Existen dos tipos de ACV, el isquémico, cuando la interrupción en el flujo sanguíneo es producida por obstrucción arterial; o el hemorrágico, en el caso que la interrupción del flujo este dada por una ruptura de la pared arterial. El ACV isquémico es el más frecuente, correspondiendo a un 85% de los casos.

En la gran mayoría de los casos (entre el 75 y el 90%), el ACV se produce en personas mayores a los 65 años de edad, sin embargo en los últimos años se ha observado un incremento de la incidencias en las personas más jóvenes (menores de 45 - 50 años). Este aumento, podría en parte estar dado por el aumento de los factores de riesgo modificables en las personas más jóvenes.  

¿Cuáles son los factores de riesgo?

Son todas aquellas condiciones que aumentan el riesgo de padecer un ACV. Los podemos dividir como modificables, cuando por medio de tratamientos médicos o cambios de hábitos de vida podemos intervenir, como la hipertensión arterial, diabetes, colesterol, la presencia de arritmias cardiacas como la Fibrilación Auricular, tabaquismo, consumo de alcohol, sedentarismo y sobrepeso; y no modificables como la edad, el haber padecido previamente un ACV.

¿Cuáles son los síntomas con que se presenta un ACV?

El cerebro controla todo lo que hacemos (hablar, caminar y respirar), si debido a un ACV un área localizada del cerebro no recibe los nutrientes necesarios (oxigeno, azúcar), la parte del cuerpo controlada por ese área podría verse afectada. Por eso, los ataques cerebrales pueden causar problemas con el movimiento, la visión, el habla, etc.

Los síntomas del ACV incluyen:

- Adormecimiento, entumecimiento, hormigueo, o debilidad en una mitad de la cara, brazo o pierna (especialmente en un lado del cuerpo), de comienzo súbito.
- Confusión, dificultad para hablar o entender el habla, de comienzo súbito.
- Dificultad con la visión en uno o ambos ojos, de comienzo súbito.
- Súbita dificultad para caminar, mareo, pérdida del equilibrio o de la coordinación.
- Súbito dolor de cabeza severo, sin causa conocida.

El  ACV es una emergencia médica. Cada minuto cuenta. Cuanto más tiempo duren los síntomas del ataque cerebral, mayor es el riesgo de daño cerebral. 

Existe un tratamiento especifico (alteplasa) para el ACV isquémico que solo se puede aplicar en las primeras 4 horas de comenzados los síntomas. Para aplicar este tratamiento se requiere de un Equipo de Ataque Cerebral, que trabaje en forma eficaz y coordinada, para lograr diagnosticar y seleccionar correctamente, en el menor tiempo posible, el paciente candidato a tratamiento trombolítico.

Solo un bajo porcentaje de las personas que sufren un ACV acceden a dicho tratamiento, por eso es muy importante la orientación en la prevención como la rehabilitación, la cual es uno de los pilares del tratamiento del ACV, tanto en la etapa subaguda como crónica del ACV.

La rehabilitación consiste en ayudar a que las personas que padecieron un ACV recuperen, en la medida de lo posible, las habilidades y funciones afectadas. La rehabilitación enseña nuevas maneras de realizar tareas para compensar la discapacidad adquirida. Para dicho fin lo mejor es contar con un equipo multidisciplinario de profesionales especializados en rehabilitación de enfermedades neurológicas, como kinesiólogos, terapistas ocupacionales, fonoaudiólogos, neurólogos, psicólogos y psiquiatras.

 

Dra. Lorena Jure, Neuróloga y Coordinadora del Equipo de Ataque Cerebral de GO.

Fuente: Grupo Oroño