Trabajar hasta el último minuto, armar las valijas a las corridas, salir a la ruta con el auto a toda velocidad para llegar cuanto antes a destino y, una vez que se llegó al lugar elegido, armar un esquema para hacer de todo en apenas siete días. El resultado: al volver al trabajo, se está igual o aún más cansado que antes del receso.

Según los expertos, las vacaciones cambiaron: cada vez son más cortas y crece la exigencia para hacer cada vez más cosas. Entrevistado en Radio 2, el psicoanalista César Hazaki aseguró que "los modelos actuales de vacaciones están más vinculados al consumo que a la posibilidad de disfrutar. O se piensa que el consumo es la única posibilidad de disfrutar. El problema es que hacer muchas cosas en poco tiempo es un factor de estrés".

El especialista señaló que, entre otras cosas, "el modelo de sobreexigencia laboral acortó los tiempos de las vacaciones, que antes eran de 15 días pero para la mayoría rondan hoy los 7 días". Como resultado, "se ofrecen plazos cortos e intensos. Hay que descansar, pasarla bien y conocer, todo eso en pocos días y no hay cuerpo que resista a tal velocidad".

A muchos, además, se les complica disfrutar porque una vez que bajan los decibeles sienten que están deprimidos y no descansados. "Cuando llega momento de desenchufarse el organismo está en situación de incertidumbre. Hay momentos en que una persona puede pensar qeu está deprimida cuando en realidad está sin hacer nada, que no es lo mismo", sostuvo el experto. "Se piensa que estar bien es estar activo y que no hacer nada es una situación de vacío. Pero no es así, lo que pasa es que en esta cultura se lee como un bajón", señaló.

Otra situación conflictiva se registra en los grandes centros de veraneo, como por ejemplo Mar del Plata. O incluso en ciudades más pequeñas que en temporada alta tienen alto índice de ocupación. "Cuando hay alta concentración de gente el turista pasa a ser como un hincha en la cancha, ya no persona sino parte de una masa.
Pierde subjetividad y gustos", señaló Hazaki. De muestra basta un ejemplo: "Cuando algunos se van de vacaciones hacen cola para comer en vez de elegir otra cosa, pero su bronca es tal que en vez de comer es como hacer cola para reclamar por un teléfono que no anda". Entonces se pierde la sensación de vacaciones.

También están los que imaginan unas vacaciones perfectas y se frustan cuando las cosas no son ideales. "Que no haya viento, que no llueva, que el agua esté calentita, que el sol no pique, que no esté llena la playa pero que tampoco esté vacía. Uno en su cabeza quiere todo, ante las primeras trabas aparecen los problemas", sostuvo.