Sergio Massa sintió tardíamente lo mismo que Cristina Fernández hace más de un año: que Alberto Fernández los estaba llevando a la ruina y que si no hacía algo, la presidencia de la Cámara de Diputados no sería más que una butaca privilegiada para ver pasar su propio cadáver político.

Por eso cuando el ex ministro Martín Guzmán presentó la renuncia, Massa concluyó que tenía dos opciones. O saltaba del barco (y esa era su última oportunidad), o se convertía en artífice de su propio destino. Lo que no podía hacer era quedarse mirando cómo su capital político y sus ambiciones se licuaban en manos de un gobierno sobre el que no tenía suficiente influencia y no reaccionaba.  

Así fue que “las bases” del Frente Renovador instalaron “la presión” para irse del Frente de Todos. Con esa carta Massa fue a negociar con Fernández su ingreso al gobierno tras la salida de Guzmán. No tuvo éxito, hasta que corrida cambiaria mediante, y presionado por la vicepresidenta, los gobernadores y él mismo, el presidente Alberto Fernández entregó el Ministerio de Economía, el de Producción y la Afip.

Massa ahora es artífice de su propio destino. “Morir con las botas puestas”, dice el refrán. Donde estaba, tenía todo para perder. La presidencia de la Cámara de Diputados ya no era un lugar estratégico desde el que tejer un futuro presidencial y dar vuelta encuestas que hasta ahora dicen que tiene demasiada imagen negativa por remontar.

En términos personales, transformó un callejón sin salida en una oportunidad. De pronto tiene todo para ganar, porque si le saliera bien habrá matado dos pájaros de un tiro. Recreó su propio futuro y ofrece una solución al dilema del Frente de Todos: ¿quién puede ser candidato a presidente y tener chances de ganar en 2023?

Cambios inéditos e inquietantes

 

Si algo estaba marcado a fuego en el imaginario popular es que estas cosas sucedían en los gobiernos radicales, nunca en los peronistas. La Argentina está asistiendo a procesos de cambios inéditos, pero a la vez inquietantes. 

En ese extraño escenario el gobierno nacional se somete a un reseteo generalizado. Nombres, cuotas de poder y mando. Massa toma el protagonismo, Cristina conserva lo suyo y gana un par de casilleros, siendo el más valioso la Afip. Alberto queda despojado: conserva al ministro de Trabajo con apoyo de la CGT, retiene a Cafiero en Cancillería, a Vilma Ibarra para cuidarle la firma y contiene a Marcó del Pont en la Secretaría de Asuntos Estratégicos. Y por supuesto, Agustín Rossi en la Agencia Federal de Inteligencia. Sobre la presidencia del Banco Central se dice que todavía no está todo dicho. 

El rol de los gobernadores

 

Los gobernadores operaron muy fuerte sobre el presidente para que accediera y acelerara los cambios. El miércoles fue un día muy relevante, primero trasladando a Buenos Aires la reunión planificada en la fría y distante Bariloche. Luego con un alto nivel de convocatoria y crítica a los tiempos del presidente. 

En términos generales, los mandatarios provinciales del peronismo coincidían en que Alberto Fernández les estaba hipotecando el futuro. El gobierno llevaba semanas de parálisis y no se tomaban decisiones ni se hacían los cambios esperados.

En el medio de la corrida cambiaria el presidente la emprendió a los fustazos contra el sector agropecuario por no apurar la liquidación de la cosecha acopiada en la previa de la Exposición Rural. El gobernador Omar Perotti hizo lo que tenía que hacer: desmarcarse y defender los intereses de su provincia, sobre todo porque las apreciaciones del presidente son un remake con retórica de mala calidad de la Resolución 125 y denotan desconocimiento.

En el nuevo recambio de gabinete Perotti perdió a los dos ministros con los que mejor se entendía y empatizaba: Julián Domínguez de Agricultura y Daniel Scioli de Producción. Sin embargo tiene buena relación política con Sergio Massa, a pesar de algunos cortocircuitos en los últimos tiempos, cuando funcionarios santafesinos que responden al tigrense desde cargos nacionales puenteaban a la provincia para llegar con obras directo a municipios y comunas. Son cuestiones menores a la hora de ponderar la relación.

Eso explica que, una vez que los gobernadores acordaron apoyar al desembarco de Massa, Perotti haya sido el primero en respaldarlo por Twitter. 

Hay más: la llegada Massa promete una vuelta de página con el sector agropecuario. Se presupone que irá más en línea con lo de Julián Domínguez. Ocurre que Domínguez adolecía de lo mismo que todos los ministro de Agricultura en Argentina: no tenía poder y las decisiones que afectan al agro se toman en otros ministerios. Massa ahora concentra todos los comandos: Economía, Agricultura y Producción.

