La Sociedad Americana de Geriatría renueva la guía de recomendaciones para el manejo farmacológico del dolor persistente en los ancianos. La guía tiene como objetivo actualizar la información y proveer recomendaciones con nuevas estrategias farmacológicas y no farmacológicas.
El dolor es un fenómeno complejo causado por estímulos sensitivos nocivos o mecanismos neuropatológicos. La memoria, las expectativas y la emoción de un individuo modifican la experiencia del dolor. En la literatura médica los términos “dolor persistente” y “dolor crónico” se usan como sinónimos, pero en esta guía se prefiere el término “dolor persistente”, dado que no presenta la connotación negativa que tanto médicos como pacientes asocian frecuentemente al concepto de “dolor crónico”.
El dolor persistente afecta frecuentemente a los ancianos y se asocia a trastornos musculoesqueléticos, enfermedades degenerativas de la columna y artritis. También puede ser secundario a enfermedades oncológicas, trastornos vasculares (claudiación intermitente) o enfermedades sistémicas como la diabetes, el Herpes zoster, la enfermedad vascular periférica y el trauma.
En los ancianos el manejo del dolor es radicalmente diferente al de las personas jóvenes, ya que sus problemas son multifactoriales y muchas veces están polimedicados, lo que conlleva mayor riesgo de interacciones farmacológicas. Además, es el grupo etario que más frecuentemente tiende a subestimar el dolor. Actualmente, el mejor indicador de la experiencia del dolor es el reporte por parte del paciente, lo que incluye la evaluación de su intensidad y la afectación de la vida diaria.
Aún en los pacientes con deterioro cognitivo leve o moderado puede evaluarse mediante preguntas sencillas y herramientas de rastreo que incluyen una variedad de escalas para la evaluación del dolor que se desarrollaron con este fin. Cualquier tipo de dolor que afecte la función física o la calidad de vida deben reconocerse como un problema significativo, puesto que estos pacientes son candidatos a tratamiento farmacológico teniendo en cuenta los efectos adversos de los medicamentos.
Deben establecerse metas terapéuticas de confort que le permitan al paciente continuar con sus actividades diarias. Al iniciar el tratamiento farmacológico se considerarán las diferencias asociadas a la edad en cuanto a la eficacia, la sensibilidad, y la toxicidad, y las propiedades farmacodinámicas y farmacocinéticas que en este grupo de pacientes son diferentes.
Fuente: Medicina Geriátrica
El dolor es un fenómeno complejo causado por estímulos sensitivos nocivos o mecanismos neuropatológicos. La memoria, las expectativas y la emoción de un individuo modifican la experiencia del dolor. En la literatura médica los términos “dolor persistente” y “dolor crónico” se usan como sinónimos, pero en esta guía se prefiere el término “dolor persistente”, dado que no presenta la connotación negativa que tanto médicos como pacientes asocian frecuentemente al concepto de “dolor crónico”.
El dolor persistente afecta frecuentemente a los ancianos y se asocia a trastornos musculoesqueléticos, enfermedades degenerativas de la columna y artritis. También puede ser secundario a enfermedades oncológicas, trastornos vasculares (claudiación intermitente) o enfermedades sistémicas como la diabetes, el Herpes zoster, la enfermedad vascular periférica y el trauma.
En los ancianos el manejo del dolor es radicalmente diferente al de las personas jóvenes, ya que sus problemas son multifactoriales y muchas veces están polimedicados, lo que conlleva mayor riesgo de interacciones farmacológicas. Además, es el grupo etario que más frecuentemente tiende a subestimar el dolor. Actualmente, el mejor indicador de la experiencia del dolor es el reporte por parte del paciente, lo que incluye la evaluación de su intensidad y la afectación de la vida diaria.
Aún en los pacientes con deterioro cognitivo leve o moderado puede evaluarse mediante preguntas sencillas y herramientas de rastreo que incluyen una variedad de escalas para la evaluación del dolor que se desarrollaron con este fin. Cualquier tipo de dolor que afecte la función física o la calidad de vida deben reconocerse como un problema significativo, puesto que estos pacientes son candidatos a tratamiento farmacológico teniendo en cuenta los efectos adversos de los medicamentos.
Deben establecerse metas terapéuticas de confort que le permitan al paciente continuar con sus actividades diarias. Al iniciar el tratamiento farmacológico se considerarán las diferencias asociadas a la edad en cuanto a la eficacia, la sensibilidad, y la toxicidad, y las propiedades farmacodinámicas y farmacocinéticas que en este grupo de pacientes son diferentes.
Fuente: Medicina Geriátrica