El 40% de los argentinos tiene miedo de salir sin celular. Según un reciente informe el trastorno creció 13% en los últimos años.
Es frecuente que en medio de una reunión social, alguien se sobresalte de repente. ¿Dónde está mi celular? ¿Lo dejé en casa? ¿Lo perdí en el taxi? ¿Me lo olvidé en el trabajo? Y si el dispositivo no aparece, no suena o se quedó sin batería, comienza un episodio de angustia desmedida. El apego a la comunicación y sobre todo el miedo a quedar incomunicados.
Aunque una década atrás esta situación no afectaba a nadie. Ahora ya es un síntoma cada vez más común, a tal punto que ya tiene nombre propio: nomofobia.
"Podríamos definirla como el miedo irracional a estar sin el teléfono móvil; es una abreviatura de la expresión inglesa no-mobile-phone phobia", explicó a al diario Perfil Gabriela Martínez Castro, directora del Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (Ceeta).
Y agregó: "Según nuestra experiencia en la consulta, este síntoma –que asociamos a los trastornos deansiedad y de inseguridad– ya podría estar afectando hasta al 40% de la población".
Para moderar la nomofobia y aliviar sus síntomas asociados, las opciones de tratamientos psicológicos son varias, pero las preferidas suelen ser las terapias cognitivo-conductuales. “Todo depende del grado que tenga la patología en el paciente, pero las intervenciones recomendadas para estos casos van desde programas de reducción de estrés hasta el Mindfulness”; aconsejó la psicóloga Patricia Gubbay de Hanono, directora de Hémera, un centro especializado en trastornos de ansiedad.
Según esta experta, los terapeutas también repasan y reprograman otros aspectos de la vida, incluyendo la relación con la comida y el ejercicio físico. Y si la situación de adicción lo amerita, un psiquiatra del equipo puede proponer un tratamiento farmacológico, con ansiolíticos o antidepresivos. Otras opciones incluyen la insensibilización, que expone gradualmente al paciente a las situaciones que le provocan el síntoma para que éste disminuya y deje de afectar la calidad de vida. Aunque cada caso es diferente, el proceso de curación puede llevar de tres a seis meses de terapia. Y lo mejor es que son tratamientos que tienen muy altas tasas de éxito.