La Embajada

 

“Massa es un hombre de la embajada de Estados Unidos”, suele repetirse en los pasillos de la política. Él mismo habla de su afinidad con el país del norte, por lo tanto hay que ver cómo juega esto dentro de la coalición gobernante. 

El nuevo ministro expresa una línea vinculada abiertamente con los intereses de uno de los dos grandes bloques hegemónicos que se disputan el predominio en el paneta. Cristina, como se contó varias veces en este panorama, recompuso sus vínculos con Estados Unidos después de una década. Sin embargo es partidaria de una política exterior pragmática y multilateral, sin alineamientos explícitos. Esa definición significa hacer negocios con los países que más le convengan al país, lo menos atados posibles a compromisos de otro tipo. Tema por tema, área por área.

Hay que ver cómo se conjugan esas visiones, además teniendo a un albertista como Cafiero en la Cancillería. Un capítulo especial es el de los organismos multilaterales de crédito con los que trata Argentina y donde mandan Estados Unidos y gobiernos europeos. Massa se reservó explícitamente el control del vínculo con ellos.

La interna

Por cosas como esas es esperable que la interna del Frente de Todos adquiera nuevas dinámicas en adelante. Una cosa fue hasta ahora, con Cristina y Massa articulando para condicionar al presidente desde la presidencia de las cámaras legislativas. Ahora el juego cambió. Massa, el que en 2013 prometía ser el verdugo de La Cámpora y la ex presidenta, ahora asume un lugar expectante de poder. Pero como dijo un economista rosarino, parafraseando al poeta Silvio Rodríguez: “¿Qué sería la Massa sin Cristina?”

Es de esperar que la vicepresidenta cuide su espacio, su capacidad de veto y liderazgo. Poco o mucho, no hay otro peronista al día de hoy capaz de ganarle una primaria. Además, si hasta aquí fue tan celosa de que Alberto Fernández no deforme su identidad política, ¿por qué permitiría que lo haga Sergio Massa? Habrá que ver el sentido de las medidas que anuncie el nuevo ministro de economía antes de sacar conclusiones apresuradas.

Por otra parte, el Frente Renovador y el cristinismo tienen como base electoral la provincia de Buenos Aires. Hay ahí un potencial motivo de disputa muy concreto. O acuerdan un reparto o confrontan.

Las empresas y el Estado

Quizás porque su salto a la política nacional lo dio desde Ansés, quizás porque lo perciben market friendly, o por el motivo que fuere, lo cierto es que apenas se conoció la designación de Massa las empresas más poderosas del país echaron a correr la versión de que una de las medidas iniciales de Massa sería vender las acciones del Estado argentino en esas companías privadas.

Esas acciones que integran el Fondo de Garantía de Sustentabilidad y que vienen de cuando se estatizaron las AFJP, significan sillas que el Estado ocupa en los directorios de industrias alimenticias, siderúrgicas, compañías de servicios públicos concesionados, constructoras, holding de comunicación, mineras, entre muchas otras.

Las empresas nunca quisieron saber nada con tener al Estado adentro de sus compañías. Y ahora, gracias a la crisis, podrían recomprar esas acciones a precio regalado, con lo cual matarían dos pájaros de un tiro: por un lado recompran acciones por bicoca y por el otro se sacan al Estado de encima.

De más está decir que sería un pésimo negocio para el patrimonio público liquidar ese capital en estos momentos, en especial para el FGS que es el resguardo del sistema de seguridad social. El entorno de Massa se encargó de hacer público el lobby –probablemente para curarse en salud– y en off aclaró que no está en los planes esa posibilidad.

Hay un hecho curioso que vincula las acciones en poder del Estado con Santa Fe y evidencia la presión de la elite empresaria. En el último fallo de la Corte Suprema en relación a la deuda histórica con la provincia, los supremos sugieren que se usen las acciones de empresas privadas en poder del FGS para cancelar parte del pasivo. La suegrencia es insólita, porque el objetivo del fallo no tenía relación alguna con los instrumentos de pago, y sin embargo los jueces que encabeza el santafesino Horacio Rosatti lo escribieron. Es escandalosamente evidente el oído que algunos jueces de la Corte argentina prestan al círculo rojo empresario y sus intereses.

Otra vida

 

El Frente de Todos pone toda la carne al asador. Le queda un año de gestión antes de las elecciones, y el contrato con su electorado no está cumplido, más allá de los matices y circunstancias atendibles. El sismo interno conlleva una novedad, que es la reducción de la figura presidencial a una cuota mínima de poder. Ya pasó en otros tiempos, lo nuevo es que detrás hay una coalición con referentes y espacios políticos que contienen lo que en anteriores instancias históricas se resolvió con derrocamientos, salidas anticipadas del poder, adelantamiento de elecciones. Nada está dicho, pero Cristina Fernández y Sergio Massa, los socios fundadores del Frente de Todos, le dieron otra vida al gobierno.