedarse con los dos senadores de la mayoría si es que logran armar un Frente de Frentes, o directamente quedarse sin nada si es que va dividida la oposición y Miguel Lifschitz (si confirma que finalmente ya a ser candidato) les arrebate la banca que hoy tiene Carlos Reutemann.

Ya no tienen en Santa Fe a un Miguel Del Sel para ser candidato. Tienden puentes y reciben tanto al armador del PRO en la provincia, como lo es Federico Angelini, como así también a Roy López Molina en tándem con José Corral. De allí hasta hoy saldrá quien sería el candidato a senador del PRO, con primarias o acuerdo electoral mediante. De Lifschitz y los socialistas ya empezaron a olvidarse para este año. Pero para el 2023 no se descartan ni uno ni otros.



También es recurrente el nombre del intendente Pablo Javkin en las respuestas de los voceros del larretismo a quien ven muy cercano por el perfil de conducción. Aguardan un gesto del rosarino.

Mientras tanto, se muestran muy distantes de las internas que tiene JxC en Rosario donde al menos puede haber hasta cuatro listas de candidatos a concejal si es que se hacen las Paso.
Larreta está hoy urgido por la gestión en el medio de la pandemia. Pero es un animal político que mira más allá de las vicisitudes de la coyuntura. El tiempo lo dirá. El reloj cronológico le sigue jugando a su favor: tiene 55 años. Además, gobierna una jurisdicción de donde salieron 3 de los 7 presidentes que desde el retorno de la democracia eligieron los argentinos.