El primer ministro británico, Tony Blair, culminará hoy diez años de Gobierno cuando entregue a la reina Isabel II su dimisión como primer ministro, cargo en el que será investido su sucesor, el también laborista, Gordon Brown.

El protocolo indica que la reina reciba hoy dos visitas de Downing Street: una primera en que Blair presentará su renuncia y entregará el sello de primer ministro, y una segunda en que Brown acudirá al palacio de Buckingham para recibir de la reina su bendición y el sello.

El ex líder del Partido Laborista entregará a Brown un país con casi todos los indicadores económicos favorables: el crecimiento más largo en 200 años de historia británica, un incremento de 1,8 por ciento anual; una inflación promedio alrededor del 2,2 por ciento y una tasa de desempleo que rondó el 4,7 por ciento en 2007.

Asimismo, Blair –el premier más joven de Inglaterra, y el primero en obtener tres victorias laboristas consecutivas en el Parlamento– legará a su sucesor un fuerte consenso en torno a la idea de que la pacificación de Irlanda del Norte es uno de los grandes éxitos domésticos de su gestión.

Como arquitecto del "Nuevo Laborismo", Blair extirpó el pensamiento socialista del ideario de su partido, creando junto al ex canciller alemán Gerhard Schroeder las bases para una moderna política socialdemócrata en Europa.

En el plano exterior, Blair fue el primer ministro más intervencionista de la historia contemporánea al llevar al país a cuatro conflictos: en Sierra Leona, en Kosovo, en Irak y en Afganistán.

Es precisamente su política exterior la que ensombreció sus éxitos económicos, particularmente la guerra de Irak y las manipulaciones políticas y de inteligencia a las que debió acudir para legitimar la intervención armada, así como las torturas en la cárcel de Abu Ghraib y los casi 700.000 civiles iraquíes que han fallecido desde el 2003.

Blair se constituyó en el aliado más cercano del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en su lucha contra el "eje del mal", una decisión que le trajo un desplome en los altos índices de popularidad alcanzadas durante los primeros años de su gestión, tras alcanzar el poder en 1997, con sólo 43 años de edad.

Tras una década en el poder, Tony Blair vio descender su nivel de popularidad entre los británicos hasta el 40 por ciento, a pesar de lo cual, el aún premier no ha modificado su convicción de haber hecho "lo correcto".

Hasta la fecha Blair no lamentó esa trascendental decisión: "Hice lo que consideré correcto para nuestro país", dijo a mediados de mayo en un discurso en el que anunciaba su retiro definitivo y despejaba el camino a su eterno rival, Gordon Brown.

Así, el paso de Blair por el poder, no dejó indiferente a nadie: la evaluación de su larga gestión abarca un amplio arco que va desde considerarlo culpable de crímenes contra la humanidad hasta erigirlo como el prototipo de líder pragmático en el mundo de la globalización que lucha contra el terrorismo.

Gordon Brown se encontrará, en consecuencia, con un panorama nada fácil: deberá consolidar el éxito macroeconómico de la gestión de Blair y tratar de revertir la pendiente en que se encuentra la popularidad del Partido Laborista, representando a su partido frente al dinámico líder de la oposición David Cameron en los duelos de palabra que se celebran el Parlamento.

Los observadores opinan que dando continuidad a la política de Blair, Brown mantendrá el contingente británico en Irak, hará todo lo que sea necesario para no incurrir en el disgusto de Washington y cumplirá escrupulosamente los compromisos europeos.