El cristinismo intensificó esta semana el fuego “amigo” sobre el presidente Alberto Fernández y sus ministros. La ofensiva tiene dos artilleros. El secretario de Comercio Interior Roberto Felletti que dispara contra Martín Guzmán. “El Ministerio de Economía tiene que bajar líneas claras de política económica que reduzcan esta volatilidad y preserven los ingresos populares, si no esto se va a poner feo”. Y Máximo Kirchner: “¿Cómo puede ser que no entiendan que está faltando la comida en la mesa de los argentinos y argentinas? Hay que ser más generosos, hay que dejar de quejarse por si cortan una calle ¿Pero qué quieren que hagan? Hay que hacerse cargo de la gestión, de la comida, del trabajo, de la seguridad. Hay que cortarla con las pendejadas de la televisión y solucionar este complejo momento”.
Felletti pega y desgasta desde adentro del gobierno; Máximo comunica sin anestesia lo que Cristina está pensando y, como Hansel y Gretel, planta las miguitas del camino que se está transitando. ¿Cuál es ese camino? ¿Qué quiere el cristinismo?

Empecemos por mirar algunas fotos. En 8 días Cristina y Sergio Massa compartieron dos instantáneas que llevan encriptados varios mensajes, pero hay uno más potente que los otros y que motivó la foto: si los dos pilares fundadores están juntos quiere decir que el Frente de Todos sigue unido

El detalle es que faltaba el presidente Alberto Fernández. Deducción: quienes “armaron” la foto no ven al presidente como pieza esencial para la unidad del Frente de Todos. Lo siguen viendo como un dirigente elegido para ganar las elecciones, que se desmarcó y al que hay que poner en caja porque no sabe gobernar y dilapida el capital electoral de otros. Que en 2020 dijo que no iría por la reelección pero ahora decide unilateralmente que sí, para bronca de Sergio Massa que veía con ganas ese carril.

Fuego a discreción

El presidente resiste la ofensiva mientras puede. Sabe que Cristina no sólo no se va del gobierno sino que pretende conquistar mayor poder en el gabinete nacional. Cuatro de sus ministros, los más cercanos a él, están en la mira del cristinismo: Guzmán de Economía, Kulfas de Producción, Moroni de Trabajo y el canciller Cafiero. Un escalón más abajo, Domínguez de Agricultura. 

A Guzmán, además de no perdonarle el acuerdo con el FMI, le endilgan que no conoce los intereses de la Argentina. Cristina lo dijo elípticamente hace 10 días cuando contó (rememorando un fragmento del libro “Diario de una temporada en el quinto piso” que le mandó de regalo al presidente) que el gobierno de Alfonsín envió a José Luis Machinea al Banco Mundial a pedir un crédito para privatizar el polo siderúrgico y petroquímico y que el presidente de la entidad le dijo que no podrían dárselo porque Estados Unidos se opondría porque afectaba sus intereses, en el sentido de que si Argentina se volvía más eficiente en esos sectores, sería una competencia para ellos.

Esa anécdota la contó en el acto del 2 de abril, horas después del viaje de Guzmán a Houston a donde fue a ofrecer Vaca Muerta. La versión que Cristina recibió es que los petroleros y potenciales inversores estadounidenses le dieron a Guzmán una respuesta parecida a la que hace 30 años recibió Machinea. “Estados Unidos está defendiendo sus intereses, ojalá todos acá tuviéramos esa actitud”, facturó Cristina.

A Kulfas le critican ser el promotor de un modelo productivo industrialista pero sin distribución y menos reinversión. Ponen como ejemplo que el presidente y Kulfas visitaron una empresa de Las Parejas que tiene vendida la producción de un año y medio, pero “paga sueldos de 90 mil pesos”. Si esos números son reales, el problema de base es de la UOM que negocia paritarias, pero en el cristinismo afirman que el gobierno tiene herramientas para redistribuir, por ejemplo aumento vía decreto, al estilo de lo que Massa y Cristina hicieron con el aumento unilateral a los empleados del Congreso para sostener poder adquisitivo de los trabajadores. 

