El taxista levanta un pasajero en Ovidio Lagos y Pellegrini. En realidad, es el joven quien aprovecha un semáforo en rojo para lanzarse al coche. “Vamos para Rivarola y Circunvalación”, dice. Son las 2.20 de la madrugada del sábado y el tachero palmea la pierna de su acompañante. “Vos querías ver cómo es el laburo de noche. Ahora lo vas a ver”, le advierte al periodista de Rosario3.com, y enseguida aclara: “A él lo llevo para que hagas la nota, sino no”. Los peligros del viaje se harán realidad, aunque no precisamente a causa de una agresión de algún grupito de pibes pasados de alcohol.

“Ahora, el corredor seguro sería tomar Godoy y en el cruce con Matienzo tiene que haber un puesto de la policía que nos detenga”, adelante el taxista. Sí, el móvil estaba, pero con los uniformados adentro de la camioneta: el taxi pasa de largo y no hubo control.

Pero a bordo había algo extraño y no pasó desapercibido. ¿La cara del pasajero? ¿El paso lento de un taxi hacia una zona roja? No, lo que llamó la atención fue una cámara de fotos, y fueron tras ella.

Unos minutos después, el mismo personal policial alcanzó el taxi unas 15 cuadras más adelante. “¿Por qué están sacando fotos?”, es la preocupación. Tras las explicaciones sobre la intención de retratar en una nota cómo funciona el nuevo sistema de seguridad nocturno y la exhibición del documento de identidad, asoma la perspectiva de que la crónica termine en el lugar menos pensado: “No tiene nada que acredite que es periodista, vamos a llevarlo para la comi (por la seccional)”, le dijo el más activo de los oficiales a sus dos compañeros.

Pasajero –pobre pasajero–, taxista y periodista, todos demorados. No pasaron más de diez minutos hasta que llegó el comisario a cargo del operativo, Ríos, de la seccional 3ª, y estableció que todo estaba en orden, que no había motivo alguno para apresar a nadie.

Fue, finalmente, sólo un rato de nerviosismo e incertidumbre. La policía quedó atrás, adelante esperaba lo que para los taxistas hoy es toda una aventura: ingresar a una de esas zonas en la que se pone en riesgo hasta la propia vida.