La gripe A y los paros docentes provocaron que este año Santa Fe cerrara en déficit con relación a la cantidad mínima de días de clases exigida por la Ley Nacional 25.864 que rige desde 2004. Según la norma, tiene que haber un piso de 180 días efectivos de cursado en las aulas, pero Santa Fe no llegó: tuvo 152 jornadas de trabajo de docentes y alumnos en el grado. Inés Dussel, doctora en Educación e investigadora de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales asegura que el hecho de que se hayan perdido muchos días de clases incide en el rendimiento escolar.


“Hay que considerar también todas las problemáticas sociales que impactan en la escuela, como darles de comer a los chicos. Acá habría que evaluar extender la jornada escolar, que se hace corta, de una forma planificada y tratando de mejorar la calidad y los contenidos”, explicó.

La población que está en mejores condiciones económicas envía a sus hijos a escuelas privadas, donde además de no haber huelgas tienen más horas extracurriculares, talleres y disponen de herramientas tecnológicas. “Sin duda el sector que más vulnerable se encuentra ante la pérdida de días efectivos de clase es el de la escuela pública. El sector privado tiene otro control sobre los paros, a veces con presiones a los docentes”, advierte Dussel.

“El punto clave de la pérdida de días de clases está en la interrupción misma del diálogo, de ese vínculo necesario entre profesores y estudiantes con el conocimiento. Imagínese a un profesor que quiere retomar un contenido y les dice a sus alumnos: “Bueno chicos, como hablábamos hace dos semanas...’. Esto se contrapone a la necesidad de sostener un in crescendo en el diálogo pedagógico docente-alumnos, con el conocimiento como misión”, señala Dussel.

La especialista coincide, sin embargo, con el Ministerio de Educación de la provincia en cuanto a que durante el período de gripe A se mantuvo el vínculo pedagógico. “La presencia virtual, de un docente o tutor, es también presencia educativa. Además hubo, en esa contingencia de la gripe A, mucho apoyo social, de las familias y de los medios que hicieron que los chicos siguieran estudiando y que no sintieran que tenían unas semanas más de vacaciones. Esa experiencia no fue una pérdida de tiempo”, considera.

Defiendo el derecho a huelga. No obstante, los gobiernos, los sindicatos y la docencia deberían trabajar en ver cómo se logran estructurar formas de reclamo que no generen tanto impacto en la educación pública”.

Fuente: El litoral