Entre un 30 y un 50 por ciento de los pacientes de epilepsia no pueden controlar de forma adecuada sus ataques con el uso de medicación. Algunos de ellos recurren a la cirugía, mediante la que la parte del cerebro responsable de los ataques es extirpada. Sin embargo no todo el mundo tiene esta opción—la actividad anormal puede que empiece en áreas del cerebro responsables del lenguaje y, por tanto, no se pueden destruir quirúrgicamente sin sufrir graves consecuencias.

Un implante cerebral diseñado para detectar y bloquear la aparición de ataques es capaz de reducir significativamente su frecuencia en aquellas personas con epilepsias de difícil tratamiento, según resultados revelados esta semana. “Neuropace”, una startup de Mountain View, California, responsable del desarrollo del dispositivo, tiene planes para conseguir su aprobación legal el año próximo.

“Suena muy prometedor,” afirma Jaimie Henderson, neurocirujano en la Universidad de Stanford y que no está involucrado con Neuropace o las pruebas clínicas “La demostración de que un sistema como este puede ser efectivo es un gran paso adelante.”

El sistema de Neuropace, llamado Responsive Neurostimulator, es uno entre una serie de dispositivos de estimulación eléctrica ya disponibles o en fase de desarrollo para su uso con pacientes de epilepsia. Estos dispositivos están diseñados para atacar la tormenta eléctrica incontrolada producida durante los ataques mediante una corriente distribuida de forma externa.

Mientras que otros dispositivos estimulan el sistema nervioso de forma continuada o siguiendo un patrón predeterminado, el implante de Neuropace es único puesto que analiza el cerebro, liberando cargas eléctricas sólo cuando detecta el tipo de actividad eléctrica anormal que señala la aparición de un ataque. “Es como sofocar una chispa antes de que se convierta en una llama,” afirmó Martha Morrell, directora médica de Neuropace, durante una conferencia de prensa en la reunión anual de la Sociedad Americana de Epilepsia en Boston el pasado lunes.

El dispositivo consiste en un neuroestimulador de tamaño menor a una baraja de cartas. Está implantado quirúrgicamente en una parte hueca del cráneo, junto a una serie de contactos eléctricos capaces tanto de registrar la actividad eléctrica como de dispensar descargas de electricidad. Los contactos se colocan o bien sobre la superficie del cerebro o a un nivel más profundo dentro del tejido cerebral, dependiendo del lugar de comienzo de los ataques del paciente. Los cirujanos localizan este punto, conocido como “foco del ataque,” antes de proceder con la cirugía mediante el uso de una combinación de imágenes cerebrales y registros procedentes de encefalogramas (EEG), que miden la actividad cerebral a través de unos electrodos de superficie en el cráneo, o mediante una electrocorticografía (ECoG), en la que la actividad se registra directamente a partir de la superficie del cerebro.

El dispositivo, que contiene una batería y un pequeño ordenador, vigila la actividad eléctrica de forma constante. “Cuando la actividad eléctrica se vuelve más alta en amplitud, el dispositivo está programado para identificar ese hecho como un evento significativo y liberar un estímulo,” afirmó Morrell durante la conferencia. “Después el sistema reevalúa el EEG y determina si es necesario seguir con los estímulos.”

Según los resultados de unas pruebas clínicas entre casi 200 pacientes de epilepsia que no habían respondido al menos ante dos medicamentos, el dispositivo redujo la frecuencia de los ataques en un 29 por ciento, en comparación con el 14 por ciento en aquellos sometidos a un tratamiento con placebo (se les implantó el dispositivo pero no se encendió). Casi la mitad de los pacientes a los que se les dio el tratamiento vieron un 50 por ciento o más de reducción en la frecuencia de los ataques.

Los expertos afirman que la respuesta es similar a la de otros dos dispositivos implantados: el estimulador del nervio vago, un dispositivo aprobado por la FDA que estimula indirectamente el cerebro mediante la distribución de descargas eléctricas en una parte del sistema nervioso periférico conocida como nervio vago; y un dispositivo experimental de estimulación profunda cerebral de Medtronic, capaz de funcionar dentro de una parte del cerebro altamente conectada llamada tálamo anterior. La estimulación cerebral profunda está aprobada en la actualidad para su uso contra el Parkinson.

Fuente: Technology Review