La terecera ley de Newton sentencia que a cada acción le corresponde una reacción igual y contraria. Así que, si alguien se queda dormido, inmóvil, en clase, es posible intuir que el despertar sea algo más que violento.

Un estudiante de la Stony Brook University hizo una siesta profunda en la clase de física. Todo iba bien hasta que comenzó a roncar. Pero el mayor error fue no tener en cuenta la posición estratégica del sueñito: estaba en la primera fila.

Decidido a provocar una reacción, el docente le acercó el micrófono que tenía en la mano a la boca y los ronquidos returmbaron en el salón. Entre el desconcierto y la vergüenza, el joven se asustó de tal modo que despertó a los saltos.