Es evidente que no da lo mismo ordenar aumentos con la plata de las empresas y comercios que con el presupuesto del Congreso. Hecha esa salvedad, la jugada ingeniada desde el Parlamento pretende indicarle un camino al Ejecutivo y lo expone como incapaz o insensible a la feroz pérdida de poder adquisitivo. Pavada de fuego amigo.

Hay otro plano de intervención de Cristina muy potente. Convirtió la vicepresidencia en una Cancillería paralela. Jugar sobre la agenda internacional es lo que hacen los futuros candidatos a presidente, porque les permite jugar en otras ligas sin interferir en el plano doméstico. Cristina, hasta ahora, se perfila como candidata a senadora de Buenos Aires.
Esta semana la visitó el presidente de Bolivia y la anterior nada menos que el embajador de Estados Unidos. El encuentro con Marc Stanley tuvo varias dimensiones, algunas de repercusión local y otras regionales. Entre las primeras, el cristinismo dice que la visita fue un reconocimiento inequívoco de que el poder del oficialismo descansa en Cristina

En el ámbito regional, es evidente que algunas cosas están cambiando en el vínculo de Estados Unidos y Sudamérica. Los intereses de los demócratas de Joe Biden no son los mismos de Trump, quien esta semana recibió a Mauricio Macri en Palm Beach para armar la contrafoto a la de Cristina-Stanley. Los dos ex mandatarios reafirmaron una alianza que, a juzgar por las declaraciones del presidente de la UCR Gerardo Morales, divide aguas en Juntos por el Cambio.

El ex presidente Macri con Donald Trump

Hay un reacomodamiento de alianzas a nivel global a partir de la invasión a Ucrania y sus efectos geopolíticos y económicos que impactan en Sudamérica. Tan es así que Argentina votó en contra del “eje del mal” a la hora de la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos. Esta vez lo que hizo ruido fue el silencio de la oposición.

Por el contrario, Jair Bolsonaro, otro amigo de Trump, votó a favor de Rusia en la ONU. Ese es el Brasil de Bolsonaro, no el de Lula. Hay que seguir los movimientos de Lula, Cristina y los del presidente chileno Gabriel Boric en relación a la administración Biden, y viceversa.

La voz del albertismo

Cristina lidera una ofensiva que pareciera no tener retorno y tiene en vilo a todo el peronismo. En ese contexto el presidente está compelido a fortalecerse o sucumbir. De esto se habló ayer a la tarde en el encuentro del que participaron varios ministros y altos funcionarios nacionales en el Patio de la Madera, organizado por La Corriente de la Militancia que lidera Agustín Rossi.

Una de las exposiciones mas destacadas fue la secretaria general de la presidencia, Vilma Ibarra. Calificó de “imperdonable mostrar una división en medio de tanta dificultad” y dijo que el Frente de Todos tiene futuro en 2023 si se dedica a hacer lo que vino a hacer”. Y en un mensaje sin nombres pero inequívocamente dirigido a La Cámpora y la vicepresidenta, reflexionó: “La idea de que alguien se puede salvar sólo, o salvar su espacio para construir otra cosa para después volver, es propia del neoliberalismo. Solo no se salva nadie”, remató.

El cierre estuvo a cargo del anfitrión Agustín Rossi, quien recordó la reelección de Cristina en 2011 con el 54% de los votos después de perder la elección de 2009 con Néstor de candidato. “¿Quién dice que hay que hacer algo diferente a lo que nos permitió recuperarnos y ganar en 2011? ¿Dónde está escrito que para llegar con mejores condiciones a 2023 haya que hacer otra cosa que no sea fortalecer el gobierno, la gestión, el Frente de Todos y el liderazgo del presidente?”. Recordó que en aquel momento la presidenta creó la Asignación Universal por Hijo y propuso que el gobierno piense seriamente en el Ingreso Universal Básico.

