Hay una mujer que no duerme en el barrio Toba de Rosario. El calor incinera y no hay agua en la casa. Entonces, Laura sale de la cama a las dos de la madrugada y bajo estrellas inmóviles, camina un par de cuadras hasta una canilla de agua potable y carga sus bidones. Cuando asome el sol, esos recipientes serán la única fuente de hidratación para ella y su familia. Del otro lado de la ciudad, Daiana también interrumpe su descanso. Sabe que en Puente Gallego el agua escasea de día y por eso aprovecha la noche para recolectar, pero en su propia casa. Llena la pileta y los botellones, lo que sea que contenga líquido.

Nora en el norte, Brenda en el sur, Celeste más allá todavía, son otras de las tantas buscadoras de agua nocturnas en la ciudad. Vecinas de los barrios más postergados donde soportan las temperaturas extremas con escasez de agua y luz, una situación que en medio del pico de calor experimentan también habitantes del centro y macrocentro de Rosario y cuyos reclamos desesperados colman las pantallas y los titulares. Pero ¿cómo es vivir así cada día del verano?

En el barrio Toba tenemos desde hace muchos años el problema, más en verano, tenemos agua salada que no se puede tomar. Acarreamos agua que sale de una manguerita que los vecinos sacan para que llevemos el agua. Ya hace mucho que sufrimos esto, no somos dignos de usar una ducha, nos bañamos con tachos. Ayer me dolía tanto ver a la gente acarreando agua con su carrito y niños buscando agua para ayudar a mamá y a papá, con botellitas de gaseosas. Es doloroso”, sostuvo Laura ante la consulta de Rosario3.

“No dormimos para cargar fuentones. Me levanto a las dos de la mañana y espero que salga agua y cargamos para tomar del tanque de Roullión 4300 o de Garibaldi, donde los vecinos tienen”, agregó.

Nora está al frente del comedor La Luz en Nuevo Alberdi, es otra recolectora de agua nocturna y según manifestó, el verano en la pobreza puede volverse infernal. “La estamos pasando muy mal, la luz está más estable, pero tenemos muy baja presión de agua. Sobre que ya sufren la pobreza, muchos son cartoneros, gente que anda con sus carritos a mano todo el día, cuando llegan a sus casas, no tienen una gota de agua. Da mucha impotencia, no poder llegar y mojarte un poco, las criaturas pasan mucho calor, están hacinados y sin agua. Vivimos malamente”, indicó sobre los habitantes de su zona.

Desde Puente Gallego, Brenda coincidió: el calor desgasta pero más aún sin agua ni luz regulares. “Tengo que ir a la orilla de la calle donde hay una manguera, ponerla a nivel del piso para poder sacar un poco de agua. La luz, ni hablar. Durante 5 días no tuve y después volvió bajísima, ni siquiera te tira el ventilador para zafar del calor un poco. Hicimos los reclamos que corresponden y jamás nos dieron respuesta”, apuntó.

Y sumó: “La vamos llevando como podemos, no me queda otra que comprar bidones de agua –le cuestan 350 pesos y le duran medio día– y después ir a molestar a mi vecino o irnos de un familiar en otro barrio para bañarnos y no molestar siempre al mismo. Aparte buscamos botellas de agua que cargamos y ponemos en la heladera. Es muy cansador y no sabemos si se va a solucionar porque nadie nos responde”.

Celeste vive con su familia en el asentamiento Piamonte, sobre una calle de tierra. “No nos llega el agua de este lado, luz buena tampoco tenemos. No te tira el ventilador, agua cero”, resumió sobre el desolador escenario donde está asentada su casita de chapa y material. “De noche junto agua para tener en el día. Tengo bidones y lleno. La casa es re calurosa, es baja y no le pega la sombra”, comentó sobre cómo pasa el verano.

Rosario3

Los que menos se quejan

 

Patricia Bilotta es médica generalista desde hace más de 20 años. Actualmente trabaja en el Centro de Salud 12 de Octubre ubicado en Maestro Massa 470, pero ha recorrido toda la ciudad. Consultada sobre cómo se atraviesa el calor tórrido en los barrios populares, observó: “En mi experiencia, la gente muy humilde, pero muy humilde, nunca entra al centro de salud diciendo: «Uyyyy qué calor hace o uyyy que frío». No creo que haya que romantizar a la pobreza, lamentablemente son los que menos se quejan”, confió.

“Con estos días de calor, la gente en el barrio se levanta más temprano, están mucho en la vereda sentados tomando fresco, arman las "pelopinchos" en los patiecitos o las veredas (si es que tienen veredas) y su patología predominante son las enfermedades gastrointestinales agudas (especialmente los niños), parasitosis, dermatitis alérgicas (forúnculos) generalmente por falta de higiene correcta”, precisó sobre las consecuencias que la pobreza asociada al calor, imprime en los cuerpos.

Por último, manifestó: “Realmente no creo que eso haya cambiado tanto en los últimos 5 o 10 años. Crece mucho la población en Rosario, no sabemos cuándo de golpe se crean nuevos pequeños barrios o se amplían los clásicos y la gente de las zonas más vulnerables generalmente y por desgracia, están acostumbrados a no tener y se adaptan”.

Injusticia social ambiental

 

El titular de la Cátedra del Agua de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Aníbal Fascendini también relacionó el calor de los que menos tienen con el agua. “Es un problema de mucho tiempo que responde a un diseño urbano que se repite en otras ciudades del mundo: los que estamos entre los bulevares tenemos una situación de mejoría para soportar las altas temperaturas con acceso al agua y los que están fuera de los bulevares se les vuelve complicado”, expresó.

Además, remarcó: “Esto marca, y hay que decirlo, una injusticia social ambiental en los barrios populares que tienen problemas para acceder al agua potable y refrescarse”.

Fascendini consideró que existe una responsabilidad estatal y otra social. “Los gastos de potabilizar el agua necesitan inversiones. El agua se debe dejar de facturar, los gastos deben incorporarse a la estructura tributaria de la Provincia, como lo es, por ejemplo, la educación pública. Tiene que haber una buena distribución también y para eso los caños deben estar en buen estado porque es a través de ellos que se distribuye el agua y para eso hay que invertir”, explicó y propuso: “La Cátedra del Agua plantea la necesidad que los 130 mil millones de pesos que le debe el Estado nacional al provincial se haga un fondo de objetivo concreto de agua para todos y todas”.

“En la agenda del Estado todavía hay mucha deuda pendiente y también en la sociedad, que tiene que hacerse cargo –planteó–. Nos cuesta hacer el click pero se puede empezar a pensar de otra manera, hay que dejar el colesterol mental y desmantelar lo supuestamente natural”, subrayó e relación a la necesidad de tomar conciencia de que un uso desmedido del agua de algunos perjudica la provisión de otros.

“El consumo responsable y solidario del agua es la mejor ayuda, favorece a otros ciudadanos y ciudadanas que en otras zonas padecen la baja presión de agua. Existe la necesidad de reformar nuestra perspectiva y que tengamos una cultura ambiental solidaria de respeto y cuidado del agua”, cerró.