Maricel Bargeri

Este viernes, Las Pelotas toca en Rosario. El show arranca a las 22, en Club Brown, Av. Francia y Brown.

El grupo –que integran Germán Daffunchio, Gabriela Martínez, Tomás Sussmann, Gustavo Jove, Sebastián Schachtel y Alejandro Gómez– festeja el cuarto de siglo con un repaso de los nueve discos de estudio y las canciones con chapa de temazo que integran Cerca de las nubes, la última placa.

Sin embargo, en vez de agregarle nostalgia a “las canciones que sabemos todos”, Las Pelotas  propone un concierto con los pies en el presente.

Una de las razones se desprende de la extensa entrevista telefónica que la bajista Gabriela Martínez concedió a Rosario3.com: “Estamos en un muy buen momento como banda”.

La instrumentista y compositora, que llegó hace veinte años a ocupar el lugar por el que pasaron antes que ella seis músicos en cuatro años, explica –con disfrute– que el año que cierra en un mes se lo pasaron girando por el país, con las viejas y la nuevas canciones.

“No siento que haya una mirada al pasado melancólica pero, obviamente que nos hacemos cargo que tenemos veinticinco años de historia”, esgrime.

—¿Hay algún tema que prefieras de estos último veinte años?

—Es muy difícil. Hay temas que en distintos momentos de tu vida te van pegando diferente por una u otra razón. Eso va cambiando muchísimo. Por suerte, porque sería muy aburrido. Últimamente, hay temas que hace muchísimo que no tocamos y te reencontrás con eso. Por supuesto que no salen iguales y tampoco es la idea.

—Cada nuevo ingreso le impuso una impronta distinta al grupo. Al interior de la banda, eso que escucha de afuera como democrático, ¿es así?

—Sí, es así. Y, por lo menos para mí, es un orgullo que sea así, que realmente sea un grupo que se maneja como tal. Si no, seríamos como distintos solistas. Y está el hecho de que componemos juntos. No es lo mismo sentarse todos a tocar, que venga uno con tres temas, otro con dos y listo. Y eso incluye pelearse, porque defendés una parte que a vos te gusta, porque nos tenemos que poner de acuerdo seis personas para que a todos nos guste y recién ahí sigue para adelante. Eso hace también que Las Pelotas tenga un sonido que remite a eso, a Las Pelotas: sea un reggae, un tema punk o una balada. Eso es que lo que define un grupo de personas trabajando y no a uno solo. Además, para componer nos pasamos los instrumentos y eso también está bueno. A esta altura, después de tantos años hay una confianza como para no tomarse nada a mal y poder decirse cualquier cosa. Hay una libertad muy grande.

—Esos cambios hicieron también que la impronta más “al palo” del principio, que venía con el envión de Sumo, alcanzara otra cohesión...

—Puede ser. Te diría que eso no fue intencional. Lo que noto ahora es un poco menos de enojo con el mundo, puede ser que venga por ahí. En entender que las cosas están y que, como están, hay que tratar de hacer algo con eso, tratar de construir algo.

—¿Cómo influyó eso en el armado del setlist de Cerca de la nubes, con una primera parte más introspectiva y una segunda más intensa?

—Me parece que el armado del disco refleja eso. Por ahí si el disco hubiera empezado con “Quieren más”, sería distinto. Pero elegimos poner las cinco canciones más tranquilas en el comienzo. Empezar con “Cuántas cosas” y “Siempre estará”. Eso fue buscado. En los otros discos, empezábamos con temas más fuertes. Nosotros lo pensamos como un viaje sonoro que te va llevando desde algo con una batería casi imperceptible, a un cuarteto de cuerdas, hasta algo más al palo. (Silencio) Y está también eso de que «ahora hacen canciones», y Las Pelotas siempre las hizo.

—Ya tenés veinte años en la banda y, a esta altura, ya nadie va a ver "qué toca la piba"...

—(Risas) Además, era muy raro ver una mujer tocando el bajo en una banda de hombres. No digo que no hubiera bajistas, pero eran más comunes en las bandas de chicas, como Viudas E Hijas De Roque Enroll

—¿Cómo recordás esos primeros shows?

—No los recuerdo (Risas)

—¿Tan nerviosa estabas?

