El domingo 21 de agosto se celebra el Día de las Infancias y las jugueterías desbordan de ofertas para todas las edades, gustos y presupuestos. Entre las opciones, se destaca una creciente presencia de juguetes antiestrés que entretienen y ayudan a descargar la ansiedad acumulada, un símbolo de estos tiempos.

Algunos eligen los “pop it” (una especie de cubetera de silicona que invita a apretar de un lado y del otro); otros se inclinan por la "tira antiestrés", fabricada del mismo material y tan maleable que puede doblarse, retorcerse y enroscarse, sin límites. Y no pierde vigencia el "slime" (o moco gorila), una suerte de masilla, para estirar, amasar y cortar, que también se puede preparar de forma casera, con jabón de la ropa y pegamento, entre otros.

Con sus matices y diferencias, todos estos juegos suelen promocionarse como "juguetes antiestrés", con un objetivo similar: que niñas y niños descarguen y alivien su estrés.

El "pop it", uno de los más atractivos.

Cómo se manifiesta el estrés infantil

 

“Es estrés como tal es positivo porque se trata de una respuetsa biológica que nos prepara para la acción y la clave para saber si se trata de un estrés positivo es el tiempo de caducidad. Esto puede comprobarse en situaciones puntuales como una prueba de la escuela, por ejemplo. Si la evaluación es el jueves a las 10, alrededor de las 12 de ese día, debería empezar a bajar el estrés”, explicó, en diálogo con el programa “A la Vuelta” (Radio 2), la psicóloga, especialista en trauma y neurociencias Rocío Suárez Ordóñez.

“Durante la semana –ejemplifica– el niño o la niña tiene una prueba en la escuela. La evaluación se anuncia para el jueves y entonces, se pone a estudiar. Martes y miércoles los nervios aumentan. Siente más estrés, empieza a dormir menos y a estudiar más. Se prepara para la acción, rinde y se termina el estrés. Ese es un estrés positivo –afirma– que tenemos todos frente a una situación nueva y es manejable”.

«No sabemos qué tiene»; «salta de la nada»; «estábamos comiendo y de repente se enojó y fue»

Pero a diferencia del estrés positivo, se está observando mucho un fenómeno denominado "distrés" que presentan algunas infancias. En el distrés, la clave también es el tiempo, pero se diferencia del estrés positivo en que no hay un horizonte claro que indique cuándo termina. Esto se ve como consecuencia de problemas familiares o de la escuela que no tienen fecha de caducidad y se manifiesta a través de un estrés permanente que llega a hacerse crónico.

Suele exteriorizarse con aislamiento social, dolor de cabeza, irritabilidad y madres y padres lo describen con estas expresiones: “No sabemos qué tiene”; “salta de la nada”, “estábamos comiendo y de repente se enojó y fue”. Para esos casos, hay otras cosas que se pueden hacer en vez de comprar juguetes antiestrés. Lo indicado es consultar y pedir asesoramiento, para no tapar el síntoma y acercarse a la raíz del problema que lo causa.

La especialista señala que el distrés (estrés sostenido en el tiempo) impacta directamente en las funciones cognitivas básicas del cerebro, como la atención, la emoción y la motivación. Asociado con esto, baja el rendimiento y el sistema inmune. Por esta razón, además del mal humor o las reacciones desmedidas, suele notarse menor concentración en la escuela o virosis frecuentes, originadas por las bajas defensas del organismo.

La "tira antiestrés", otro de los clásicos.

Juguetes antiestrés: ¿sirven o no sirven?

 

Suárez Ordóñez explica que las investigaciones sobre la utilidad o no de estos juegos no arrojó resultados concluyentes, hasta ahora, pero sí permiten observar dos cosas: por un lado, facilitan el desarrollo de la destreza motriz, en especial de la motricidad fina (que nada tiene que ver con el estrés); por otro lado, que aún no se demostró que tengan beneficios a largo plazo.

Los juguetes antiestrés funcionan como un paliativo, no como una cura.

“Sí sirven en el momento de estrés agudo, cuando uno está por entrar a un examen, por ejemplo. El hecho de apretar esos juguetes, puede hacernos sentir mejor; pero funcionan como un paliativo, no como una cura”, remarca.

La era de la ansiedad

 

Hace diez años, estábamos transitando a nivel mundial, la epidemia de la depresión; ahora se está viviendo la epidemia de la ansiedad y el fenómeno está íntimamente ligado al covid, porque no sabemos todavía cuándo se va a terminar.

“El coronavirus nos obligó a cambiar demasiado nuestras vidas y nuestro cuerpo tuvo que prepararse para la acción todo el tiempo, tanto para resolver un problema como para enfrentar la enfermedad. Esto –señala– generó niveles de ansiedad muy altos, sobre todo en los chicos porque tienen menos recursos para responder a ese tipo de situaciones, mientras que los adultos tenemos recursos aprendidos durante toda nuestra vida. Es el rol de padres, tíos, maestros, cuidadores, etc., el de enseñar y poner a disposición de niñas y niños esos recursos que aún no han aprendido”.

“Además –agrega– estamos en la era de la inmediatez. Todo lo queremos ya y los adultos, a veces no les damos tiempo a los chicos. En vez de dejarles preparar la vianda a ellos, por ejemplo, (algo que puede llevarles diez minutos), como estamos cansados y queremos terminar rápido, lo hacemos nosotros para resolver más rápido. Ante situaciones como ésta, el niño o la niña se queda sin aprender y sin saber cómo solucionar los pequeños desafíos que va encontrando en cada trámite que el adulto hace en lugar de él o ella”.

El "slime" también puede elaborarse de forma casera.

La ansiedad también se manifiesta en niños y niñas que se conectan permanentemente a redes sociales para acceder a contenido cada vez más breve. Una de las redes más importantes es Tik Tok, donde los videos con más visitas son los que tienen una duración de treinta segundos, es decir, los más breves, que estimulan la atención por un lapso muy exiguo. Esto hace a que no se ejercite la concentración ni la atención y “puede llevar a generar una población desatencional”, sostiene la psicóloga.

Zoom, Meet y después

 

El exceso de las clases virtuales mediante plataformas de internet –Zoom y Meet–, durante el aislamiento por la pandemia de covid, también incidió en la desconcentración de niñas y niños porque cuando se conectaban a la clase, en la pantalla veían no solo a la docente (como habitualmente ocurre en el aula) sino a todos los compañeros y compañeras y también a ellos mismos. “Ese verse a sí mismos, genera mucha ansiedad, porque hace que presten atención a muchos estímulos y además, que se evalúen a sí mismos, mientras se miran”.

Cuando atraviesan esas situaciones estresantes, a veces, más útil que ofrecerles sucesivas formas de superar la situación, es dejarlos hacer y darles espacio para que descubran qué quieren hacer. “Observarlos para conocerlos y darles el espacio para que puedan hacer lo que les gusta o les atrae, es útil. También, charlar con ellos, si quieren hacerlo”, concluye la profesional.