Qué importa no haber jugado bien. Qué importan las fallas defensivas. Central ganó y punto: es un sábado de gloria. Central sumó de a tres frente a un rival complicadísimo y mira desde arriba la zona de promoción. Por eso, la fiesta en el Gigante en este sábado de gloria, cuando Rafael Furchi hizo sonar el silbato por última vez en la tarde. En todo caso, la victoria le da a Madelón una semana más que tranquila para corregir errores de cara a otra final en Jujuy, ante Gimnasia, y luego el clásico.
Central lo ganó con el corazón. Y con el oportunismo de Zelaya y Vizcarra. El Cachi marcó el empate a los 11 del segundo tiempo, cuando Banfield –que desperdició un par de chances claras para aumentar en la primera etapa–parecía cómodo. Y Vizcarra, que lo reemplazó, desniveló sobre a poco del final, con un cabezazo luego de centro y desborde de Tomás Costa.
La virtud del canalla fue buscarlo hasta el final. Creer que era posible aunque le costara –y cómo– generar juego. En ese sentido fue fundamental el mensaje que llegó del banco, cuando Madelón decidió jugar el último cuarto de hora con Moya en lugar de Espinoza, en busca de mejor salida y volumen de juego, aun a costa de sacrificar solidez defensiva.
Central había jugado un mal primer tiempo, sobre todo en los últimos 15 minutos, después del gol de Pavlovich que abrió el marcador y generó nerviosismo dentro del campo de juego y también en las tribunas del Gigante.
En ese lapso, Banfield, de la mano de Cvitanich, puso en jaque a Central, pero Pavlovich y Villarreal desperdiciaron chances clarísimas para aumentar.
Por eso el pitazo final fue un alivio para Central, que se fue al vestuario a pensar cómo darlo vuelta.
El segundo tiempo no empezó bien para el canalla, pero el gol de Zelaya le dio ímpetu y convicción de que el triunfo era posible.
Y lo fue. Para alegría del pueblo canalla, que alivia angustias con estos tres puntos que valen oro. Qué importa que el equipo no haya jugado bien.



