En la reciente historia de las relaciones entre las administraciones provincial y nacional, hay un diálogo de dos bandas. Dos frecuencias paralelas, un mensaje claro y uno distorsionado por un mensaje turbio.

La primera es la frecuencia institucional con la que se intenta reconstruir lazos, arrasados por la campaña electoral. En ésta, hay un intento planificado de mostrar, desde la semana posterior a la asunción de Mauricio Macri al poder, de mostrar Consejo Federal de Seguridad integrado por todos los ministros del área en cada provincia o un Comando Unificado muy incipiente y que no ha dado muestras de trabajo coordinado entre fuerzas de seguridad de distinta jurisdicción. 

Pero por la otra banda, la señal exhibe una frecuencia ruidosa, que entremezcla el ejercicio del poder nacional desde una legitimidad marginal, aparecen medios de comunicación y operaciones periodísticas de tono político. 

Primero, los prófugos condenados por el triple crimen de General Rodríguez caen en territorio santafesino, capturados por la policía provincial. En medio, la información de la captura que no fue. Luego, la “pista falsa”. Más tarde el video en que se mostraba, supuestamente, la captura que y posterior liberación de los evadidos. El análisis a viva voz de periodistas que interpretaban imágenes tratando de precisar si la responsabilidad de aquella captura “negociada” era de la policía Federal, Santafesina o de Gendarmería. No importa ya, ni siquiera eran los prófugos. 

Una semana más tarde (mil años para la percepción en “modo vorágine”), tras todos esos papelones periodísticos, el opinado pedido de traslado de Ariel Máximo Cantero, alias “Guille” y Emanuel Chamorro, líder y ladero de Los Monos. Luego el feroz ataque y muerte de Elizabeth Cantero en el penal Nº5, que configuró una escena terrorífica para los médicos del hospital Eva Perón, donde fue recibida ya prácticamente sin posibilidades de sobrevida. 

Por último, la aparición de la entrevista al prófugo de la justicia Ramón Machuca, alias Monchi Cantero prácticamente un hermano Cantero más.

Tras el “papelón” por el papel de la policía Bonaerense que no pudo atrapar a los prófugos del penal de Alvear, la pregunta es si resultaba necesario que apareciera, también derrotada, la policía y el aparato de seguridad de Santa Fe. Una nota realizada en octubre (según confirman productores de Canal 13), pero exhibida esta misma semana parecen indicar que sí. Por eso la intervención, enérgica, del gobernador Miguel Lifschitz, de que “el enclave mafioso más importante del país está al lado de la Casa Rosada”

Pese a que eludió decirlo directamente, es indudable que en esta guerra del narcotráfico contra los ciudadanos (y no al revés), el gobernador colocó la sospecha por encima de la certeza al cuestionar, como lo hiciera actual la jueza de la causa Monos, Alejandra Rodenas, que Monchi Cantero no sea capturado pero sí pueda pasearse por programas de televisión. La magistrada había planteado que “hubo orquestación en la entrevista con Cantero” porque “intervienen otros intereses que tienen que ver con lo económico”. 

Horas más tarde, Lifschitz dijo en conferencia de prensa que en la ciudad no hay barrios tomados por el narcotráfico y apuntó que eso sí ocurre en Buenos Aires, por ejemplo en la villa 1-11-14. Y que si salió al aire un informe en Buenos Aires sobre la zona donde operaban los Cantero (que realizó el periodista Martín Ciccioli, sin aportar nada que los medios locales no hubiéramos contado miles de veces) era colocar a la provincia en el centro de la escena de modo “gratuito, injusto y agraviante”.

La pelea de ayer fue con el desembarco de Sergio Berni sin inteligencia criminal pero con un grueso de tropas federales movilizadas, estrategia ya desplegada en tiempos del Operativo Centinela. La de hoy es por la potestad del crimen. Si los prófugos de la efedrina se pasean por todo Buenos Aires y no pueden ser atrapados. Si los Monos no pueden o no ser controlados, presos o prófugos.

En esta frecuencia ruidosa, en diálogo entre gobiernos, el bombardeo de acusaciones se retroalimenta y el problema sigue instalado. Cabe plantear con qué recursos los medios de comunicación hablan del narcotráfico y su lógica de sociedad paralela. En parte, la construcción del imaginario social sobre la vida narco se propone desde la mirada periodística y ahí también cabe pedir, aunque no en la misma dimensión, algo obvio como responsabilidad a la hora de informar. 

“No va a ser hoy ni mañana, hay que saber esperar para dar los vueltos”, dijo hace dos años Monchi Cantero, en una de sus intervenciones desde la clandestinidad. No es muy tranquilizador pensar que “el vuelto” existe fuera del universo lumpen. Inconcebible que se replique en el ejercicio del poder.