Pese al mal tiempo y como ocurre cada año, los fieles rosarinos inundaron la iglesia de San Cayetano ubicada en Buenos Aires al 2100 para expresar su fe y agradecimiento al santo patrono del trabajo. Tras la misa central realizaron una breve caminata por el barrio.

El monseñor José Luis Mollaghan estuvo a cargo de la ceremonia y, en diálogo con la prensa, pidió por el acceso al trabajo y una vida digna para todos y este año dedicó parte de su discurso a repudiar el narcotráfico.

El arzobispo de Rosario condenó el “flagelo de la droga” a la que comparó con una “mancha de aceite que invade todo" y reclamó al Estado y la sociedad en su conjunto “hacer más” para ayudar a los adictos y sacar a los jóvenes de ese circuito.

Si bien la tradicional peregrinación por las calles del barrio se había suspendido por la lluvia, finalmente se hizo este martes a la tarde un breve recorrido con la importante cantidad de fieles presentes. Había por ese motivo un operativo de tránsito en las inmediaciones de la iglesia, por las calles La Paz, Juan Manuel de Rosas, Cerrito y Laprida.

Miles de fieles en Liniers

En el barrio porteño de Liniers, el frío y los esporádicos chaparrones tampoco fueron impedimento para que miles de personas asistieran a la iglesia de San Cayetano.

La muestra de fe popular tuvo en su mejor momento casi 6 cuadras de cola para ingresar al templo de la calle Cuzco al 100, donde en una de sus naves laterales se encuentra la imagen de lo que algunos llaman "el santo del pueblo", señaló Télam.

"Llegue anoche y vine para agradecer al San Cayetano por el trabajo que consiguió mi hijo Raúl, en una fábrica de cerámicos", dijo Alicia, una vecina del partido bonaerense de Morón, mientras esperaba con una espiga de trigo y una estampita entre sus manos.

En un clima de tranquilidad, la gente aguardó pacientemente su turno para ingresar al templo, mientras la espera era amenizada con canciones folclóricas desde los altoparlantes callejeros que reproducían la señal de la radio parroquial Pan y Trabajo.

Los acordes de una samba que hablaba sobre "el fin de la tristeza" se expandían entre la multitud mientras Susana, una peluquera del barrio de Almagro, relataba a Télam que había llegado hasta la iglesia para agradecer por el trabajo de su hija Gloria, que desde hace un mes atiende una mercería de Caballito.

Ramón, de 36 años y oriundo de Rafael Calzada, dijo que busca conseguir otro trabajo porque el que tiene no le alcanza para mantener, como él quiere, a su mujer y sus tres hijos.

Enfundado en una campera azul eléctrico, un joven obrero de la construcción de la ciudad de La Plata relató a Télam que había viajado en su día franco a San Cayetano para agradecer por el trabajo que tiene desde hace dos años.

"Algunos piden, otros agradecen y algunos simplemente vienen porque son devotos del santo o  porque están cumpliendo alguna promesa", explicó Cecilia, una joven universitaria que desde hace tres años colabora como voluntaria en la tarea de asistir a los peregrinos con mate cocido caliente y galletas caseras.

"Creo que ahora es más una muestra de fe popular que una demanda generalizada por trabajo", señaló la joven que desde niña asistía a la iglesia de San Cayetano acompañando a su madre.

Mientra la fila avanza lentamente bajo una lluvia finita, desde los parlante se escucha la voz de fondo del cardenal Jorge Bergoglio, que en su homilía de mediodía llamó a los fieles a "indignarse contra la injusticia de que el pan y el trabajo no lleguen a todos".

La festividad de San Cayetano es "un encuentro de cercanía, agradecimiento y petición", dijo Bergoglio, graficando con palabras el espíritu que parecía reinar entre la multitud.