En tiempos donde los complejos de cine con múltiples salas avanzaron a pasos agigantados, sentarse a ver una película frente a la pantalla grande parece no tener mucho de ese ritual que uno llevaba a cabo en décadas pasadas. ¿Quién se acuerda de las funciones en continuado? ¿Cuántos pueden decir que fueron a una matiné en el cine de la escuela del barrio? ¿Todos olvidaron que después de la sobremesa del domingo el plan era ir al cine con toda la familia? Y todavía más... ¿Los jóvenes saben que detrás de actuales paseos de compras, iglesias y hasta hipermercados hay vestigios de un viejo cine? "Cinética energía en movimiento", es un documental hecho por un grupo de realizadores rosarinos que se tomó el trabajo de hurgar en la historia del cine local y en las mutaciones producidas con el paso de los años. Pese a que cabalga entre la memoria y la nostalgia, el filme apuesta a cerrar el duelo por los espacios perdidos e invita a reinventar los lugares que permanecen pese a todo. El estreno es este viernes a las 21.30 en el cine Madre Cabrini, avenida Pellegrini 669.

El documental está dirigido por Javier Matteucci y es el resultado de meses de trabajo de un grupo de realizadores locales, durante los cuales se recorre cada rincón de la historia de las salas de cine rosarinas. "Empezamos a pensarlo hace cuatro años junto a Franco Absi y Julián Zaros, entre otros, como tesis de la carrera de la Escuela de Cine y con los años, la idea fue cambiando de forma hasta llegar a este trabajo", contó Javier Matteucci.

Más hijos del video que del cine, los realizadores se embarcaron en una tarea casi titánica que comenzó con la recopilación de imágenes de archivo de los cines hasta llegar a un vistazo de las salas actuales, y siguió con la realización de una serie de entrevistas que hacen las veces de hilo conductor del relato.

Así, aparecen los testimonios de las personalidades más representativas del universo cinéfilo de la ciudad: Jorge Castano, Daniel Grecco, Emilio Bellón, Sydney Paralieu, Víctor Zenovi y Jorge Debiazzi.

Las seis voces de estas figuras vinculadas de diferente modo al cine, recuerdan sus emotivas vivencias del ritual de acudir diariamente a una sala de cine. "Ellos relatan sus propias experiencias dentro de las salas, lugar donde lograron encontrar un sentido de pertenencia y construir su futuro. Costumbres, anécdotas, lo que representaba para las personas acudir diariamente a una sala durante las décadas del ‘50 y ‘60, la existencia de una fuerte relación social entre la sala, el público y el cine", detalló el director.

Sin tener registro de muchas de esas vivencias, por una cuestión sobre todo cronológica, los realizadores se encontraron con más de un hallazgo en el camino. "Lo que sucedió fue que descubrimos la importancia de la sala de cine en relación con el barrio y la escuela. De cómo los fines de semana el barrio se movía al centro de la ciudad, las marcas que eso producía en la gente", dijo.

Los entrevistados diseñan hipótesis a lo largo del documental acerca de las causas que produjeron la ruptura de este vínculo, el alejamiento del público de la pantalla grande y el consecuente cierre de los cines y reflexionan sobre nuevas perspectivas del arte cinematográfico. Pese a los diferentes puntos de vista, el origen del desmadre es un punto de contacto para muchos: la década del ´90. 

Los testimonios se entrelazan con escenas de films clásicos, material de archivo, imágenes actuales de las viejas salas, registros periodísticos, la recreación del trabajo de un proyectorista y el punto de vista de dos espectadoras actuales de tan sólo 8 y 9 años.

"La intención es hablar de la importancia en la búsqueda de una identidad propia y de una pasión. Que se sepa lo de la pérdida de la sala pero que también la gente vuelva a esos espacios para recuperarlos", dijo Mateucci con tono esperanzador.