Claudia Bonato

Las trágicas inundaciones registradas en Capital Federal y La Plata en los últimos días, pusieron de relieve no sólo la precariedad de los servicios de emergencias, sino también la falta de dispositivos para prevenir un fenómeno catastrófico, en grandes centros urbanos.

Uno de los obstáculos principales que hasta hoy impiden prever la proximidad de una catástrofe natural y evitar sus trágicas consecuencias (o aliviarlas), es la demora con que se realizan los cálculos matemáticos y físicos previos. “Si los funcionarios dispusieran de esos datos con mayor anticipación, podrían tomar decisiones con más celeridad y mitigar así las consecuencias nefastas del fenómeno”, afirma el autor del proyecto “Real Time” (Tiempo Real), que financia la Unión Europea y podría ver a luz en 2017.

Sergio Indelsohn es ingeniero mecánico. Egresó de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y en 2010 obtuvo un subsidio del European Research Council (Consejo Europeo de Investigación), equivalente al Conicet de Argentina, para desarrollar un proyecto de su autoría. La iniciativa que impulsa, junto a otros 15 investigadores de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), consiste en crear una herramienta de cálculo que permitirá prever la presencia de un fenómeno climatológico o catástrofe natural de gran magnitud, en el menor tiempo posible.

“Todos sabemos que la velocidad con que se producen estos fenómenos (tsunamis, terremotos e inundaciones, entre otros) juega en contra de los pobladores que se verán directamente afectados por el mismo, ya que cuando reaccionan y toman conciencia de lo está ocurriendo, es demasiado tarde. Por eso, nuestro simulador apunta a superar ese escollo material que es el tiempo”, explicó Indelsohn a Rosario3.com.

“En la actualidad, –lamentablemente, y a pesar de los avances tecnológicos existentes– los cálculos para determinar la llegada de un tusami a la costa, a partir de la generación de un movimiento sísmico en el océano, demoran entre 2 y 3 días, una eternidad”, precisa el investigador y agrega que, cuando la herramienta que están diseñando esté terminada, “esa demora quedará reducida a poco menos de media hora. Entonces sí contaremos con más tiempo para evacuar a la población y evitar que tanta gente muera o pierda a sus familiares tras un desastre de este tipo”, sostiene el investigador.

Con prudencia, Indelsohn aclara que el simulador que diseñan de ninguna manera impedirá la concreción de la catástrofe, sino que “servirá para recrearlas en una computadora en tiempo real, y en consecuencia, para tomar los recaudos necesarios cuando se produzcan determinadas condiciones preestablecidas y así mitigar sus efectos”.

“En el hipotético caso de un tsunami, no podremos evitar que las olas avancen sobre el continente, pero si logramos anticiparnos a ese momento, sí podremos proteger personas y bienes, para lo cual harán falta, además, obras de infraestructura, canalizaciones y estrategias de evacuación para actuar de manera rápida y eficaz”, señala.

Indelsohn reparte su estadía entre Barcelona y la ciudad de Santa Fe, y observa que “la población española está más entrenada que la Argentina para reaccionar ante situaciones de emergencia. No hace falta decir que en España también se desbordan los ríos y se producen fenómenos naturales extremos, como pasa en todas partes del mundo; la diferencia con Argentina y con la provincia de Santa Fe en particular, radica en que en las zonas más vulnerables de aquel país se realizan simulacros con más frecuencia. Eso hace que la población no se vea sorprendida ante el suceso y sepa cómo reaccionar y dónde dirigirse para resguardar su vida”, asegura.

El dearrollo del “Real Time” tiene un plazo máximo de desarrollo de 5 años, y todo indica que a fines de 2015 se estarán presentando sus resultados. “A partir de allí –explica Indelsohn– se abre un período de un año denominado «prueba de los conceptos», que consiste en mostrar el producto a instituciones, organismos y empresas que puedan ser potenciales compradores, para explicarles su funcionamiento y utilidad. Al cabo de ese lapso, en 2017, estaríamos en condiciones de decidir cómo se lo va a explotar”, señaló el investigador y destacó que la propiedad de la patente pertenecerá a la Unión Europea que aportó €2,5 millones para el desarrollo de la herramienta.