*Enviada especial

En un sexto piso sobre Rivadavia, un chico tiende la ropa como si abajo no hubiera baile, no hubiera ruido, las parrillas no siguieran prendidas. No hubiera fuego verde, naranja, violeta.

Del otro lado, sobre Hipólito Yrigoyen, un trapo verde resiste en un balcón tanto celeste allá abajo. Otra vez, todo parece cuestión de ubicación.

Los pro aborto legal ocupan Avenida de Mayo, Rivadavia y varias cuadras de Callao.

Todo y todos están en la calle, la plaza es territorio neutral. El separador de un bando y otro.

Sentados en un cordón, Agustina se retoca el Glitter verde de los ojos, tan brillante como la boca púrpura. Desde Avellaneda volvió al Congreso confiada del festejo: es hoy. O mejor dicho, puede ser mañana cuando se sepa si la interrupción voluntaria del embarazo se convierte en ley. La sesión viene para largo.

Lo de Renato es puro apoyo. “Que hable ella, yo sólo acompaño", pide. ¿Por qué? “Porque yo nunca voy a poder abortar, es su cuerpo", razona. Los acompaña Pedro, un amigo trans que prefiere no hablar pero asiente cada palabra. La decisión es de la o el que gesta. 

Del otro lado de la plaza, otro hombre no rehúye del protagonismo. Arriba del escenario, micrófono en mano, aúlla: “¡Pavadas! ¡Lacras!”. Hablaba la oficialista (verde) Nancy González.

A poco de iniciada la sesión el oficialismo habría conseguido suprimir una palabra clave del articulado que garantizaría los votos para la sanción. ¿Será hoy?

Todavía es temprano para saber y afuera todo es baile, de un lado y del otro. Faltan aún más de 40 oradores. 

“¡A cantar! ¡A cantar!", levanta el sacerdote. Y los pañuelos celestes se agitan.

Del otro lado, los verdes también.