Virginia Giacosa

La muerte de Ana Carolina Reston Macan, la modelo brasileña de 21 años, que sufría de anorexia, ató una vez más con hilo de acero a las profesionales de la pasarela con los trastornos alimentarios.

A simple vista la estrecha relación asusta. Pero el miedo no resulta extraño si se piensa que en la actualidad las pasarelas no son solamente el puente que sirve para mostrar la ropa y la moda. Desde ahí, los cuerpos esbeltos, magros, con poca piel y mucho hueso no sólo se exhiben sino que se convierten para muchas que los siguen con la vista y con la dieta, en referentes y referencia.

Es que el camino de aquellas a las que no les sobra nada, y que además son exitosas, marca desde arriba la ruta de muchas que están debajo de la pasarela y las miran desde el piso, como rendidas a sus pies. Antes el cuerpo de las modelos se veía sólo sobre las pasarelas, ahora esa silueta con casi nada se divisa en la calle, en el trabajo y en la escuela.

Con la intención de que la anorexia no utilice el escudo de la moda, en Pasarela Cibeles se impidó que las modelos con un índice de masa muscular inferior a 18 desfilaran.

Rosario3.com entró al backstage de Pasarela Rosario, el mega desfile realizado en octubre en el Monumento a la Bandera, para consultar a modelos, diseñadores y representantes acerca de las consecuencias de la hiperdelgadez en el mundo de la moda.

En el esfuerzo por separarse de la anorexia, la mayoría recaló en un artilugio bien representativo, según los especialistas, de esta patología alimentaria. Si las que sufren esta enfermedad fingen estar sanas, las consultadas por Rosario3.com, mujeres casi todas muy delgadas, dijeron que ser demasiado flacas no es bueno ni para la salud ni para calzar la ropa. Pero por supuesto a ninguna les sobraba ni un gramo de grasa.

La ingesta

Los únicos comestibles que la cámara de Rosario3.com pudo registrar en el descenso al camarín improvisado en el Monumento a la Bandera fueron sándwiches de miga, Coca Cola Light, agua mineral y sobre todo bebidas energizantes. Sólo con esa ingesta las modelos logran salir a la pasarela con la panza totalmente plana.

Según contó la cronista de un canal de moda, que tenía más curvas que las chicas que aparecen en la pantalla de esa señal, “desde que muchas se desmayaron antes de empezar a desfilar hacen circular porciones de pizza fría, sándwiches y mucha bebida energizante para que no les baje la presión y también para que coman menos”.

Lo sorprendente es que cuando la cámara recorre el lugar ninguna se anima a salir con un bocado en la mano. Todas escapan a las imágenes que las emparentan con un plato de comida y son pocas las que se animan a batallar en contra de la asociación directa entre anorexia y modelaje. Pero las que lo hacen defienden su condición de flacas por naturaleza con uñas y dientes.

El backstage

Cuando la cámara se enciende no hay una que no sea políticamente correcta. Modelos, representantes, diseñadoras se muestran tan conmocionadas por la anorexia como a kilómetros de distancia de esa enfermedad.

Casi todas piden unos segundos para pasarse la mano en el pelo y arrasar con el erizado, se dan un touch de brillo en la boca, buscan la mejor iluminación y se quejan de que el plano que registraremos no será el más beneficioso. Recién después de todos esos pasos se deciden a hablar.

“Nunca tuve ese problema”, “Todo lo contrario, soy de las que se come todo”, “Me saqué el índice de masa muscular y me dio correcto, estoy felíz”, “Toda la vida fui flaca” y “Además, ser flaca no está bueno, la ropa queda mal”, son algunos de los argumentos que se escuchan cuando se las interroga acerca de la cuestión de que la hiperdelgadez haya tomado por asalto a los desfiles.

Sólo muy pocas, casi se cuentan con los dedos, las que en off de record se reconocen atravesadas por las exigencias de los que las piden todavía más flacas y las presionan para que entren en un molde. “Hay muchos a los que a pesar de ser delgada les seguís pareciendo gorda para hacer la tapa de una revista, una publicidad gráfica o un desfile de ropa interior. Eso es enfermante”, se sincera una modelo que no pasa de los 20 años, el metro setenta y los 50 kilos.

La percha

Si hace unos meses atrás el cometido era arrasar con las modelos hiperflacas en la pasarela ahora la meta es convertir a los maniquíes en estadarte para la defensa de la salud.

La iniciativa es de la legisladora porteña Silvia Majdalani que busca que los comercios no exhiban sus prendas en figuras menores a la talla 38. "Es por la frustración que genera en las clientas la diferencia entre lo que ven en las vidrieras y lo que comprueban en los vestidores", argumentó Majdalani. 

El proyecto de ley, que fue presentado en la Legislatura, tratará de reducir "la distancia entre los conceptos de belleza y salud" que, según los autores de la iniciativa, desencadenan verdaderos trastornos psicofísicos sobre todo en las mujeres más jóvenes.

"Estos modelos estéticos crean cánones equívocos porque la ropa tal y cómo está diseñada les queda mejor a los maniquíes que a la gente de la calle", señaló la autora del proyecto. Y agregó: "Las medidas estándar de las Venus de plástico poco tienen que ver con las de una mujer real, porque con 85 de pecho, 60 de cintura y 90 de cadera y una altura que supera los 1,77 metros, se calcula una masa corporal de 18, un índice que normalmente debe dar 25. Así no podrían mantenerse en pie y mucho menos desfilar", dijo la legisladora.

El espejo

Mide 1,65 metro, pesa 28 kilos, tiene la contextura física de una niña de 10 o 12 años, pero ella tiene 21. Se llama María Ximena es de San Luis y desde el lunes está internada en un hospital de Mendoza.

"Aunque no llega a pesar 30 kilos todavía se ve gorda", dijo casi como un lamento Nicolasa, la madre de María Ximena. A la mujer no le entra en la cabeza como con las formas esqueléticas de la chica el espejo se empecina en devolverle otra imagen.

Para los especialistas ese fenómeno que va de la mano de los trastornos de la alimentación como la bulimia y la anorexia responde a "una distorsión de la imagen de sí misma". "El tema es que ven cuando se ven, tienen una visión deformada, insisten en que están gordas y excedidas de peso", manifiestan los profesionales.

En una entrevista televisiva Nicolasa recordó que su hija "ya ni comía, siempre tenía excusas, vomitaba o tiraba los alimentos o los escondía". Hizo notar que la chica "se había puesto irritable, muy difícil de tratar".