Son extractos incompletos de una jornada de 5 horas en las que el núcleo de dirigentes, funcionarios e intelectuales del “albertismo” –la excepción fue el vicepresidente del Instituto Patria y ministro de Vivienda Jorge Ferraresi– dijo desde Rosario lo que piensa y siente de la ofensiva cristinista sin entrar en el golpe a golpe a través de los medios de comunicación.

Paisajes santafesinos

La presencia de buena parte del gabinete nacional en ese encuentro es indicativa de la cercanía de Agustín Rossi con el presidente de la Nación. Definitivamente es la expresión del albertismo en Santa Fe, espacio que ya tiene lanzado a Leandro Busatto como precandidato a gobernador.

El otro acontecimiento político de la ciudad fue el encuentro que convocó el intendente de Rosario Pablo Javkin en el salón Metropolitano. Bajo el paraguas institucional de un Foro por la reconstrucción, reunió a dirigentes políticos, sociales, religiosos, académicos, de entidades económicas e intendentes de distintos puntos de la provincia. Formalmente decidirá sobre su eventual precandidatura a gobernador sobre finales del año, pero ayer empezó a desandar ese trayecto con una convocatoria que no hizo desde el gobierno municipal, sino desde el agrupamiento Arriba Rosario, donde convergen sus aliados: Radicales Libres, GEN, SI, Pares, PDP y organizaciones sociales

Javkin se imagina como precandidato en la primaria de un frente que reúna casi toda la oposición santafesina y que ya tiene como primer anotado al radical Maximiliano Pullaro. Ayer se mostró rodeado, en términos político-partidarios, de radicales de distintas vertientes, algunos muy identificados con Juntos por el Cambio, como el senador nacional Dionisio Scarpin o Mario Barletta, pero no hubo nadie del PRO. Probablemente tampoco hayan estado invitados. 

Los socialistas sí lo estaban, pero sólo mandaron a quienes cumplen funciones en la gestión municipal y a Alberto Ricci, intendente de Villa Gobernador Gálvez. Evitan acciones políticas que puedan generar ruido interno y se concentran en aquello que todos acuerdan. En lo inmediato se pusieron dos objetivos: modificar la estructura orgánica provincial y facilitar la participación directa de militantes sindicales, universitarios y barriales en los órganos partidarios; y profundizar el papel de oposición a la gestión de Omar Perotti, no tanto en el ámbito legislativo donde la Casa Gris considera al socialismo “una oposición responsable”, sino en el plano de la política. 

En ese orden habría que inscribir la ausencia del intendente de la capital provincial a la convocatoria del gobierno provincial para conformar el Consejo de Intendentes por la Autonomía Municipal: “Discutir autonomía sin discutir recursos no tiene sentido”, se diferenció Emilio Jatón.

A diferencia del socialismo, el intendente Pablo Javkin encontró en ese ámbito visibilidad, jefes políticos de toda la provincia y medios de comunicación que transmitieron sus deseos de ser gobernador a todos los rincones de la provincia.

A su vez, el nombre de Javkin recorrió los medios nacionales esta semana por haber participado de la cena en casa del salteño Juan Manuel Urtubey, a la que asistieron el radical Gerardo Morales, el cordobés Juan Schiaretti, el ex ministro Rogelio Frigerio, Graciela Camaño, Florencio Randazzo y Emilio Monzó. Imposible descifrar si se trató de una foto más que le sirve a todos los presentes para mandar mensajes a sus internas y adversarios, o si anida allí el embrión de un espacio antigrieta, de centro rabioso, e identidad federal. La inusual virulencia de la pelea de poder en el Frente de Todos y el creciente antagonismo entre Macri y la UCR obligan a tener salidas de emergencia a mano.