Las flores, decía Chateaubriand, nos dan la miel; hijas de la primavera, son el manantial de los perfumes, la gracia de las vírgenes, el amor de los poetas; su existencia es fugaz como la del hombre, pero antes de pasar esparcen dulcemente sus hojas sobre la tierra. Entre los antiguos coronaban la copa del banquete y la blanca cabellera del sabio; figuraban en los triunfos del griego y del romano, y con ellas los primeros cristianos cubrían el cuerpo de los mártires y el ara de las catacumbas.

El protocolo abarca temas tan dispares como la forma correcta de realizar una invitación, el saludo, cómo debe sentarse a los asistentes a un encuentro, y también el obsequio de flores y el adorno de salones y mesas. Karina Vilella, directora del Centro de Diplomacia que lleva su nombre indica que si uno quiere agradecer una invitación con flores, nunca habrá que llevarlas en mano el mismo día de la reunión. Pero, si por esas cosas del trajín diario, si ya es demasiado tarde para hacerlo de otro modo, el protocolo indica que sea siempre el hombre el que porte el ramo.

"Lo ideal es enviar las flores con anterioridad al encuentro, y en ese caso deben ir acompañadas por una tarjeta personal", dice, y precisa que el envío debe llegar, al menos, con dos horas de anticipación.

El protocolo también sugiere que, si las flores son enviadas con posterioridad a la reunión, se debe incluir en la tarjeta un agradecimiento por la invitación con un comentario del tipo la comida estuvo fantástica.

Otra regla a tener en cuenta es la nacionalidad del agasajado para determinar la cantidad de flores que tendrá el ramo. Jamás habría que regalarle a un japonés un ramo de cuatro flores, porque es el número maldito en ese país. Y mejor ni pensar en flores blancas y amarillas: entre los orientales no están bien vistas. Tampoco un francés se sentirá demasiado halagado si le obsequian crisantemos y menos, si la cantidad es impar.

Un ramo debería siempre contar al menos con una docena de flores y, en todo caso, hay que evitar el número 13.En Rusia nunca se regalan flores en número par, siempre impar. Para evitar confusiones es bueno saber que en China el clavel es símbolo de petición de matrimonio.

El Hotel Alvear, en Buenos Aires, tiene a sus floristas que hace años que se encargan de los arreglos florales en todas las reuniones oficiales y conocen perfectamente las reglas protocolares. Por ejemplo, cuando recibieron a la reina de Holanda y a la princesa Máxima utilizaron los colores de la casa de Orange, encargaron más de mil rosas en distintos tonos de anaranjados que llegaron desde Colombia. Para no cometer errores, siempre preguntan al encargado del protocolo del otro país cuál es el gusto del visitante en esta materia. Por eso, el dormitorio de la reina Beatriz fue decorado con rosas blancas y verde jade, pero ni a ella ni a Máxima les regalaron ramos de flores, porque de antemano informaron que no lo deseaban.

También tuvieron a cargo los arreglos en la recordada Cumbre de Presidentes que se realizó en Mar del Plata, donde vivieron momentos de angustia antes del almuerzo que brindó Cristina Fernández de Kirchner para agasajar a las otras primeras damas. El viento era tan fuerte que se volaban los ramos, además se había preparado todo para adornar mesas para seis personas y a último momento hubo un cambio y se decidió que sería una mesa imperial. Las flores elegidas eran orquídeas y no eran suficientes para semejante mesa, pero al final el salón les quedó tan bien que Barbara Bush pidió fotografiarse junto a los arreglos.

Sin dudas uno de los eventos que más repercusión tuvo en los medios de comunicación fue la boda del príncipe Williams y Kate Middleton. Allí cada flor tenía un porqué. El ramo que llevaba la novia fue diseñado por la florista Shane Connolly, su forma de escudo se inspira en las tradiciones de la familia real, la familia Middleton y el lenguaje propio de las flores.

Los ingleses y franceses son especialmente cuidadosos con la elección de las flores. El bouquet estuvo formado por: lirio de los valles, claveles de Japón , en inglés: Sweet William, dedicado a su novio, hiedra, jacintos, y mirtos plantados por la reina Victoria en 1845 en la Isla de Wight.

En el vestido de novia de la Duquesa de Cambridge fueron bordadas las cuatro flores que representan a las regiones del país: la rosa de Inglaterra, los narcisos de Gales, el cardo de Escocia y el trebol de Irlanda, de esta manera estuvieron presentes los pueblos de Gran Bretaña en un momento tan especial.

Alejandro Arbaizar, guía de la sede de gobierno durante años describía lo que para él fue la reunión oficial de la historia argentina que jamás fue superada en cuestión de adornos florales, fue el banquete que el presidente Roque Sáenz Peña dio en la Casa Rosada, en 1912, en honor del nuevo embajador de Brasil, Campo Sales. "Fue la fiesta más lujosa que se haya hecho en la Casa de Gobierno. Se organizó una comida y un baile para más de cuatro mil personas. En esa oportunidad el florista oficial, Frederic Chouvin, decoró el Salón Blanco con las diez mil orquídeas blancas que envió el gobierno de Brasil y colocó palmeras enanas para ocultar al coro y la orquesta del Teatro Colón. Fue espectacular, se escuchaba la música y no se sabía de dónde provenía".

Como dato, otro presidente fanático de las flores fue Carlos Menem, que pedía que siempre hubiese un pimpollo de rosa rojo en su escritorio.