El Programa “Cuidar Cuidando” es más que una terapia complementaria o una terapia de asistencia. Lo desarrollan en el zoológico de la ciudad de Buenos Aires profesionales de la UBA y lleva casi veinte años con su misión de hacer interactuar a niños y jóvenes problemáticos con animales silvestres allí cautivos, a los que los chicos consideran verdaderos compañeros.

El pediatra Hugo Massei, médico psiquiatra y jefe de trabajos prácticos del departamento de Salud Mental de la Facultad de Medicina, explicó que “hay que dejar en claro que los animales no curan, y si uno habla de zooterapia le está endilgando al animal cualidades que no tiene y, por lo tanto, mal se le puede decir al padre de un chico con problemas mentales que el perro le va a curar al hijo. Lo que hacen algunos animales es ayudar a que ciertos pacientes que sufren determinadas dolencias puedan sobrellevar mejor su enfermedad. Los animales, y no sólo los domésticos, siempre han acompañado a los seres humanos en su tránsito por la vida, con lo que, utilizarlos para que los hombres puedan atravesar circunstancias difíciles, es bueno; porque ayudan a las terapias tradicionales a lograr su cometido”.

Pese a que se trabaja con chicos o jóvenes con trastornos emocionales o problemas de conducta, no se registró ningún accidente en el intento de resocialización iniciado con internos del hospital y por el que ya pasaron más de mil chicos. Muchos de ellos no eran identificados como enfermos por los cuidadores del zoológico con los que se conectaron y fueron haciéndose cargo de otro ser vivo, un animal silvestre.

Las visitas nacieron en 1990, cuando Hugo Massei fue a llevar una carta -que trajo al regresar de un congreso científico en España- al entonces director del Zoológico, veterinario Juan Enrique Romero. En aquella visita a Romero, Massei descubrió, caminando por el Jardín, que era un lugar ideal para llevar a chicos con problemas emocionales. Primero se hizo con un contingente de diez chicos que dejaban por unas horas su internación en el García Tobar y con los meses se comprobó que, incluso quienes tenían trastornos emocionales severos, se recuperaban en forma paulatina y las medicaciones disminuían.

Se decidió entonces incrementar el número de pacientes y también la cantidad de días de visitas. Se incorporaron chicos de menor edad y también de consultorios externos y del hospital de día: todos experimentaban mejorías. Muchos de los chicos dejaron de ser enfermos mentales para su familia o la sociedad de su entorno, para convertirse en seres humanos productivos. Chicos que hasta el tratamiento no viajaban solos y que a partir del Programa lograron sentirse libres y terminar, por ejemplo, su escolarización, incluso con buenas notas, luego de años de inadaptación.

Para ampliar los alcances de la experiencia fue implementado para los estudiantes de cualquier carrera de la UBA un curso de extensión universitaria que depende de la Facultad de Psicología, y que culmina con el título de “Facilitadores comunitarios”. Ese curso se dicta desde hace siete años y ofrecido por los profesionales del Programa Cuidar Cuidando, enseña a los universitarios a ser acompañantes de los chicos en el zoológico.

El hecho de estar en el terreno con los cuidadores de los animales, usando su mismo uniforme, aprendiendo, ayudando, les da a los chicos su pertenencia, es decir, que pasaron de ser los objetos de una práctica, a ser los sujetos. Algunos de ellos se incorporaron al trabajo de todos los días en el Zoológico contratados por la empresa que lo maneja. Hay jóvenes que aprendieron oficios que después practicaron como los de jardinero o carpintero. Y algunos se reinsertaron en los trabajos que ejercían antes de la internación.

Los chicos consideran un verdadero compañero al animal con el que se conectan, incluso hablándole como a un igual, mejorando su autoestima al adoptar la actitud responsable de cuidar y respetar a esos seres que, a sus ojos, se muestran como indefensos y dependientes. Y los jóvenes pasan así, de ser cuidados a cuidar a otro. Entonces recuperan la ternura perdida en la infancia a causa de su prematura patología. La forma de recuperar la ternura es a través de otro, en este caso, el animal al que se cuida, que puede ser una gacela, un mono, una vaca, animales que esperan su llegada, que los conocen. Animales como un águila que vuela hacia los hombros del muchacho reconocido, para recibir en el pico la comida que él le brinda.

Fuente: Universidad de Buenos Aires