Pedro Robledo

Virus visitó este sábado Rosario con la intención de seguir celebrando los treinta años de la salida de su primer disco "Wadu wadu" (1981). Y cautivó a cientos de seguidores que demostraron tener en la memoria aquellas inolvidables canciones.

Marcelo Moura, al frente de la banda surgida en La Plata desde la muerte de su hermano Federico (1988), se mantuvo siempre movedizo y preocupado por la quietud del público al que costó comprometer con la propuesta bailable.

La puesta tuvo un estética psicodélica, con un muy buen trabajo de luces y un sonido que permitió el lucimiento de la banda, pero que no fue óptimo en la amplificación de las voces.

Las baladas y canciones pop tuvieron en este caso versiones más rockeras, enriquecidas por el destacado desempeño de Julio Moura en la primera guitarra. "Caliente café", "El rock es mi forma de ser", "En mi garage", entre otras, sonaron más potentes que en las grabaciones originales.

Hubo un espacio cedido por Marcelo Moura, para que luzcan las voces de Daniel Sbarra ("Dicha feliz" y "Amor ó acuerdo") y de Julio Moura ("Dame una señal" y "Ausencia"), que sin embargo lograron respetuosa pero tibia adhesión del público.

Virus posee el enorme plus que le otorga el hecho de que sus melodías son fácilmente reconocibles desde los primeros acordes. Entonces, no le resulta preocupante que la gente no baile, ellos suponen que los están escuchando atentamente, confiados en la popularidad de sus canciones.

En el tramo más ochentoso, pasaron al frente los sintetizadores. "No quiero este destino", en versión tecno y ""Sin disfraz" con un toque dance, finalmente consiguieron que el auditorio comenzara a despertar.

Las contundentes "Soy moderno", "Me puedo programar" y "Superficies de placer" (la preferida de Marcelo), levantaron la temperatura de la sala y desde ese momento ya no se sentó nadie.

La bella "Imágenes paganas" fue muy celebrada y prolijamente interpretada, al igual que "Hay que salir del agujero interior" en una versión más cercana al rock and roll duro.

Los intensamente reclamados bises llegaron luego del esperado "Wadu wadu" para la primera despedida antes de un breve descanso.

En el segundo de los tres bonus, Virus cedió el centro del escenario a la gratificante presencia de Pancho Chévez, invitado a poner su armónica en "Una luna de miel en la mano".

El histrionismo y la movilidad de Marcelo Moura contrastó durante todo el show con la sobriedad y lo estático de su hermano Julio, quien aportó lo más novedoso del grupo: darle un sonido contemporáneo y un renovado aire rockero a las baladas y a las canciones pop de aquellos años 80.

Virus alternó momentos de excitación y de calma demostrando que puede re-inventarse, apoyado en la enorme popularidad de sus canciones, muchas de las cuales quedaron en la memoria colectiva de una década en la cual fueron figura sobresaliente de las escena de la música popular argentina.

Prometieron volver en septiembre.