Pedro Robledo

Fueron sólo quince minutos de demora del comienzo del show. Para los fans de Valeria Lynch significaba una eternidad, la ansiedad por verla y escucharla se percibía en el ambiente.

El paso de los años no se refleja en la imagen y en la propuesta de Valeria Lynch. Conserva la misma energía y vitalidad y sus canciones siguen habitando en el corazón de su público.

Ya desde el primer tema, Valeria recibe ovaciones de pie, mensajes y regalos. Ella accede a un diálogo de tono casi familiar con cada espectador que le hace saber de su procedencia geográfica y del inmenso afecto que le tiene desde hace años.

El contenido combina canciones de O todo ó nada, su nuevo disco, con un repaso de todos sus éxitos.

Con "Señor amante", explotan las primeras filas del auditorio, la gente la ayuda a cantar y a sostener las notas más altas, casi al borde del grito y el desafine, y es cuando comienza a recibir obsequios varios.

"Hasta aquí llegó mi amor", del nuevo disco, se lo ofrece a Estela, de San Lorenzo. "Ojo por ojo", un éxito de otros tiempos, va a capella, a pedido de una espectadora que confiesa que la sigue desde hace treinta años. Y así transcurre todo el show, haciendo todas las concesiones que el público le reclama.

La producción estética y de vestuario de Valeria Lynch es impecable. En el comienzo luce un vestido largo mostaza, en la mitad del show aparece con uno rojo con transparencias y finaliza con uno corto negro. En todos los casos, hace notar que a los sesenta, mantiene su buena figura.

Son tantos los éxitos de su carrera, y la gente los quiere a todos, que decide agruparlos en un par de bloques. Allí desempolva "Piensa en mí", "Tu malicia", "Amiga mía","Muñeca rota", entre otros.

En un breve intervalo, las cuatro pantallas gigantes de la sala emiten imágenes de su carrera artística. Los videos recuerdan momentos compartidos con algunos colegas (Armando Manzanero, Celia Cruz, Sandro), sus participaciones en comedias musicales (Evita, Hair, Están tocando nuestra canción) y un registro de los ensayos y de la grabación del nuevo disco.

Un segmento especial, intenso y extenso, es dedicado a homenajear a sus abuelos. En la interpretación de obras de Cutugno, Ramazzotti, Modugno y otros, brota la sangre italiana de María Cristina Lancelotti (su verdadero nombre).

Pide coro femenino para cantar "Qué ganas de no verte nunca más" y "Mentira", dos temas en los cuales las damas descargan toda su furia y los caballeros se hacen los distraídos y tratan de hacerse invisibles.

Generosa con su staff, cede un buen espacio para el lucimiento de su coro, en el que se destaca Lautaro Rodríguez, quien pronto editará su primer disco en el que Valeria participa. Y, mientras descansa, sube a escena el dúo Gitanos, un matrimonio español (Noelia y Charlie), con un set de flamenco que incluye canto y danza.

En el final, agradece a todos por ayudar a mantener su vigencia e invita al próximo show (el 20 de diciembre en el mismo espacio), y aprovecha para comentar la buena noticia de sus 1500 entradas vendidas para un show en el Gran Rex de Buenos Aires, para el que aún faltan cuatro meses.

También promete invitar a sus próximos conciertos a algunos participantes del "Soñando por cantar", en donde afirma estar descubriendo muy buenas voces.

En el bis de despedida, aparecen más éxitos, con una base electrónica que actualiza aquellos sonidos, pero antes cuenta orgullosa que el próximo 9 de Julio cantará el himno en Tucumán, invitada por el gobierno de la provincia.

La energía, la vitalidad y el despliegue en el escenario, son los fundamentos que siguen sosteniendo la vigencia de Valeria Lynch, una artista íntegra que no decepciona a sus fieles seguidores.