Hace 30 años, en 1989, con Héctor Cavallero, el socialismo rosarino ganaba la intendencia de Rosario e iniciaba una etapa política que se terminó este domingo 28 de abril con las elecciones primarias. Es cierto, no fue una caída absoluta porque la derrota se concretó en la interna del Frente Progresista y ante un aliado, Pablo Javkin, pero el dato relevante que dejó estos comicios en Rosario es que ya no habrá un socialista en el Palacio de los Leones, pase lo que pase en las generales del 16 de junio.

La candidata oficialista Verónica Irizar no reconoció la derrota porque el resultado era “muy reñido” y quería esperar al lentísimo escrutinio oficial. De hecho, los datos cargados en la página oficial tuvieron como ganadora a la ex secretaria de Hacienda y recién a la medianoche se dieron vuelta.

Durante la madrugada del lunes esas curvas no volvieron a tocarse y Javkin estiró la diferencia. Por esa atractiva interna, el Frente Progresista reunía el 36,2 por ciento de los votos: Javkin 19 por ciento e Irizar 17,2, escrutadas el 92,7 por ciento de las mesas, pasadas las 4.

Roberto Sukerman, que aglutinó a todo el peronismo local detrás de su candidatura, también tenía un logro para mostrar: fue el candidato más votado y llegaba al 22,7 por ciento de los votos. Dos puntos más incluso que la marca de 2017 en las generales para concejal. Sin perder tiempo, esta misma noche ofreció un discurso de apertura para engrosar esa cosecha y buscar un mano a mano con Javkin.

Es tiempo de opositores, dijo Sukerman, y apuntó contra el oficialismo local y el abollado modelo de país que mostró Cambiemos a nivel nacional.

La marca amarilla sufrió también en Rosario, como ya se había visto en otros distritos. Roy López Molina, el gran ganador de hace dos años, no pudo evitar ese tobogán económico que implican la inflación, el dólar y los despidos.

El concejal PRO ahora debió conformarse con superar en la interna al radical Jorge Boasso pero sus números evidenciaron un fuerte declive en las preferencias de los rosarinos. La fuerza de Mauricio Macri se cayó en Rosario de los 36 puntos de las generales de 2017 a 20,4. López Molina se quedó en 12,4 por ciento. Boasso aportó 7,8.

De más atrás los miraba Juan Monteverde, cuya candidatura a intendente volvió a consolidar a Ciudad Futura como cuarta fuerza. El 10,8 por ciento aparecía como un piso ya que no disputó interna.

Festejo histórico, soledad oficial y polémica

Dos años en nuestra política son una eternidad. Pero pocas veces un candidato puede ir de un extremo a otro en ese lapso de tiempo como le ocurrió a Javkin. En las internas de 2017, para concejal, el referente de la Coalición Cívica local no sumaba ni 10 puntos y era la imagen de la derrota.

Nada ni nadie podría anticipar que aquel Javkin golpeado, con un hilo de voz, protagonizaría tiempo después, esta noche de abril, la imagen más emotiva: la del triunfo histórico cuando salió a la calle a abrazarse y llorar con sus militantes.

En cambio, Verónica Irizar saboreó esta noche la dura soledad del que pierde. Cuando salió a hablar en el bunker socialista, no estaba ni Antonio Bonfatti, ni Miguel Lifschitz, su mentor, quien eligió viajar a Santa Fe para abrazar a Emilio Jatón, vencedor en la ciudad capital.

Sin embargo, la concejala que era poco conocida en la ciudad logró en pocos meses sumar más de 17 puntos que serán vitales si el Frente Progresista quiere retener el poder en la ciudad, ahora encabezado por Javkin y no por Fein, como fue hace cuatro años.

Lo que no tenía atenuantes fue el confuso escrutinio oficial. No sólo porque demoró en comenzar (nada menos que en la ciudad de Rosario) sino porque los primeros datos fueron muy poco representativos, más bien al contrario.

A las 20.30, con el 1,25 por ciento de las mesas, los votos de Irizar multiplicaban por cuatro a los de Javkin. Hacia las 22, cuando debería haber una tendencia firme, sólo se conocía menos del 5% del total y la socialista seguía muy por encima del ex radical. Casi dos horas después se dio vuelta por primera vez, a seis horas del cierre de los comicios y cuando buena parte de los rosarinos dormían.