El Papa dijo que la Iglesia no hace política, denunció el iluminismo y laicismo que invade a Occidente y pidió a los fieles que se opongan con "determinación" a las normas que atenten contra la vida en todas sus fases y contra la familia basada en el matrimonio entre hombre y mujer.

Benedicto XVI hizo esas manifestación en el discurso que pronunció en el IV Convenio Nacional de la Iglesia Católica italiana que se celebra en Verona (norte) y en el que defendió la escuela católica y denunció que sobre ella pesan todavía "viejos prejuicios", que generan daños en la educación de la persona.

El Papa Ratzinger viajó expresamente a Verona, en su segundo viaje por Italia tras el realizado en mayo de 2005 a Bari, para participar en los llamados por los medios locales "estados generales" de la Iglesia Italia, donde pronunció un largo discurso, de hora y cuarto, muy aplaudido, donde trazó las líneas de la iglesia italiana para los próximos años.

Rodeado de todos los obispos italianos y ante 2.700 participantes, el Papa dijo que la Iglesia "no es ni pretende ser" un agente político, que no hace política y que lo único que pretende es contribuir a que se haga lo que es justo.

"Es necesario anteponer las exigencias de la justicia a los intereses personales, o de un grupo, o del Estado. A la Iglesia no corresponde el cometido de actuar en el ámbito político para construir un orden justo en la sociedad, eso corresponde a los fieles laicos, entre ellos los cristianos laicos", afirmó el Pontífice.

En un discurso muy articulado, el Papa Ratzinger manifestó también que hay que prestar gran atención a los grandes desafíos que acechan a la humanidad, entre los que destacó las guerras, el terrorismo, el hambre, la sequía y las epidemias.

Benedicto XVI subrayó que también hay que afrontar "con determinación y claridad" el "riesgo de decisiones políticas y legislativas que contradicen fundamentales valores y principios antropológicos y éticos radicados en el ser humano, en particular los referentes a la tutela de la vida humana en todas sus fases"

El Pontífice pidió que se defienda la vida "desde su concepción hasta la muerte natural". Con esas palabras, de manera indirecta, volvió a condenar el aborto y la eutanasia.

De nuevo volvió a defender la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer y a condenar los matrimonios entre homosexuales y las parejas de hecho.

Afirmó que hay que "evitar que se introduzca en el ordenamiento público otras formas de uniones con que contribuirían a desestabilizarla (familia) y oscurecer su carácter peculiar y su insustituible papel social".

Benedicto XVI denunció la cada vez mayor secularización de Italia, "en la misma línea que Occidente", y el que esa cultura laicista "pretende colocarse como universal y autosuficiente y generar un nuevo estilo de vida".