—La primera vez fue en Arpegios. Hicimos tres shows seguidos. Por suerte, entramos con Gustavo Jove (batería) juntos y creo que él se llevó la peor parte porque estaba reemplazando a Superman (Alberto "Superman" Troglio, ex baterista de Sumo). En cambio, antes que yo habían pasado seis bajistas, así que no tenía un peso tan grande, porque no se habían encariñado nunca tanto con alguno ¿Y cómo recuerdo eso? Estuvimos ensayando, por lo menos un mes antes, en la misma sala que hoy tenemos en Hurlingham. Pleno invierno, un frío de cagarse, con una estufa a leña que se apagaba a veces mientras estábamos tocando. Pasamos esos tres primeros shows engripados y con una fiebre que volábamos (risas). Por eso recuerdo poco, entre los nervios y la fiebre.. (risas) Pero, bueno para mí fue algo inesperado.

—¿Vos eras fan de Las Pelotas?

—Los había ido a ver una vez a un show y me habían gustado. Pero tampoco era una fan. También, cuando nosotros entramos hacía seis meses que no tocaban por eso que te conté, se habían ido el baterista y el bajista. Fue el tema de buscar los músicos y todo eso, armar la banda de vuelta. Así que ellos tampoco estaban tan ensayados. Después, ensayaron con nosotros.

—¿Hubo anuncio de bienvenida afectuoso?

—(Risas) No, poco cariñoso. Hoy es otra cosa, llevamos mucho tiempo, pero en ese entonces era una banda muy poco comunicativa. Yo fui a una zapada en la que los temas que me había pasado del disco los toqué bien pero de un momento a otro dijeron «vamos a tocar reggae» y yo reggae no tocaba nada. No pegué una, así que pensé «ya está». Después pregunté si estaba todo bien. «Sí, todo bien», me contestaron. Y me fui. En ese entonces no había celular, yo fijo no tenía así que a mí me dejaban un mensaje en un locutorio si me buscaban, que era como se hacía en el momento. Se fueron y no supe más nada por una semana. Pensé que me habían dicho que «sí» para no decir que «no» en la sala de ensayo. Yo trabajaba en una oficina y ahí compraban el Clarín, y en el suplemento Sí del viernes me enteré a la semana siguiente que Gustavo y yo éramos los nuevos integrantes. Así que imaginate si fue cariñoso (risas)

—Vos empezaste tocando la guitarra de muy chiquita

—Pedí que me llevaran a aprender guitarra a los cinco o seis años. Fue algo insólito porque en mi casa no había músicos. Por suerte me dieron bola y me llevaron al Conservatorio del barrio. Y a los quince empezó a gustarme el bajo pero no tenía ningún amigo que pudiera prestarme  uno. Así que junté unos pesos en un momento y me compré un bajo nacional y empecé a estudiar con (Alberto) Machi Rufino.

—¿Mirabas a alguna bajista en particular?

—(Martina) Tina  Weymouth me gustaba, porque es una grosa y además me gustaban los Talking (Heads). Tenía bases muy musicales. Hoy me gusta la bajista de Bowie, Gail Ann Dorsey, que además canta muy bien, y también Tal Wilkenfeld, la bajista de Jeff Beck. Que es muy chiquita..(risas)

—Sí claro, y ya toca con Vinnie Colaiuta ¿Están pensando en un nuevo material?

—Empezamos a juntarnos a zapar y en medio se nos vino una seguidilla de tocar todos los fines de semana, un momento que se fue armando así, con muchos shows, así que creo que en enero vamos a retomar. Pero se hace difícil porque la mitad del grupo no vive acá, en Buenos Aires. Así que a veces necesitamos unos días para juntaros. Por lo general lo hacernos en Córdoba, pero si salís de gira el jueves para volver el lunes y, cuando llegás, tenés que irte a Córdoba….Se nos hizo difícil. Pero habíamos empezado sí, a armar algunas canciones. Después no sé qué quedará de todo eso, aunque nos había gustado lo que salió. Igual, nos gusta tener muchas ideas y después elegir.

—Última pregunta: si hubieras podido elegir componer un tema ajeno ¿cuál sería?

—Y hoy te diría “Quedándote o yéndote” de (Luis Alberto) Spinetta. Me encanta la melodía, la letra; porque me parece una obra de arte.