Cuando Liliana cambió el auto, unos meses atrás, lo hizo convencida de estar concretando un buen negocio. Entregó su Fiat Duna modelo 98 y cinco mil pesos más a cambio de un Volkswagen Gol 2001. Pero desde entonces comenzó a vivir un verdadero calvario y hoy tiene el coche secuestrado en el corralón.

La mujer se comunicó con un vendedor que ofrecía el vehículo a través de los clasificados en un diario local y realizó la compra, pero, según denuncia ahora, el auto estaba prendado y por eso se lo llevó la policía en un control de rutina.

“Un día domingo, en Rosario, nos paró la policía y nos secuestró el auto por un pedido del Banco Macro. Tenía un embargo, el dueño original nunca lo pagó”, relató Liliana este lunes en Radio 2.

“Cuando lo compré, a los papeles del auto los tenia un gestor. Le pagué una deuda de patente y por la transferencia, pero lo llamé al mes y medio y todavía no estaba hecha. Estuve dos meses con el auto esperando los papeles”, agregó la mujer.

Luego del secuestro, que terminó con el Gol en la Jefatura de policía, la frustrada clienta contó que le pagó al banco 13 mil pesos de deuda. “Pensaba que, si no, perdía el auto, que ya me había salido 23 mil pesos”, señaló.

Y no fueron los únicos gastos que afrontó Liliana: “Además le hice el tren delantero y le cambié los neumáticos”, detalló, por lo que confesó: “Me siento re boluda, y mal. Porque la Justicia no hace nada. Y este señor –por el vendedor– está en libertad y sigue robando”.

Pero el trastorno no termina ahí. Posteriormente, saltó otro embargo de la comuna de Pujato. “Son otros 1500 pesos, aparentemente por multas”, indicó la compradora.

Liliana también contó que fue a reclamar a la casa del comerciante –a quien identificó como Daniel, de calle Cazadores al 2600– y éste le ofreció otro auto. Pero “con papeles en las mismas condiciones” que los del Wolks Vagen. “Se me reía en la cara, tenía ganas de pegarle una cachetada”, expresó furiosa la mujer.

Mientras tanto, su nuevo coche sigue incautado, ahora en el corralón judicial. Un lugar al que, luego de visitarlo y reconocer su auto “de casualidad”, definió como “un desarmadero a gran escala”.