Rocio Baró/Sabrina Ferrarese
Hace ruido. La piel cuando se adhiere al caño se escucha y la imagen transmite dolor y placer al mismo tiempo. El “pole dance” o baile del caño se practica cada vez más en Rosario y a pesar de que se debe al torrente de erotismo que derrochó la televisión de Marcelo Tinelli con su certamen, quienes practican y cultivan esta disciplina la defienden como una forma de arte que nada tiene que ver con el strip tease. Rosario3.com participó de una clase en un estudio de Pichincha y conoció de cerca los secretos de esta danza tan particular que carga mitos y fantasías de todo tipo.
Se unta las manos con alcohol en gel y se quita la ropa hasta quedar con una bikini deportiva. Quienes intenten enroscarse en el caño deberán hacerlo. Cuidar y exponer la piel al máximo. Paula es profesora de pole dance y montó una academia donde cada vez son más los alumnos que llegan con ganas de tornear la fisonomía, agilizarse y de paso, soltar la sensualidad. Aunque reconoció que gran parte de esta búsqueda fue impulsada por “Bailando por un sueño”, advirtió que el pole dance tiene una trayectoria en el universo artístico que la convirtió en una forma de baile y gimnasia ligada a la acrobacia y por eso más emparentada con el circo que con los clubes nocturnos. Sin embargo, no negó su costado sensual y provocativo. En el caño, hay que mostrarse y el cuerpo es un canal de expresión contundente.
“Es una disciplina compuesta por figuras fijas, estáticas, arriba del caño a través de palancas y fuerzas. Después tenemos giros alrededor del caño que llamamos voladas y también tenemos el piso. Es bastante difícil pero hay que tener perseverancia”, sostuvo y remarcó: “La gente lo asocia a la desnudez y es así pero, la realidad es que hay una necesidad de descubrir el cuerpo para lograr adherencia. Necesitamos piel, sí o sí”.
Esta especie de disputa por el caño es bien conocida en el mundo de la danza. Al punto de que se han visto remeras con la inscripción: “No soy strippear, soy pole dancer” a fin de dejar las cosas en claro: “Estaría bueno que un stripper haga caño pero no es lo que se ve ni acá ni en el mundo. Los pole dancers bailamos en otros ámbitos, al aire libre y en familia, lejos de esa cosa nocturna aunque sí hemos ido a boliches o eventos culturales”, explicó.
Luego, añadió a modo de deseo: “Hace falta que la gente sea un poco más abierta de cabeza, hay que probar y no sentir que vas a un lugar extraño” E ironizó: “En un par de años, va a dejar de ser una molestia y a las chicas los novios las van a dejar hacer pole dance”.
Los que no se enroscan
Concurren solos, solas o en parejas. Madre e hija, suegra y nuera juntas. Los alumnos de la academia de Pichincha son variados pero al menos, debajo del caño, son personas comunes y corrientes con ganas de tornear los cuerpos y claro, dejarse llevar por ese costado más sexy que todos tienen, en mayor o en menor medida. Muchos, también, se cansaron del gimnasio y sus rutinas y optaron por algo más atrevido.
Aaron no sólo encontró eso sino que además, se apasionó de tal modo que se especializó en pole dance. Sus piernas, brazos y un abdomen elásticos dan cuenta de ello. “Poco a poco se van integrando los varones a esta disciplina. Es una cosa nueva y por eso hay muchos que no se animan por este mito de que es para mujeres y lo relacionan con lo erótico. Pero se dan cuenta de que no es nada de otro mundo y que tiene que ver más con una cuestión acrobática y de musculatura”, señaló.
“Acá tratamos de mejorar el cuerpo y apuntamos más a lo acrobático, la idea no es quedar sexy sino hacer una buena acrobacia”, observó antes de mostrar parte de una “coreo” para la cámara. Desenvuelto y como si no pesara más que una pluma, se hizo parte delcaño a través de movimientos cortos de ascenso y descenso, giros y suspensiones en el aire.
Cada momento se presenta como un desafío y esta adrenalina que despierta es otro de los puntos que los pole dancers subrayan. “Es la pérdida del miedo, es cumplir con un desafío, lograr cosas nuevas”, indicaron de común acuerdo en un alto de la clase. Y también coincidieron: el entrenamiento les permite esculpir sus fisonomías y que el espejo les devuelva una versión agradable de sí mismos. Sin dudas, lo que sucede cuando se hace lo que se quiere.



