Desde el Centro de Neurociencias Cajal del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de España, se demostró que el ejercicio y actividad física mejoran la diversidad de las bacterias que habitan en el intestino, la microbiota.
Publicado en eBioMedicine (The Lancet), el estudio abre vías para desarrollar futuras terapias basadas en la microbiota frente a enfermedades neurodegenerativas y trastornos cognitivos. Estos cambios en la microbiota intestinal modulan, en gran medida, los efectos del ejercicio físico en el cerebro, a la vez que mejoran el rendimiento cognitivo, discriminación espacial y desarrollo de nuevas neuronas en el hipocampo, una región clave en la memoria y aprendizaje.
“Aunque sabíamos desde hace tiempo que hacer ejercicio de forma regular mejora la salud del cerebro, desconocíamos el papel específico de la microbiota intestinal en este proceso, nuestro modelo experimental nos ha permitido comprobarlo”, explicaron los investigadores, quienes desarrollaron su estudio en ratones.
Ejercicio en su justa medida
Los beneficios cognitivos dependen del ejercicio físico, especialmente si se practica de forma moderada. Esto se debe a que un aumento excesivo de la intensidad o duración provoca que pierda su eficacia. “Hay un punto óptimo de ejercicio desde el cual se logran beneficios, y pasarse de esa dosis puede no solo no ayudar, sino impedir esas mejoras”, subrayaron.
Si bien los experimentos fueron realizados en modelos animales, estos resultados plantean grandes implicaciones para la salud humana porque respaldan la idea de que "el impacto del ejercicio sobre el cerebro depende del tipo, duración e intensidad de mismo", a la vez que personalizar el ejercicio físico según las características fisiológicas y microbianas de cada persona, puede maximizar sus beneficios.
“Deberíamos replantearnos la idea que más ejercicio no siempre es mejor. Una práctica moderada, constante y adaptada a cada persona puede ser más eficaz tanto para el cuerpo como para el cerebro”, concluyeron.
Fuente: EFE.



