María Teresa jura una y otra vez más que no lo puede creer. Ella le había declarado la guerra a la computadora: no la entendía, no le importaba, qué más. Sin embargo, su amiga Sarita insistió tanto ese día que dio el brazo a torcer. Sin darse cuenta, a los 77 años se dejaba llevar. Las dos juntas empezaron un curso de Internet en la Escuela de Gerontología de la Municipalidad y en el transcurso de las clases –asegura– todo cambió.

“Me está gustando tanto que no sé qué va a ser de mi vida porque no estoy segura de seguir cociendo o cocinando porque esto me gusta más, me encanta”, asiente con la cabeza y suma más beneficios: “Además, tengo a mi hija y algunso familiares en España y esto me conecta con ellos. Uno no lo conocía y decía que era feo pero es hermoso”, sonríe, mientras se sienta frente a una de las computadoras en las que dio sus primeros pasos en la informática.

Al igual que María Teresa, son muchas las mujeres mayores que dejaron un rato el tejido a un lado para tomar el mouse, al igual que varones, que se animaron a descubrir un universo, que hasta hace poco, se relacionaba sólo con la gente joven y que en cambio, cada día suma más personas de la tercera edad.

La era de la integración

En la década del noventa las nuevas tecnologías tomaron por asalto el mercado y se incorporaron en la vida de la mayoría de las personas, tomando la computadora un rol vital tanto en el ámbito laboral como personal. Por entonces, la llamada tercera edad miraba de lejos como sus hijos y nietos tecleaban sin parar, totalmente desentendidos. Pero, esta postal quedó atrás con el surgimiento de un nuevo tiempo, el de la integración; en el que sin importar la edad, todos confluyen en la gran red, se comunican, experimentan e intercambian.

Hijos e hijas de esta nueva era son los que hoy soplan más de 70 velas pero que no por eso han dejado atrás sus deseos de conocimiento. Como por ejemplo Aldo, que a partir de realizar el curso de Computación, puede leer todos los diarios del mundo y saciar su interés por las noticias, que antes se limitaba a buscar en diarios, radios o televisión. O como Lidia, que disfruta de los mails en cadena que recibe en su correo, esos con paisajes y música. “Esto es algo hermoso que no había visto nunca”, señala la pantalla mientras los sonidos orientales se escapan por los parlantitos.

La tercera no es la vencida

Según expuso María Alcira Scarpone, coordinadora de la Escuela de Gerontología de la Secretaría de Promoción Social: “Aprender es un proceso continuo que se realiza durante toda la vida”, sostuvo. “Siguiendo esta expresión, cada vez más adultos mayores se vuelcan a una educación no formal, que les permita sentirse útiles, bien consigo mismos y parte del grupo que los rodea”, explicó.

Para el profesor Pablo Mori, quien hace cuatro años conecta a la tercera edad con la computación, los adultos mayores pueden aprender porque tienen plena voluntad para hacerlo. “El tema pasa por la actitud, por las ganas de aprender”, resume. “Cada persona tiene su propia experiencia. Hay gente que visita mucho las páginas de viajes o de cocina. El correo electrónico lo usan mucho porque les gusta la idea de estar comunicados, yo hago que se manden mails entre ellos”, describe, en parte, sus clases.

“Es gente que está dispuesta a aprender algo y por ahí en el polimodal los chicos no quieren aprender”, señaló tratando de mostrar las contradicciones y de derribar prejuicios. “Puede ser que por la edad haya que hacer más esfuerzo como docente pero la edad para aprender es relativa”, concluyó.

La vejez, cada vez más enganchada

Aída y Sarita se acomodan frente al monitor, como si fuese costumbre prenden el monitor y están punto de iniciar una búsqueda. “Tengo un nieto en Europa y quería comunicarme con él. Ahora nos mandamos mensajes y lo puedo ver con la camarita”, relató Aída quien suele ir por las tardes a un cíber cercano a conectarse.

Para Sarita, aprender a navegar le significó una herramienta que ahora puede usar en otros cursos que hace. Con 77 años, está sorprendida: “Esto es maravilloso, un mundo nuevo” y detalló: “Recién por ejemplo, estuve chequeando algunas cosas para italiano, porque tengo que hacer un apertura sobre distintos lugares y yo elegí Venecia y después voy a hacer algún informe con la mafia”.

Existen en Rosario varias experiencias de este tipo pero una sola que combina la gestión público privada. Esta iniciativa ya cuenta con cuatro años de carrera y sus organizadores están sorprendidos de la demanda.

En su trabajo con la tercera edad, pudieron constatar que al principio, los alumnos tenían miedo de no poder aprender pero tampoco querían quedarse afuera. “Ya no nos entendemos con los jóvenes”, “Mi hijo no me tiene paciencia para enseñarme” o
“la computadora es la birome del futuro, no podemos quedarnos afuera”, son algunas de las frases que rescataron.

Sin embargo, el paso de tantos abuelos por los talleres, los impulsa a seguir repitiendo la experiencia. “Es imprescindible accionar en favor del derecho a seguir participando y desterrar prejuicios que llevan a la discriminación por edad”, apuntó Scarpone. “La alegría compartida por los asistentes al reconocerse sujetos autónomos con capacidades para nuevos aprendizajes y nuevos vínculos socio-afectivos nos estimula a seguir”.