Algunos de los más terribles criminales noruegos purgan sus condenas en una prisión especial, que no tiene muros ni rejas. ¿Cómo luchan por su rehabilitación? Criando corderos y cultivando fresas salvajes.

Lejos, lejísimo de Alcatraz, esta cárcel se enmarca en una isla del fiordo de Oslo. Se llama prisión de Bastoy y de forma "ecológica" busca facilitar la reinserción de los presos en la sociedad.

Está claro que no todo el mundo comparte esta visión. "Los extranjeros no comprenden que podamos tener asesinos, violadores y pedófilos sin muros", explica Oeyvind Alnaes, director del establecimiento. "Aunque estas personas hayan cometido actos abominables esto no significa que se trate de personas abominables", comenta.

La cárcel se construyó sobre lo que era un antiguo orfanato. Allí, en la actualidad, 115 prisioneros (en donde abundan mafiosos o incluso asesinos reincidentes) se dedican a la carpintería, a la cría de animales, al cultivo de la tierra sin abonos químicos o incluso a la pesca.

Los vigilantes no llevan armas y son llamados por su nombre.

"Muy rápido uno comprende que se debe respetar a todo el mundo", afirma a bordo de un arado uno de los detenidos, Kurt, condenado por participar en una riña. Björn sostiene que "Bastoy es el mejor lugar del mundo" para quienes deben purgar sus penas en prisión. "Aquí uno puede ser feliz", asegura este preso, recluido por un delito financiero.

En los últimos seis años sólo se ha registrado una tentativa de evasión, según Alnaes. Tales tentativas se traducen en un retorno a una prisión tradicional.