Virginia Giacosa/Lisandro Machain

Cada día una legión de jóvenes en dos ruedas recorre las calles de la ciudad. En moto, con cajas y haciendo piruetas para esquivar los autos, estos muchachos, cumplen con su empleo de cadete, mensajero y repartidor. En su mayoría sin estudios ni formación profesional y con la moto como único capital, se suben a uno de los trabajos más precarizados, según el ministerio de Trabajo provincial. En los últimos años el fenómeno delivery creció tanto como los llamados para recibir un envío en la puerta de casa.

"En Rosario circulan por día unas 200 mil motos. Según los registros del municipio de 10 rodados que son remitidos al corralón, al menos uno está afectado a tareas de cadetería, mensajería o delivery", explica Luis Baita, titular de la secretaría de Seguridad Ciudadana de la Municipalidad. En total hay unas 25 empresas de envíos habilitadas, pero no existe un número exacto que pinte la cifra de motoqueros que día a día llevan y traen envíos por las calles de la ciudad. 

Aunque en mayo de 2004 se firmó un decreto municipal para la creación de un registro de repartidores, hasta hoy la medida no entró en vigencia. El registro que pretendía identificar con una credencial al repartidor y obligar a los comercios a brindar ropa adecuada y elementos de seguridad para circular en moto brilla por su ausencia y la actividad crece día a día en una informalidad casi total.

Para el empresario Eduardo Capelle, de la empresa de delivery coorporativo Dabbwalla, la mayor contrariedad que enfrenta esta actividad es la falta de legislación. "Nuestro principal problema es la ausencia de legislación. Eso hace que la mayoría de las empresas que se dedican al envío de pedidos tengan una relación de total informalidad con los empleados", denunció.

Dabbawalla maneja varias cuentas de empresas de la ciudad –pizzerías, hamburguerías, perfumerías, entre otros– y tiene una planta de trabajadores jóvenes que cumplen con un horario de trabajo fijo, semanal, dividido en bloques que no exceden las seis horas arriba de la moto.

En un rubro donde abundan los trabajadores monotributistas o que directamente cobran por envío entre cuatro y cinco pesos, Capelle, resalta que "su planta de empleados está completamente en regla y en relación de dependencia". 

"Lamentablemente en el mercado este rubro de trabajo está informalizado. La mayoría trabaja por envío, la gente que hace esto tiene qe ir corriendo para poder hacer más entregas y así un dinero un poco más interesante", advierte el titular de la firma y cuestiona la modalidad de gran parte de las empresas.

Con reglas propias, los deliveris hacen malabares para sobrevivir en la jungla de cemento. Desde el muncipio reconocen que son los principales infractores de las normas viales: cruzan en rojo, van contramano y en su mayoría no usan casco. "El 70% de los accidentados que ingresan al Heca son motociclistas", aseguró el funcionario como un dato a destacar.

Por cinco pesos por viaje corren bajo la llovizna, llevan platos que deben que llegar calientes y un handy que no para de replicar órdenes y gritos. Más velocidad, más entrega, más ganacia para el motoquero, más riesgo para todos. Pero ¿Cómo es la vida de los que pasan hasta ocho horas montados en dos ruedas para entregar envíos?

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