Omar Perotti descendió del avión que lo llevó al norte de África y se fue al acto del 25 de Mayo… pero en Santa Fe, a distancia del palco de Cristina Fernández, como la gran mayoría de los gobernadores. Al igual que la vicepresidenta, el rafaelino aprovechó el acto patrio para una puesta en escena. Apenas el senador nacional Marcelo Lewandowski ingresó a la Casa Gris, mandó a ubicarlo a la par suya y lo propio hizo con Silvina Frana. Foto inaugural con la fórmula a la gobernación que apadrina y puntapié inicial de una campaña oficialista que quedó marcada por el tirante cierre de listas en el que el gobernador insistió con su delfín Roberto Mirabella hasta una hora y media antes de que venciera el plazo de inscripción.

El principal desafío de Perotti y su precandidato aliado Lewandowski es ahora transitar el proceso electoral y llegar a diciembre ya sin respuestas posibles en materia de seguridad. La calle sigue fuera de control y una vez más interfiere una interna dentro del gobierno. Esta vez entre el ministro Claudio Brilloni y sus pares perottistas Marcos Corach y Celia Arena, que ejercitan una suerte de intervención política sobre el área. 
Una de las primeras señales fue cuando horas después del cierre de listas el gobernador dio la orden de convocar a todos los precandidatos a la gobernación a una reunión para empezar a discutir políticas de seguridad. Los motivos son fáciles de adivinar: “Tanto que me torean y critican, vengan y muestren sus propuestas y especialistas en seguridad”, les está diciendo el mandatario. Da por descontado que la mayoría cuestiona pero nos lo tiene. A la vez es una especie de abrazo de oso: si se sientan a la mesa y escuchamos sus sugerencias serán socios en la gestión de la transición.

Como chicana es efectiva, pero tiene derivaciones. En la práctica esa convocatoria da por iniciada la transición de gobierno en el área de seguridad sin haber sido elegidas las nuevas autoridades. Un caso inédito, una confesión de impotencia ante una realidad inabordable para un gobierno que va por su cuarto ministro.

Brilloni es partidario de desactivar esa convocatoria, o al menos de bajarle el perfil. No ve nada positivo en una reunión para la foto presidida por la ministra Celia Arena.

Un segundo episodio ocurrió 15 días atrás, cuando en medio de balaceras y muertos Brilloni reunió a la plana mayor de la Policía de Rosario. Le contó a Corach, que se autoinvitó y se vino a Rosario. Arena y Corach creen que hay jefes policiales que le toman el tiempo a Brilloni y no están comprometidos. 

A la salida de la reunión ambos ministros dieron versiones contradictorias. Corach mostró disconformidad con el accionar policial y exigió mayor compromiso a los jefes. Brilloni habló en términos positivos de una reunión para coordinar y evitó cuestionamientos públicos. Horas después hizo la misma reunión con los jefes de Santa Fe, pero esta vez no se la informó a su par de Gestión Pública.

Esta semana hubo un nuevo capítulo. El ministro Corach se apersonó en la sede del 911 sin Brilloni y dio entrevistas, entre ellas a De 12 a 14, donde plantó la hipótesis de que la viralización de mensajes con amenazas a la población y a escuelas tenía que ver con el año electoral y apuntó a “algún sector de la oposición”. Con tino, el periodista Sergio Roullier le pidió precisiones que el ministro admitió no tener y negó que el gobierno se estuviera victimizando.

En la oposición nadie se subió al ring. “Una cosa es que armen un relato, por eso nadie se engancha; lo grave sería que realmente se lo crean”, dijo una fuente cercana a una precandidata opositora. Desde el pullarismo abonan esa idea: “Lo que está ocurriendo es lo que Maxi (Pullaro) viene diciendo. Es descontrol de la cárcel, autogobierno policial, falta de liderazgo policial y, algo gravísimo, el Ministerio de Seguridad no tiene plata”.

Esa voz cercana al precandidato radical no habla al boleo. El propio ministro Brilloni lo viene diciendo cada vez con más énfasis. “Trabajamos con los recursos que tenemos”, dice en las entrevistas. Cuando los micrófonos se apagan, en las reuniones con intendentes, vecinalistas o en contactos con referentes de la oposición que lo llaman para gestionar soluciones, el mensaje se repite: “No puedo porque no me dan los recursos necesarios”. 

La situación volvió a meter tensión adentro del Ministerio, donde dicen que la línea de trabajo de Gustavo Bode, el nuevo secretario de administración financiera, no varió demasiado con la de su antecesora Ana Morel, que tantos conflictos protagonizó con los ministros anteriores. A Bode le reconocen “mejores formas”. Era de esperar: funcionarios técnicos como Morel o Bode responden al Ministerio de Economía o directamente al gobernador. En una de esas dos puertas están los recursos que Brilloni dice que le faltan.

Hay otro aspecto que mete ruido. El perottismo desconfía de la intensa agenda del ministro “sin intermediarios territoriales y en contacto directo” con vecinales, intendentes de todos los colores políticos, legisladores y referentes de la oposición, a pesar de que es la tarea que se le encomendó. Como Brilloni no es un soldado de la causa perottista necesita justificar por qué no puede responder a ciertos reclamos. Eso hace que las quejas se dirijan directamente a Perotti. Es lo que ocurrió hace una semana cuando el intendente Javkin llamó a conferencia de prensa para mostrar la distribución de recursos de seguridad en la provincia. Le hablaba a Perotti, no a Brilloni.

El futuro de Brilloni suma otro motivo de tirantez. La versión en el Ministerio de Seguridad es que fue sondeado para estar en la lista de diputados provinciales que encabeza el gobernador y que declinó participar. Recuerdan que Brilloni le aseguró lealtad hasta el 10 de diciembre y en adelante cada uno haría su camino. Estar en esa lista implicaba prorrogar esa lealtad 4 años.

Ese “no” que habría dado el ministro se suma a los trascendidos de que recibió propuestas para continuar en el cargo después del 10 de diciembre. Marcelo Lewandowski negó haber hecho el ofrecimiento, aunque sí lo considera muy valioso. “Hay que darle todo el apoyo y si las cosas funcionan no descartar nada para el futuro”, dice cuando le preguntan por el área de seguridad. Esos ofrecimientos, se deja trascender, incluirían a sectores de la oposición, aunque aclaran que no es Maximiliano Pullaro, quien tiene equipo de seguridad propio. Si la oferta realmente existió, nadie la va a confirmar. En todo caso lo relevante es que muestra a un ministro en diálogo directo con todos los sectores en forma paralela a los tiempos y prioridades que fijan los ministros políticos.

Brilloni trabaja por estos días en el ascenso y retiro de policías que se da a esta altura de cada año. Eso supone correr o posicionar cuadros policiales, premiar y castigar, lo que genera tensiones e influencias dentro de la fuerza de seguridad. A la vez supone definir perfiles y estructuras de trabajo. “Claudio está abocado a esta tarea para dejar un ministerio lo más ordenado posible y armar un plan a futuro”, dicen en el Ministerio. La gran pregunta es para el futuro de quién.