Cristian Alarcón, uno de los pocos escritores que se volcó a investigar el mundo narco en la Argentina, presenta en Rosario su novela de no ficción “Si me querés, quereme transa” (Editorial Norma) este viernes a las 19 en el Centro Cultural Ross. Allí cuenta la guerra territorial entre narcos peruanos que comienza en las selvas cocaleras y termina en una villa de Buenos Aires. En particular, la historia de Alcira, la viuda de un sicario que arma una empresa donde, entre otros negocios, se maneja la venta de drogas. "En las culturas andinas las mujeres ejercen una especie de matriarcado. Son valientes, corajudas aunque muy golpeadas. Suelen venir de situaciones de violencia extrema, pero cuando se reponen de la pérdida de sus hombres aprenden a gobernar sus destinos", dice el cronista a Rosario3.com.

Alarcón nació en La Unión, Chile, en 1970 y vive desde muy chico en la Argentina. Estudió periodismo en La Plata y trabaja desde hace años en medios gráficos del país y de otros lugares de América Latina. En 2003 publicó su primer libro, "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia", una investigación en torno a la vida y el mito de El Frente Vital, un ladrón acribillado por la policía, y de los pibes chorros del conurbano bonaerense que le rinden culto como a un santo y fueron formados a su imagen y semejanza.

La investigación de "Si me querés, quereme transa" le llevó seis años, casi todos sus ahorros y comenzó justamente cuando terminó su libro anterior. Por eso es que en cierta forma retoma aquel antagonismo entre vendedores y ladrones que se reflejaba en la historia del Frente Vital.

"Sentí que tenía una especie de deuda con el dealer del barrio que era una persona bastante perversa, alguien antagonista a la figura del Frente Vital. Y como no había profundizado en torno a la figura del transa por buscar al Frente empecé a trabajar en torno al rol del narco. Al principio la idea fue tomar una serie de historias que ayudaran a describir los distintos eslabones de la cadena narco desde el primero hasta el último, el que transporta hasta cruzar la frontera, pasando por los proveedores. Pero una vez que me sumergí me quedé con la historia de los clanes peruanos", cuenta Alarcón.

Si bien el trabajo comenzó con los rasgos de una investigación bastante clásica –la indagación de más de 50 causas penales y criminales– no tardó en volverse rápidamente más literario que periodístico. "En un momento la información comienza a despegarse de lo real y las preguntas que te hacés en torno a los personajes ya no buscan respuestas a sus conductas criminales o a su lugar como sujetos sociales", explica y agrega: "No quise caer en la judicialización y en todo momento prioricé la profundidad de la trama. Los periodistas no tenemos que hacer el trabajo de la Justicia y la policía. Sobre todo porque es sabido que entre ambas instituciones existen redes de complicidad con esos delitos".

Es así que a diferencia de su libro anterior la estrategia fue entonces la desterritorializar el trabajo. "La presencia de un periodista era ponerlos en peligro. Por eso, al barrio fui a hacer los contactos y a buscar a las personas en algunos casos, pero no los veía ahí. Nos econtrábamos en distintos bares, plazas, parques de la ciudad", sostiene y apunta: "Tanto por la seguridad de ellos como por la mía tampoco me interesó develar los nombres reales".

Hace unos días, cuenta Alarcón, recibió un correo electrónico de alguien que había trabajado en la investigación judicial de las causas en las que están involucrados los protagonistas de "Si me querés, quereme transa" y que justamente leyó el libro recientemente editado. "El mail es bastante fuerte. Esta persona, muy conmovida por lo que sintió, expresa que pese a haber estado frente a fojas y fojas de expedientes por mucho tiempo hoy se daba cuenta (tras leer la novela) que no sabía nada de eso. Que no había entendido de qué se trataba la cosa", dice con esa sensación de liviandad que da la tarea cumplida.

Como escribe Martín Caparrós en la contratapa del libro, "se habla de droga, narcos, villas y casi nadie sabe de qué habla". Los temas de marginalidad, violencia y narcotráfico están presentes en la agenda de los medios y sobre todo son el eje de gran cantidad de programas de televisión que bombardean la pantalla con una supuesta inmersión en ese submundo. Pariente de la crónica, lejos de esa cámara invasiva, sin nada que ver con la denuncia, saldando la profunda deuda del periodismo con la investigación, pero también con el estilo aparece el relato novelado de Alarcón. "La crónica suma más sentidos a la realidad, da una capacidad prismática de luces variadas desde la subjetividad del cronista el periodista es responsable de su propia mirada",  concluye.