Opinión / José O. Dalonso (*)

Ahora, que la mayoría de los hinchas de fútbol tratan de hacer llorar con escritos y testimonios, yo quiero compartir esta felicidad. Contarles que hace mucho, pero mucho tiempo –creo que desde nací, pero como nos ocupa este campeonato…– que Newell’s me dibuja una sonrisa en el rostro, que me acompaña todo el día. Que tengo tanta alegría en el corazón que me va a estallar.

Cada instante de este campeonato que ganamos está ligado al placer, a la felicidad por ser protagonistas de la fiesta que metemos en las tribunas, por ser testigos del espectáculo que han dado nuestros jugadores en la cancha y, fundamentalmente, por ser contemporáneos del Tata y de su plantel, que en su juego conjuga amor a la camiseta, calidad, eficacia y ética. Sí, señor, ética en un fútbol donde los alcanzapelotas esconden balones, se pegan codazos a espaldas del referí o un entrenador intolerante ante las gambetas de un joven no tiene pudor en pedir a sus dirigidos que le “metan”.

El Tata, que no quiere que se cometan infracciones ni que se demore el juego, no traicionó sus convicciones ni en la victoria ajustada ni en la derrota. Honró la historia del pionero del fútbol y ha fortalecido la utopía de saber que si vas al frente, hacés las cosas bien y no especulás, vas a lograr lo que querés.

¿Cómo no voy a sonreír, entonces? Vivo este Newell’s campeón con la alegría de ver a mi viejo –que es del 30 y ya le cuesta llegar al Coloso– gozar como un pibe, ante la desaprobación de mi vieja que es de la contra y refunfuña. Vivo este Newell’s campeón con la felicidad de abrazarme con mis hijos y mis amigos de toda la vida en cada gol y de cantar juntos ese hit de este torneo: “Rojinegro sos mi adicción, esta hinchada deja la vida por verte campeón. Nunca van a parar este amor”.

Por eso, no quiero que nadie llore con estas líneas. Ni que se enoje u ofenda. Ni siquiera el rival más acérrimo. Quiero que se relaje, que se siente en el sillón, estire los pies y no cambie de canal cuando vea la repetición de nuestros goles. Que observe los gestos técnicos –como se dice ahora– de Maxi o de Nacho, la lucidez de Lucas o la firmeza del Gringo y que disfrute conmigo.

Esto es fútbol, amigos, y estos muchachos hacen en la cancha lo que soñamos e intentamos en el campito, en la plaza, en el parque o en los torneos de la Rosarina. Han perseguido el gol imposible y lo han logrado en muchas de las 40 veces en que inflaron la red.

Esto es fútbol y Newell’s lo ha honrado a lo largo de dieciocho fechas y hará lo mismo el domingo frente al Bicho. Porque no sabe no puede ni quiere jugar de otra manera.

Esto se veía venir.

Este campeonato le ganamos a Boca, River, Racing, Independiente, San Lorenzo y Vélez.

Este campeonato lo jugamos en desventaja: competimos simultáneamente en la Copa y todos creían que nos íbamos a caer en los dos torneos. Y mirá dónde está Newell’s.

Había partidos en que parecía que nos quedábamos sin fuerzas, pero llegaba otra subida de Casco o de Cáceres, cruces de Vergini, quites de Mateo o de Villalba, gambetas de Tonso o de Figueroa.

Entonces, escribo y me estoy riendo, porque me acuerdo del Patón Guzmán que sale jugando y ya hace rato que no se me suben las bolas a la garganta. Lo veo como el arquero “volante” de los picados de barrio al que se le permitía salir a gambetear. Y pienso: tiene mejor técnica que la mayoría de los jugadores de campo de la Primera División. Y, si no, está en el entrañable Flaco Peratta.

Me río, porque ¿con qué derecho voy a decir que sufro, cuando Scocco viene jugando con un dedo roto desde hace dos meses? Nacho no se borró nunca. Cantó presente en la Copa y en este torneo.

Y me río, porque pienso que este guacho de Pablito Pérez –que podría jugar en cueros, porque su piel es una camiseta de Newell’s– nos tuvo todo el torneo calculando sus amarillas temerosos de que se le saliera la cadena y se convirtieran en rojas.

Sonrío cuando cruzo la mirada con leprosos de tantos años, que lucharon desde la segunda mitad de los 90 contra el autoritarismo y el vaciamiento del Club. Y cuando veo a los jóvenes que sumaron ya entrado el siglo XXI. Todos son dueños indiscutibles de este presente.

Y ahora me voy a seguir con los festejos. Feliz y tranquilos: nuestros padres fundadores y nuestros próceros futbolísticos siguen descansando en paz. El equipo del Tata ha sido fiel a nuestra historia.

Salgo a la calle y alzo la vista.

Las banderas se agitan, los pibes gritan que “nadie va a parar esta locura”.

El cielo es rojo y negro. Y una estrella nueva lo ilumina.

(*) Periodista y fanático de Newell´s.